●Capítulo Dos●

14 2 1
                                    


•Tomando el control•

—Fuiste descortés, Nora, no tenías porque comportarte así. Son tu...

—No son nada mío, sombra, y tú, me mentiste—me acerco a ella—, estás jugando con fuego, sombra. ¿Quieres terminar cómo tu hermano? Puedo hacerlo realidad si tanto lo deseas.

Nos miramos fijo.

—¿Me matarías?

—Si, si vuelves a jugarme sucio con información lo voy a considerar como si tu vida no te importara. No vuelvas a hacerlo, o terminarás muy mal.

—Jamás podré hacerte daño, me siento en deuda por lo que mi hermano te hizo y sé que nada de lo que haga lo cambiará. Así que por ello, juro jamás dañarte.

—No quiero que me jures lealtad por algo que ya paso y cobre. Si me juras lealtad es por no querer que yo decida cómo y cuando morirás, sombra. Esa es la honesta forma de jurarme lealtad, con tu miedo.

Suspiro hastiada.

—Tu verdadera lealtad te salvará del infierno en el que convertiré  este lugar pero, vuelve a cometer algo así y te haré tu propio infierno en la tierra.

Me voy de ahí y paso por la habitación que fue de mi padre hace años, no deje que nadie la tomará en todo este tiempo. Este tipo de habitación solo podía pertenercerle a alguien como mi padre.
O a alguien con su digna sangre.

Por ello me adentro, todo esta como la última vez de hace tanto tiempo.

Mis ojos recorren una bolsa en un rincón que muestra el último traje de gala que vistió.

Mis pies se mueven solos a el. Mis manos se extienden deseosas que la distancia se haga mínima.

Cuando siento la textura, la garganta se me cierra con el nudo que se me hace en ella. Mis dedos tocan mas tela detrás de el traje, un poco mas delicada que la del traje.

Es el vestido negro con lunares blancos que llevaba yo.

—Siempre sentí curiosidad por este cuarto, el porqué era tan importante para ti, ahora entiendo todo.

No respondo ni replico, no hago nada mas que perderme entre recuerdos al ver los vestuarios de gala.
Una nube negra se pone sobre mi cabeza para lloverle mas recuerdos negros, consumistas.

Letales.

—Papá —lloro en su hombro sin que lo note—, ¿me quieres aunque no sea bonita?

—¿Qué dices, Nora?, ¿Por qué no te querría mi amor? —me envuelve en sus brazos como siempre. Su mano acaricia mi pelo del mismo color que el suyo. —, eres mi hija, Nora. Eso te hace mas que querida por mi.

En el vestido negro con lunares blancos caen mis lágrimas, evito que papá lo note. Él odia verme llorar.

—Nunca vuelvas a decir algo como eso, cara mía. Te quiero, te amo, todo mi amor es para ti, cara.

Papá no las ve, pero yo sí.

Mamá y mis hermanas escuchan detrás de la puerta, furiosas.

MounstroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora