●Capítulo Uno●

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El regreso.

El aire me despeina cuando bajo de la camioneta que se estaciona frente a la mansión oficial, casa de todo alcalde que ha tenido este lugar. Me trae demasiados recuerdos, y no bonitos.

Me acerco a las pesadas puertas de roble y estas se abren. Mi cuñada se acerca y me abraza. Odio el contacto físico que no permito, pero lo dejo ser. Me ha sido útil.

—Has venido—dice.

—He venido—hago mas obvio lo obvio.—, ¿cómo va todo?—me suelta y lo agradezco.

—Mal, cada día come menos y ya casi no puede sostenerse. Esta siendo difícil.

—¿De qué me hablas?—mi pregunta la calla y me mira raro.

—¿Cómo de qué te hablo? De mi hermano, has preguntado.—me quito los lentes negros.

—Si, pregunte, pero no por él. Pregunte sobre negocios, sombra.

La he dejado muda.

—Ya que no puedes responderme, muévete—se hace a un lado y entro. Todo esta cómo lo recuerdo, pero algo huele muy mal.

Escucho voces en el comedor y camino para allá, ya entiendo porque olía mal. Al entrar al comedor, mi esposo esta siendo atendido encarecidamente por su puta y ex.

Lo que él cree que no sé.

Hago resonar mis tacones contra el suelo llamando su atención. Su puta se asusta y deja caer la cuchara que sostenía.

—No la pasas nada mal, esposito—dejo mis cosas caras sobre la mesa.—, creí decirte que no te quería en mi casa—le hablo a su puta—, la apestas a zorra.

Vanessa deja de limpiar lo que ensucio al dejar caer la cuchara.

—Siempre tan linda, Nora—se acerca a mi—, ¿celosa?

—¿De esa momia sentada? Por favor, me ofendes Vanessa. La puta eres tú, no yo.

Su cara se desencaja en molestia.

—Largate—ordeno—, tu olor a zorra irrita mi fino olfato.—quiere intentar algo, pero desiste en el último momento.

Sonríe y sale.

Yo me fijo en mi esposo, esta mas pálido de lo que esta por su enfermedad.

—Ni casi agonizante dejas de ser tan cabrón—me acerco a él—, poco a poco estas dando tus últimos alientos. Una pena en serio, ya no eres ni la sombra del hombre que me compró.

Tose y empieza a tener problemas para respirar, no me muevo. Lo observo luchando para sobrevivir.
Señala algo cerca de él, veo donde señala y capto las pastillas en su frasco.

—¿Lo quieres o lo necesitas?—pregunto burlandome de él—, no escucho respuesta, Arthur.

Se agarra la garganta.

—Tsk tsk, me gusta tener respuesta a mis preguntas, esposito, lo sabes así que. ¿Lo quieres o lo necesitas?

Sé que no puede responder, pero no me importa nada.

MounstroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora