𝔒𝔠𝔥𝔬

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La vida nunca había sido divertida. Ese era el pensamiento de Jeffrey. Aunque tal vez diversión era el término incorrecto para llamarla.

La vida de Jeffrey siempre había sido complicada, cómoda, si, pero no por eso menos deprimente.

Había crecido en una familia arriba del promedio, podría decirse que adinerada, tenía un padre, una madre y un hermano mayor que no había visto en años.

Su hermano era once años más grande y lo había abandonado para enlistarse en la militar cuando Jeffrey apenas era un niño.

A diferencia de Jeffrey ese siempre había sido el sueño de Conor, aunque ahora se cuestionaba si realmente lo hacía por gusto o por escapar de su padre. No le extrañaría que la última fuera la acertada.

La diferencia con su hermano es que el mayor siempre había sido el orgullo de su padre, aunque actualmente era muy raro que Conor estuviera presente en cualquier conversación o comparación, años atrás era el regaño favorito de Mr. Jones.

Jeffrey apenas era un bebé y ya estaba siendo comparado, aún así su hermano era su persona favorita en el mundo y nunca fue capaz de sentir rencor.

Sabia que el problema era su padre porque cuando Conor aún estaba presente lo defendía y lo consolaba en su cuarto después de un castigo por cualquier tontería, le daría un fuerte abrazo un beso en la frente y más tarde regresaría con un dulce que escondería hasta que su padre se durmiera.

Su madre también fue cariñosa pero murió de cáncer poco antes de que su hermano se fuera.

No iba a decir que su padre era muy diferente antes de eso, pero definitivamente empeoró cuando su mamá se fue.

Conor era físicamente idéntico a su padre, con la diferencia de que la nariz era la de su madre y su altura era superior.

Pero Jeffrey era la vívida imagen de la mujer, a excepción de la cincelada y masculina mandíbula y el bello facial a medio salir. Jeffrey tenía los mismos ojos claros, el cabello rubio brillante y una estatura similar.

Jeffrey podía tener la construcción de un hombre joven, pero era bastante delicado y bonito si lo veías de cierto ángulo.

Nunca fue muy listo, o eso dijo su padre, en la escuela no le iba muy bien y en los deportes se defendía.

Claro que nada de eso era relevante, su padre deseaba que se hiciera cargo del viñedo algún día.

Pero Jeffrey solo quería su patineta, su Discman y a las mujeres… o bueno eso había pensado hasta ahora.

En realidad Jeffrey era bastante listo, aunque la escuela nunca había sido su fuerte, siempre había sido bueno para ocultar sus travesuras, además de que era bastante capaz, la única razón por la que no se interesó en el viñedo era más bien por qué su padre lo obligaba a ello. Y su desmedida rebeldía tenía más que ver con la poca atención que su padre le ponía, o bien lo mal enfocada que estaba.

Por otro lado, Jeffrey nunca se planteo otro futuro, nunca se planteo estudiar alguna carrera o alguna aspiración y aunque tampoco le agradaba la idea del viñedo sabía que sería al final su destino.

El día que vio a Kun por primera vez algo en el llamó su atención. No fue su harapienta vestimenta ni tampoco su desnutrida figura del primer día, sin duda había algo en esa cara pálida y cansada que no coincidía con sus finas facciones y espíritu tranquilo que retorció el estómago de Jeffrey y le causó una incomodidad como nunca la había sentido.

Después de eso cada vez que estaba cerca se veía en la necesidad de arruinarlo, hasta ese fatídico día donde se escondió para espiar como su padre lo golpeaba.

𝒮𝑜𝓊𝓇 𝑔𝓇𝒶𝓅𝑒𝓈 | ᴊᴀᴇᴋᴜɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora