Parte 1

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Era un día nublado de diciembre de 1933, era invierno en Alemania. Ya habían pasado 15 años de la gran guerra mundial. El frío se colaba por las calles y la tienda de un judío había sido robada esa noche, en los vidrios rotos se reflejaban el penetrante brillo de la luna. Ya era tarde y Nicolás se había quedado escribiendo un reportaje de él ex candidato presidencial Adolf Hitler. La fina brisa chocaba contra su cara mientras él caminaba a su casa, la cual estaba lejos. Ahí lo esperaba su mujer, quien esparaba un hijo de él, tenía solamente 2 meses de gestación. Vivía en una pequeña casa que iba pareada a otras más, era un lugar muy pintoresco. Tal vez no era lo mejor en aquellos momentos, pero el espacio era perfecto para los dos.

Nicolás ya era un hombre maduro, tenía 33 años, y ya había hecho una vida junto a Scarleth. Después de la guerra estudió periodismo, y sinceramente él no entiende como es que quedó vivo, pero hubiera preferido morir junto a su amigo Edgar y Manuel. Ellos fueron enterrados junto en un lindo cementerio, Nicolás lo va a ver cada fin de mes, e incluso mañana le tocaba ir.
Sus padres murieron y su hermana, bueno, ella aún no ha sido encontrada después del asesinato de sus padres por razones desconocidas, él solo quiso alejarse de todo y no enterarse del porqué los asesinaron para no sufrir dice según él.

Ya habían pasado 15 años después de haber perdido "el amor de su vida" o así lo pensaba. Los recuerdos seguían vivos, como si fuera ayer, era como si ayer él estaba besandolo descontroladamente, lo abrazaba, le decía te amo y hacían el amor ha escondidas, pero no es así, han pasado 15 malditos años donde cada día a sido una tortura. En los primeros años mantuvo la esperanza en que Jaime volvería por él y que podrían escribir una nueva historia juntos, pero con el tiempo le costó entender que eso no pasaría. Cayó en una fuerte depresión al darse cuenta lo cruel que era el mundo e incluso intentó suicidarse. Quizás él Jaime había muerto o ya había formado una familia al igual que él, pero con la diferencia de que Nicolás no era feliz del todo, sentía que le faltaba algo y ese algo, era él Jaime con el sabor dulzón de sus labios.

Ya caía una lluvia espesa sobre él, se formaba pequeños charcos en las orillas de las calles y en ellos se reflejaba las luces de la ciudad. Hacía frío y él andaba con un simple abrigo negro y una bufanda del mismo color, las calles estaban vacía y lo único que se escuchaba eran las sirenas de los carros.

No ganaba mucho dinero en aquél periodico, pero para él era suficiente a pesar que necesitaría más ahora por él bebé que venía en camino. No podía pedir un aumento por que en ese momento en el pais ocurría una importante crisis económica ya que Alemania debía pagar las consecuencias de la guerra, lo que llevaba a su jefe, estar en la misma situación de él.

Ya había llegado a las puertas de su casa, eran muchos pensamientos para un camino tan corto. Tocó la puerta al rocordar que no había traído las llaves.

-hola- le abrió la puerta Scarleth y lo recibió con un beso corto, el cual le correspondió y le sonrió. Esa sonrisa y esos besos no eran los mismos de hace 15 años.

Dentro de la casa estaba tibio, Nicolás tenía las manos congeladas, se las frotó y se sacó el abrigo con la bufanda y la colgó en el perchero.

-Hola- contestó este mientras le acaraciaba la guatita.-Cómo haz estado? -.preguntó.

-bien, cómo te fue en el trabajo?- preguntó mientras que se dirigían a la mesa, donde se encontraba la once servida.

-bien, lo mismo de siempre- se sentó y dio un prolongando suspiro que demostraba cansancio- mañana debo llevar los repuestos de los escritorios, donde están? - la miró a los ojos.

-arriba, en el cuarto- respondió sirviendole un té y un pan.

Scarleth era una mujer linda, de ojos cafés al igual que su pelo, el cual tenía visos rubios. La conocía desde hace mucho, era una amiga de la infancia, ambos tenían mucho en común. Ella era una mujer muy pasiva y reservada, generalmente no tenía problemas con Nicolás, pero también era por que él se sacaba la mierda trabajando, para ganar la miseria que ganaba, y pasaba casi todo el día fuera de la casa y casi nunca hablaban demasiado. Él cree que ese es motivo por la cual ya no la ama como antes, o tal vez nunca la amó. Pero lo que los unía, era él hijo que esperaba ella.

-suspiste que saquearon el negocio de tu amigo Nico?- rompió el silencio que había en esa mesa.

-ya te he dicho que no me gusta que me digan Nico- suspiró pesadamente - y sí, lo sé-.

Era sierto, él ya no era él Nico para nadie, o al menos a la gran mayoría. Cada vez que le dicen así, se le pasa por la cabeza todo lo que pasó durante la guerra en unos segundos, y lo primero que se le viene a la cabeza es el nombre de ese Tipo. Cómo puede ser que lo siga recordando como si fuera ayer. La cosa es que cuando le decían Nico se ponía furioso, a pesar que fuera el simple apodo de su nombre.

-perdón- agachó la cabeza y siguió comiendo unas galletas que estaban ahí.

-Estoy cansado, y no tengo hambre, iré ha buscar los repuestos y me iré acostar- ya había terminado el día con mal humor. Se paró y subió las escaleras sin darle tiempo a scarleth que le dijiera algo al respecto. Luego subió las escaleras que daban al cuarto de arriba, cuidadoso de no caerse llegó arriba y se sentó en una silla que había en aquél lugar, encendió la luz y miró hacía todos lados sin recordar donde estaban.

Nadie podía entenderlo, tenía un revoltijo de sentimientos guardados, entre el amor, la ira, el desprecio y la tristeza. Scarleth no sabía como ayudarlo, Nicolás nunca le habló de lo que pasó allá en el campo de guerra, aunque algo entendía.

Primero revisó las cajas que estaban encima y no encontró nada, buscó en las cajas rojas y tampoco, prácticamente buscó en todas cajas y no encontró nada más que recuerdos de su familia y la de Scarleth. Debajo de la silla había otra caja que no se había dado cuenta, era color celeste. Sacó la caja y husmeó dentro de ella, ahí estaban sus respuestos, los sacó todo para ver cuales llevaría.

Pero al llegar al fondo de esa caja vio una carpeta, un poco extrañado lo abrió, y le costó unos minutos para entender de que se trataba. Lo que había en ella era algo que lo dejó en shock.

"Hola amor, Nicolás tiene turno el sábado en la tarde, iré a verte

José"

"Espero que se repita lo de ayer

José"

" ese bebé es mío sierto?

José:

" No puedo creerlo, estoy muy feliz. Seré el mejor padre del mundo.

José"

"Por que no dejas a Nicolás de una vez por todas, si sabes que es un maricón? Y te vienes conmigo para que criemos nuestro hijo juntos?

José"

Lo que acababa de leer lo dejó mal, le costó procesarlo, su esposa lo estaba cagando y él hijo que esperaba no era de él y había algo peor aún entremedio de las cartas del amante de su esposa.

Su diario....

Mon Coeur, después de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora