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Al día siguiente era Duanyang.

La noche anterior había caído en un sueño profundo y agotador, sacudida por el encuentro con mi inoportuno pretendiente. Cuando por fin desperté, era mediodía. Nada más salir de mi habitación (aún con los ojos desorbitados), percibí el aroma dulce y algo empalagoso del zongzi fresco. Hojas de cálamo y artemisa colgaban de todas las paredes, dando a la posada el aire de un altar adornado con talismanes en preparación para un ritual.

Me despertó bruscamente de mis cavilaciones medio somnolientas la visión de la Niña Tonta, que pasó corriendo a mi lado con pasos delicados, vestida con un conjunto tan llamativo que rozaba lo impúdico.

Di un paso rápido hacia delante, impidiéndole el paso. Agarré un puñado de su túnica para mantenerla en su sitio y la miré detenidamente de arriba abajo. Iba vestida de verde de la cabeza a los pies, con una excepción: la enorme flor roja de su pelo, que resultaba cegadoramente brillante en contraste con el resto de su atuendo.

Adoptó una pose que decía "soy tuya si me lo pides". Su expresión contenía una especie de timidez recatada que nunca había imaginado ver en su rostro. "¿Qué te parece?", me preguntó un poco insegura. ¿Soy guapa?

Suspiro. ¿Había alguna doncella que no albergara fantasías románticas?

Asentí enérgicamente. "¿Con esta ropa? Tan guapa como la cortesana estrella de un burdel".

Sus ojos se abrieron de par en par. "¿Una cortesana estrella? Ese ha sido mi sueño desde que era una niña".

Me quedé un instante sin habla.

¿Cómo decía aquel refrán? 'Quien no tiene vergüenza es invencible'[2] Esa era la verdad del Cielo.

La Niña Tonta parecía estar perdida en una ensoñación maravillosa. Tosí ligeramente para despertarla. "¿Por qué estás vestida tan... extravagantemente hoy?"

Seguía sumida en su ensoñación; su expresión era de pura euforia. "Es Duanyang", dijo.

Reprimí un suspiro exasperado.

"Claro que sé qué día es", dije. Aquí hice una pausa, miré la enorme flor roja que colgaba de su pelo, tragué saliva y continué, eligiendo cuidadosamente mis palabras: "...tan extravagantemente para Duanyang".

"¿Qué?" Mi pregunta pareció tomarla por sorpresa, y me miró con el desdén de un sofisticado de ciudad que trata con un patán de provincias. Luego se lo pensó un momento. Su cabeza se inclinó hacia un lado y su rostro se iluminó. "Por supuesto. Tu casa está cerca de la frontera, así que tus costumbres deben de ser diferentes".

"¿De qué costumbres hablas?", pregunté, refunfuñando para mis adentros: "¿Costumbres? En mi opinión, más bien de corrupción de la moral al por mayor".

La Niña Tonta se entusiasmó ante la rara posibilidad de instruirme. "Festival de Duanyang, también llamado Fiesta de las Doncellas. Según la costumbre, se celebra el quinto día del quinto mes y es una ocasión en la que las doncellas se engalanan con sus mejores galas[3] ¿Nunca lo habías oído?"

Con perfecta honestidad, negué con la cabeza. Su rostro se descompuso.

"Pulseras alrededor de su brazo sonrosado;
amuletos en su pelo.
Que pasemos este día juntos
Durante los próximos mil años"[4].

"Seguro que has oído hablar de eso".

Volví a negar con la cabeza, completamente impenitente de mi ignorancia.

La Niña Tonta también negó con la cabeza, con cara de gran dolor. "Eres tan inculto que da miedo. Bien, déjame explicártelo de la forma más sencilla posible. El día del Festival Duanyang, todas las mujeres que no están casadas ni prometidas se visten con sus mejores galas para asistir a la carrera de botes de dragón. Si algún joven prometedor llama la atención de una mujer, ella le regala una bolsita hecha a mano como muestra de sus sentimientos. Si su barco consigue el primer puesto en la regata, ambos pueden casarse sin el permiso de sus padres, y nadie puede impedírselo. Por eso la regata de barcos dragón" -y aquí su rostro volvió a adoptar esa expresión soñadora- "es siempre un acontecimiento tan animado".

Puro Accidente [GL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora