Liberando nuestro dolor

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De pronto a Kanao se le ilumino la mente, había recordado algo muy significativo para ella, una de las muchas lecciones que le había enseñado su maestra.

— Kanao, tú eres una tsuguko, tu deber es ser un pilar en caso yo muera — explico Shinobu con claridad

— Maestra yo...

— Me alegra que hayas abierto tu corazón, por eso ahora quiero enseñarte el significado de ser un pilar, al menos el significado que le dimos nosotras

— ¿Ustedes?

— Si bien los cazadores nos movemos por el odio, yo y mi hermana emprendimos este tortuoso camino con la promesa de evitar que las personas sufrieran lo mismo que nosotras, para evitar que pierdan lo más valioso — expuso Shinobu con una pequeña sonrisa

— ¿Qué es lo más valioso? 

— La familia, la pareja, los amigos, la vida en sí misma, queremos proteger aquellas sonrisas de la cruenta soledad 

— La familia... — musito Kanao al pensar en ello

— Quizás si nuestras hermanitas no hubieran perdido a sus familias podrían ser plenamente felices, al menos eso es lo que pensábamos yo y Kanae, dime ¿podrás mantener nuestro deseo? — quiso saber Shinobu mientras acercaba la cabeza de Kanao a su pecho 

A pesar de que Kanao no era su hermana de sangre, su broche demostraba que su lazo si era fraternal, ella defendería esos ideales sin importar que pasara. Vio a Giyuu quien seguía cabizbajo meditando, fue hacia él y lo tomo de la mano.

— Vamos

— ¿Eh?

— Gracias — agradecía Kanao a la anciana mientras jalaba al azabache

Giyuu no entendía muy bien a donde lo llevaba Kanao, aun se sentía muy dudoso de seguir siendo pilar, pero eso era un gran avance. El que sintiera duda estaba haciendo que se mostrara dócil a aquella chica.

— Por aquí... — señalo Kanao con una sonrisa

¿Que era este lugar? habían llegado a lo que podría llamarse una zona humilde, ella señalo una casa que estaba dentro de un callejón que parecía ser una vivienda compartida. De pronto vio a un niño y una niña tomados de la mano de los cuales podía suponer que tenían las edades de siete y cinco años respectivamente.

— ¡Hermana, es usted! — exclamo el niño sonriente

Ambos chicos fueron a abrazar a Kanao, ella les esbozo una dulce sonrisa mientras que el ojiazul solo seguía extrañado por el lugar en el que estaban. De pronto los chicos tomaron a ambos de las manos y lo llevaron a lo que podían llamar su hogar.

— Es un gusto verla, eh, quiero dejarle en claro que he cambiado y ya no bebo — se explicó el hombre un tanto nervioso

— Sigues sonando tan ridículo, bueno chica al menos estamos felices de decirte que el negocio nos va mejor, todo gracias a ti y a tu amiga

Kanao parecía feliz al oír eso, pero de pronto recordó por lo que había venido. Los señores se habían percatado del azabache, les parecía una persona algo intimidante, aunque también percibían en el mucha tristeza.

— Bueno, ¿qué les trae por aquí?

Por desgracia Kanao era muy mala para explicarse, tampoco sabía muy bien lo que quería, simplemente pensó en la palabra familia y tal vez ellos pudieran ayudarle de alguna forma.

— ¿Tu amigo está bien? parece perdido, no se ha movido ni en lo más mínimo desde que se sentó

Giyuu estaba absorto en su pensamiento, no sabía porque Kanao la había traído hasta aquí, pero no parecía importarle. Estaba intentando recordar más cosas de Sabito que le ayudaran a decidir si seguiría siendo un pilar.

El deseo de una pequeña florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora