Esto solamente es un sueño grande y feo. Me tiré al suelo, y cuando me golpeé y lancé un grito de dolor, me convencí de que no estaba soñando. Miré hacia arriba y vi a mi jefe que me miraba con una ceja levantada, mientras el hombre con su equipaje dejaba todo en el centro de la casa.
-¿Has terminado ya?- Me mordí el labio y me levanté.
-Lo siento, solo estoy un poco sorprendido.
-Asi estaba yo cuando llegué a casa y todo estaba horriblemente carbonizado.- Rode los ojos. Dramático.
-Y una vez más lo siento por eso. Pero, ¿es realmente una buena idea que te quedes aquí...conmigo?- ¡Con tu condenado secretario! Cruzo los brazos sobre su pecho y luego me di cuenta de que no estaba en traje. Una camisa a cuadros sencilla y un par de jeans oscuros le daban un aspecto simple y, me atrevo a decir, no como un imbecil.
-Ya he explicado que esta es la solución libre a mi problema. A menos que estés dispuesto a darme el pago inmediato de los daños a mi casa.
-¿Cuánto?
-17 000 euros sin incluir los muebles.- ¡Bueno, entonces eso lo cambia todo!
-¡Bienvenido a casa Jefe!
-¿En donde está tu habitación?- Incliné mi cabeza hacia un lado y señalé la puerta a su izquierda.
-Es la única habitación en el apartamento. Pensé que tal vez tú..
-Bien entonces. Voy a esperar aquí hasta que la limpies y guardes tus cosas personales.- ¡Es mi maldito apartamento! ¡El lugar en sí me pertenece!
-P-pero, yo...- Me detuve cuando el flash de 17 000 euros pasó por mi cabeza.
-¿Sucede algo, Bill?- Ahora estaba sentado en mi sofá, con una pierna cruzada sobre la otra. Si las cosas no estuvieran sucediendo de esta forma, entonces lo habría encontrado increíblemente sexy.
-No, ya regreso.- Corri a mi habitación y cerré la puerta. Mirando a mi alrededor, se me ocurrió que un poco de orden ayudaría. Volví mi atención a mi cama que era una maraña de sábanas y mantas. Rascandome la cabeza, de mala gana comencé a enderezar las cosas y cambiar las sábanas y fundas. Cuando me di cuenta que faltaba una almohada, me volví y encontré a Sam descansando en la parte superior de una de las almohadas que había en el suelo.
-Vamos, damela.- Me miró por un momento antes de levantar la cabeza para que pusiera recuperar la almohada. La amolde y cambie la funda. Una vez que la cama estaba decente, caminé por el pasillo y tire la ropa sucia en la lavadora y añadí jabón. Camine de vuelta y lo vi todavía sentado allí, ahora jugando con su teléfono. Solté un bufido y rode los ojos.
'Mocoso tacaño. Quedándose con su empleado obviamente pobre solo porque el no quiere gastar dinero en un hotel'. Entonces le recordé que yo había destruido su casa de 17 000 euros, sin decir el amueblado, y que era justo que se quedara conmigo.
-¡Pero no es justo!
-¿Perdón?- Vaya, lo dije en voz alta.
-Nada. Um, ¿puedo traerle algo de beber?- Bueno, no más pensamientos en voz alta para mí.
-Una botella de agua estaría bien. Oh, y sería de gran ayuda si llevas mi equipaje a tu habitación. Me gustaría desempacar un poco antes de ir a correr.- Me mordí la lengua y fui a la cocina a buscar una botella de agua. Se la entregué y luego me acerque a su equipaje. Traté de tomar el primer bolso y casi caigo al suelo. ¿Que demonios llevaba, ladrillos?
Con todas mis fuerzas, arrastre el bolso hasta mi habitación que tristemente se convertiría en su habitación por Dios sabe cuánto tiempo. Me senté a los pies de la cama y estaba a punto de salir de la habitación hasta que mis ojos vieron el espejo. Horrorizado, mire mi reflejo. Cabello despeinado, ojos hinchados por el sueño, mi camiseta colgando de un hombro y mis boxers...¡mis boxers! Oh Dios, mi jefe me vio en ropa interior. Podría haberme desmayado allí mismo. Lo que me impidió hacerlo fue su imponente voz preguntando:"¿Ya terminaste?" ¡Aish!
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Vestido con más ropa de la que preferiría usar en un domingo en casa, me acosté en el sofá mirando la televisión con poco interés. El Sr. Demonio saludable había salido a trotar hace treinta minutos después de acaparar mi cuarto de baño por un récord de treinta y cinco minutos. Suspire y tire mi pierna sobre el borde del sofá.
-Trabajo como un esclavo y ahora ni siquiera puedo tener paz en mi casa. Querida Santa Ramona ¿Que error cometí?
-¿Siempre haces eso?- Asustado, casi me caigo del sofá. Mire hacia arriba y vi la causa de mi desdicha parado en el umbral. Me aclare la garganta y desvíe la mirada.
-No, no todo el tiempo. ¿No te hablas a ti mismo alguna vez?- Se sacó los audífonos de la oreja y se los guardo en el bolsillo.
-No, voy a tomar otra ducha.- Gracias por el aviso. Suspire y me tiré al sofá, enterrando mi cara en uno de los cojines. Debo familiarizarme con mi nueva cama. Estaba a punto de iniciar una siesta hasta que oí un fuerte ladrido seguido de un "¿que diablos?".
-Oh, sí, debería haberle dicho que tenía un perro.- Me levante del sofá y me dirigí a abrir la puerta del dormitorio. Hubo dos cosas esperándome que no esperaba ver. La primera fue a mi jefe de pie en medio de mi cama agarrando su ropa interior y al segunda fue mi perro sentado cómodamente en la parte superior de una de las maletas.
-Esa cosa estaba sobre mi equipaje.- Ah, mi buen Sam. Acerqué mi mano a Sam y le hice señas para que viniera a mí. Sorprendentemente, vino de inmediato y se sentó a mis pies.
-Lo siento, no te lo dije. Este es mi perro Sam. Sam, el es mi jefe el Sr. Trümper.- Me agache y levante la patita de Sam, como si estuviera saludando. Al Sr. Demonio no le hizo gracia.
-Adorable. Ahora bien, si no te importa me gustaría tratar de escoger mi ropa sin ser bombardeado por esa cosa.- Es un perro, genio. Me encogi de hombros y dejé que Sam saliera de la habitación.
Hm, bueno, al menos debo tratar de divertirme un poco para mantener mi cordura.
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D̸E̸V̸I̸L̸ B̸O̸S̸S̸
Fanfiction-𝐀𝐝𝐚𝐩𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧- -𝐀𝐮𝐭𝐨𝐫 𝐨𝐫𝐢𝐠𝐢𝐧𝐚𝐥:𝐒𝐮𝐩𝐞𝐫𝐁𝐥𝐮𝐞 𝐒𝐨𝐥𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐟𝐫𝐚𝐬𝐞:𝐎𝐝𝐢𝐨 𝐚 𝐦𝐢 𝐣𝐞𝐟𝐞.