Segundas Oportunidades

Sueños en plata

Era la mañana del 31 de julio, había despertado un poco más tarde de lo habitual, tras quedarse despierto hasta medianoche, una tradición que comenzó cuando encuentro una de las posesiones de su madre en la polvorienta alacena que era su habitación. Su tía lo había descubierto una vez, su amenaza de destruir los objetos fue increíblemente débil a comparación de otras ocasiones, pero no lo suficiente para él dejarse descubrir en el acto.

Actualmente se encontraba en la Mansión Potter, le dejo en claro al profesor Dumbledore que no vivirá con los Dursley un gran tiempo, sin embargo veía la necesidad de invitar a su tía unos días en el verano con él. Extrañamente su tía no se había negado, supongo que el trabajo de ser madre también requiere de vacaciones.

Para él era extraño caminar por éstos pasillos, sabía la historia de sus abuelos y su muerte unos años antes de su nacimiento. Dumbledore insistió en resguardarlo con una de las familias de la luz, pero Harry no se sentía cómodo con la idea de su identidad descubierta antes de tiempo.

Además, intuyo que se refería a los Weasley y aunque deseaba verlos a todos, no quería ser una carga más de dinero en ése momento. En especial con Ron, ya que se quedará sin rata en poco tiempo. Por eso decidió salir hoy, irá a comprar la nueva mascota del chico y las demás cosas que necesitará para su curso en Hogwarts.

Tras desayunar, fue directo a la red flú a informar al profesor de su partida, siendo previsto que la profesora Mcgonagall lo estaría acompañando. A él no le importa eso, solo quería pasar desapercibido entre la multitud. Después de cargar todo lo necesario, se dispuso a ir al callejón diagon.

Tras salir de la chimenea pública, se dirigió a la calle, agradecido de no ver mucha gente ése día. Camino entre tiendas como Flourish y Blotts, Tienda de Bromas de Gambol & Japes y la Heladería Florean Fortescue, dónde compro un helado de chocolate. No era muy fan de los sabores extravagantes de esta heladería, pero no despreció un buen clásico.

Fue en el momento que volteó para buscar una mesa libre que lo vió, a lo lejos y de la mano de una alta mujer rubia, un chico con piel de porcelana y un plateado cabello camino en dirección de la Tienda de Madame Malkin. Su corazón se emociono tanto que no dudó ir directo a la tienda, antes pidiendo un hechizo de congelación para su helado.

Cuando atravesó la puerta, observó que el chico se encontraba sólo, madame Malkin recorriendo su cuerpo con varias cintas métricas y vuela plumas. Harry no dudó dejar sus compras a un lado del taburete vacío y subir en él. Ni se dió cuenta cuando otra modista comenzó a tomar sus medidas, su mirada fija en el chico a través del espejo.

-Hola. ¿Vas a Hogwarts?- preguntó Draco. El chico mantenía ese tono en la voz tan molesto, la influencia de su padre claro, pero esos ojos de plata, la herencia Black en su esplendor.

-Claro.- contestó simple Harry.

-Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha
ido a Ollivander para mirar las varitas - dijo el chico. Tenía voz de aburrimiento total y arrastraba las palabras. -Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carreras. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.- termina Draco con una sonrisa traviesa. El moreno recordó que en su otra vida ése comentario le hubiera molestado, pero ahora se encontraba más divertido que nada.

-Ya lo creo. Pero creo que preferiría esperar a que salga una super rápida para que valga la pena, imagínate comprar una Nimbus y un mes después salga una Saeta, horrible.- comento Harry, le costó bastante esconder el sarcasmo en sus palabras.

-¿Tú cuál escoba tienes? -continuó Draco.

-Una Nimbus 2000, pero no creo que dure mucho.-dijo Harry.

-¿Juegas quidditch, cierto?- preguntó con curiosidad el rubio.

-Por supuesto, he jugado como cazador pero prefiero ser buscador, talento familiar.-

-Genial, yo soy cazador.- respondió Draco con orgullo. -Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?-

-Tal vez Gryffindor por mis padres, ó Slytherin, Ravenclaw lo dudo y Hufflepuff sería una tortura en el mejor sentido.- dijo Harry considerando seriamente su elección.

-No lo digas ni de broma.- claro disgusto se reflejo en su rostro. -Yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Gryffindor? Mi padre me deshereda de inmediato.- anuncio el rubio.

-Exageras, lo peor posible es que te transfiera a Durmstrang.- argumento Harry.

-¡No puede ser, mira por la ventana!- Draco señaló afuera, en ese momento un chico de su edad pasó mirando a todas partes, curiosamente tenía gran parecido a Harry.

-Creo que es Harry Potter, leí en un artículo del Profeta que entrará en nuestro mismo curso. Mi padre me prohibió juntarme con él, algo sobre que el señor oscuro nos mataría, pero yo quiero ser su amigo.- decía el rubio, ocasionalmente cambiando la mirada entre la ventana y el espejo donde veía al moreno, aunque no tan bien ya que madame Malkin evitaba que pudiera girarse.

-No es Harry Potter. Aunque debo admitir que es bastante parecido.- contesto Harry, intrigado por las probabilidades de ésto.

-¿Cómo lo sabes? Nunca ha aparecido en la prensa y es muy probable que no sepamos quién es hasta llegar a Hogwarts.- replicó Draco, no sonaba ofendido pero clara molestia era evidente.

-Créeme que no sabrías quien es Harry Potter aunque llevarás 15 minutos hablando con él.- termino el moreno mientras bajaba del taburete para recoger sus cosas.

-¿A qué te refieres con... Huh?- se cortó Draco cuando logró girar su cabeza hacia el chico. Harry lo miró con una risa socarrona antes de caminar a la puerta.

Gracias a la ayuda de su asesor financiero en Gringotts, acceder a sus cuentas y poder mejorar su aspecto y vida. Es por ello que Harry sabía con certeza que su aspecto no era nada horrendo. Feliz por el resultado de su vida, regreso a la casa Potter terminado sus compras.