Parte 5

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Tomó sus maletas y las llevó a la casa de Oscar, las ordenó en sus cajones desanimado. Ahora era un pobre tipo sin trabajo ya que su esposa lo cagó con su jefe, parecia típica historia. Nicolás realmente quiere llorar, él debería llorar, sin embargo no puede, prefiere torturarse con cada pensamiento, sus pensamientos son profundos porque ve las cosas como nadie las ve y es lo que lo hace complicado. Aparte no tenía a nadie que lo consolara o lo entendiera, no quería preocupar a su amigo Bestia, él ya tiene sus problemas.

Ya era tarde casi noche, pronto llegaría su amigo Bestia del trabajo y él no quería que lo viera lo así; quizo salir. Nicolás había colapsado de nuevo y necesitaba desahogarse de la manera que fuera posible, necesitaba tomarse un trago, algo fuerte como para distraerse como para borrarse otra vez. Tomó un abrigo y se lo colocó porque hacía frio y estaba lloviendo, los anuncios se reflejaban deformes en los suelos mojados. Llegó al bar más cercano de aquella villa, dispuesto a gastar todo su dinero en tragos. -volverse alcohólico- sería la única manera de "ser feliz y vivir en paz".

-¿qué desea?- se acercó uno de los cantineros que estaban vestido formalmente.

-Deme un vodka por favor- le pidió sin mirarlo.

-Está bien, en unos minutos estará listo señor- le respondió éste.
.

Era primavera, ese día le había tocado salir temprano del periódico, tendría toda la tarde para descansar junto a su esposa, era un día soleado y todo parecía feliz hasta que llegó a su casa. Apenas abrió la puerta supo que algo había mal, un mal presentimiento, una sensación rara. Se asomó por la escalera y estaba Scarleth con una sonrisa de oreja a oreja, se veía feliz.

- ¿qué pasa, por que sonríes?- la miró contento.

-adivina quien será padre- dijo emocionada.

Por un momento a Nicolás se le vino todo el mundo abajo, eso era lo que menos quería, su sonrisa desapareció, pero se dio cuenta que no podía demostrarse así frente a Scarleth; tuvo que fingir una gran sonrisa de felicidad.

-acá esta su vodka señor- le dejó el vaso frente a él.

- gracias- le sonrió.

Miró el vaso, en ello reflejaba todo sus sentimientos, todo lo que ha pasado en su vida con una sonrisa. Pero su sonrisa cayó junto a sus lágrimas cuando recordó todo lo que mas duele, su punto débil; se lo tomó de un trago. Como la primera vez que entró a un bar, ya estaba totalmente ebrio a mitad de noche, a diferencia que la primera vez es que ahora era un muerto en vida sentado en aquél banquillo, su ropa estaba desordena junto a su cabello, tenía ojeras muy obscuras, y sus manos tiritaban.

Los ruidos resonaban en sus oídos, sus compañero y enemigos disparaban a los alrededores, Nicolás se escondía detrás de una pared, tenía el blanco en un hombre de test blanca que le apuntaba a otro soldado, Nicolás no quería hacerlo, el era una persona común al igual que él; esto es muy cruel. Cuando Nicolás se había apiadado de aquel hombre, éste disparó a dos personas, Nicolás al darse cuenta que eran sus amigos, sin piedad le disparó en la cabeza y lo pateó. Se acercó y se arrodilló adelante de ellos, tapándose los ojos y esperando que esto no fuera real.

Sollozaba pidiendo ayuda, o pidiéndole a ellos que despertaran, sin embargo ellos ya no lo escucharían, estaban muertos, estaban tomados de las manos y uno sonreía más que él otro, Nicolás cerró los ojos de ambos y se despidió; se tuvo que marchar, para siempre.

Se quejó entre dientes y se limpió sus lágrimas con la manga de su abrigo, miró el fondo de su vaso, aún se movía unas gotas ya de su sexto vaso. Por el rabillo del ojo vio que alguien lo miraba, y este levantó la cabeza un poco molesto, ¿acaso no podía tomar tranquilo y sentirse bien alguna vez es su vida?. No sabía quien era, apenas lo veía; estaba sentado un puesto más allá y lo veía borroso. Era un señor con bigote y barba larga el cual lo miraba con los ojos bien abiertos y con la boca semi abierta.

-¿y tú quien eres?- apenas se le entendía lo que decía, hay que recordar que estaba muy borracho. Hubo un momento de tensión Nicolás entre abría los ojos, le parecía conocido.

-Nico...- sonó lento y despacio- Mon coeur...- era él...

De nada sintió todo, frente a el estaba lo que siempre esperó;  era él, era Jaime. Él dueño de sus sueño y pesadillas, el que lo seguía del pasado. Su corazón palpitaba muy fuerte; no era el mismo, estaba muy cambiando, tenía bigote, se veía raro, tenía un aspecto feo, como de un vagabundo; Nicolás no lo creía. Sus rulos, los rulitos de caca como él decía, estaban ahí, intactos. Sus hermoso ojos en los que solía perderse horas y horas. Su voz, con la que esperó que le hablara todo estos años. Estaba ahí...

-tú...- se arriesgó a decir, su mundo se dio vuelta, lo miraba con melancolía y con nostalgia. Ambos estaban callados, Nicolás estaba desesperado porque no sabía que hacer, en su corazón sentía una gran felicidad pero a la vez miedo, ¿miedo de qué?, ni él lo sabía.

Nicolás se paró tiritando, estaba llorando al igual que Jaime. Pero Nicolás en vez de enfretar a su sueño, su temor, su corazón. Se acobardó y salió corriendo por la puerta, él sentía que no estaba preparado. Jaime sin quedar de brazos cruzados, corrió tras él.

Nicolás salió lo más rápido de ese bar y escondió en un callejón, "¿Cómo es que una persona puede poner así a la otra?" Se planteó de nuevo la pregunta, la pensó una y mil veces, se pegaba la cabeza con la pared; y fue cuando el apareció y lo arrinconó.

-Nico..- se acercó a él.

Tenía el corazón en la garganta, estaba nervioso; la vista se le fue a negro y cayó, pero por suerte Jaime estuvo ahí para sostenerlo.

-no te volveré a perder- dijo Jaime sosteniendolo entre sus manos, abrazandolo muy fuerte, y besandolo en su inconsciencia...

Mon Coeur, después de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora