●Capítulo 3●

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•Todos tienen un precio•

La madre de Emiliano, Patricia, la mejor costurera del pueblo entra como loca e ignorante a mi comedor donde su hijo disfruta de un buen desayuno, no como sus mierdas de comida que le dejaba al irse de zorra.

—¡Emi mi amor! Estaba tan preocupada por ti—lo abraza de manera brusca, sus manos marcan su piel blanca y eso no me gusta. Solo yo puedo marcarlo. —, ¿por qué no te quedaste con los Wybern?

—¿Por qué usted no pensó en su hijo antes de irse de zorra?—sombra se atraganta con el bocado que apenas llevo a su boca. Patricia me mira ofendida.

–¿Disculpe?

—No, no disculpo que ponga su coño antes de su hijo—se molesta pero no dice nada—, termina de desayunar Emiliano, tu madre y yo tenemos que hablar.

Retiro la servilleta de mis muslos para levantarme. Patricia no quiere soltar a Emiliano, le pide ayuda con la mirada a mi sombra,  pero ella la evita.

Chica inteligente.

La mirada que le lanzo a Patricia no le deja otra opción mas que seguirme al despacho de la casa. Patricia entra muy digna e intenta directamente sentarse pero la detengo con mis palabras:

—No te he dicho que tomes asiento, maleducada—me pongo frente a ella y la observo. Intenta sostener mi mirada pero no lo logra, obviamente.—, esto no tardará mucho en realidad, sólo quiero saber tu precio.

—¿Mi precio?—saco una de mis chequeras—, ¿mi precio sobre qué?—piensa algo–, ¿quiere que le confeccione algún diseño especial?

Suelto una carcajada.

—Por favor, yo no visto telas baratas, Patricia. Tu precio jamás alcanzará el monto de las telas que visto, no seas patética.

—¿Entonces?

—Quiero el precio por desaparecer después de que me entregues la total custodia de Emiliano.

Jadea.—, ¡¿Qué?! Acaso esta loca, ¿por qué le entregaría  a mi hijo?

—Porque no lo quieres, es el producto de aquel amor que no termino bien. La razón para ser la desgracia y ser repudiada de tu familia de alcurnia. Es todo por lo que lo odias.

Queda boquiabierta por todo lo que sé.

—¿Cuál es tu precio, Patricia?—me mira, analiza todo. La chequera le pinta muy bien.

—¿Cómo sabe todo eso?, ¿Quién es usted?

—Soy alguien que no quieres que haga las cosas por las malas, Patricia. Acepta mi buena voluntad de darte mucho dinero para que desaparezcas y olvides que tuviste un hijo, empezar de nuevo.

Mis palabras la endulzan y la llevo a donde quiero.

—¿Me dará mucho dinero?—sus ojos brillan—, ¿lo que yo quiera?

—Pide ahora que te estoy dando la oportunidad, mi buena voluntad dura poco.

Su boca la mata y antes de irse me deja su firma plasmada para tener lo que quiero. Mi nueva posesión, el único tesoro que hay en este lugar mediocre y desagradable.
Sombra no lo cree, se pierde con mis palabras.

MounstroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora