¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Blas podía expresar todo lo que sentía por Gemma en una sola palabra.
Espléndida.
Podía llegar a ser espeluznante la manera en la que Blas amaba a Gemma.
Amaba su sonrisa, como su nariz, al igual que la punta de sus dedos, se ponían de color rojo al sentir el frío sobre ellos.
Para el era la mejor vista de todas.
Sus ojos, sus ojos lo conquistaban totalmente, podía perderse en ellos.
Su corazón se alegro al escuchar como la maquillista principal lo asignaba a el con su dulce Gemma.
Aunque su rostro no expresaba ningún tipo de señal, su corazón por dentro daba mil saltos, uno tras otro, queriendo salir al sentir el toque de sus finos y fríos dedos sobre la piel de el.
Quería atraerla hacia el y abrazarla, decirle cuánto la amaba, su amor era tan fuerte que aún seguía tan fuerte como la última vez que se vieron, 29 de abril del 2018, Blas lo recordaba como el peor día de su vida, porque así lo era.
El día en el que había perdido a su amada, y con ella todos los sueños que tenían juntos, aún los recordaba todos.
Querían tener 10 gatos, una casa grande, junto con una terraza con dos sillas, dónde él le pudiera tocar todas las canciónes que ella quisiera.
Los recordaba todos como su hubiera Sido ayer.
Su corazón se salió de su pecho al escuchar como la castaña lo llamo por su antiguo apodo.
Rulos.
Y una pequeña sonrisa se dibujo en su rostro, mirando directamente a la castaña, la cuál se había puesto totalmente roja en el acto al darse cuenta lo que había dicho, y al notar la manera en la que el chico la miraba.
— ¿Que? — Preguntó.
— Extrañaba escuchar ese apodo salir de tu boca.
Blas gritaba internamente, quería ir y abrazarla, besarla, como antes, reírse de sus sobrinos repentinos, era lo más lindo que podia pensar.
Pero debía calmarse.
No podía apresurarse, se vería raro.
— No hagas que me arrepienta polidori — Hablo con tono fuerte, tratando de disimular su nerviosismo y su sonrojo, continuando nuevamente con su trabajo, ya casi estaba a punto de culminar, y agradecida y lamentaba al mismo tiempo.
— ¿Puedo ir a verte está noche emi? — Pregunto con su típica dulce voz — Creo que, necesitamos hablar.
— Si, está bien.
Si, soy más fácil que la tabla del uno.
Pero por un lado, quería explicarle algunas cosas, pedirle disculpas, para acabar con esta gran tensión que se generaba todos los días en el trabajo gracias a su problema.
