𝘼𝙘𝙩 𝙤𝙣𝙚

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𝘼𝘾𝙏𝙊 𝙐𝙉𝙊

𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗚𝗜𝗡𝗡𝗜𝗡𝗚

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𝗧𝗛𝗘 𝗕𝗘𝗚𝗜𝗡𝗡𝗜𝗡𝗚


























𝗨𝗡𝗔 𝗖𝗔𝗜𝗟𝗬𝗡 𝗗𝗘 𝗡𝗨𝗘𝗩𝗘 𝗔𝗡̃𝗢𝗦 𝗖𝗢𝗥𝗥𝗘𝗧𝗘𝗔𝗕𝗔 𝗣𝗢𝗥 𝗘𝗟 𝗗𝗜𝗦𝗧𝗥𝗜𝗧𝗢 𝗖𝗢𝗡 𝗗𝗘𝗦𝗧𝗜𝗡𝗢 𝗔 𝗦𝗨 𝗖𝗔𝗦𝗔. Llevaba en la mano un ramo de katniss, la planta favorita de su madre. Siempre le contaba como ella esperaba a que se cosecharan cada año para poder degustarla, por eso mismo le encantaban los veranos. Este, desgraciadamente, no pudo comerlas. Estaba embaraza, por lo que no podía ir a recogerlas así que Cailyn le trajo la flor.

La emoción de Cailyn era palpable. Tener un hermanito más la llenaba de felicidad, pero estaba inquieta. El parto en la familia de su madre era complicado. Muchas mujeres de su familia habían muerto a causa de los embarazos, como si de una maldición se tratase. La pequeña tenía la corazonada de que su madre era inmune a aquella "maldición", ya que, aunque se le había dificultado los dos partos que ya había tenido, su madre seguía sana y salva. Y esta no iba a ser una excepción.

Cuando llegó a su casa, saludó a su padre y corrió a la habitación en donde reposaba su madre. Abrió la pueta y la vio acostada mientras acariciaba su ya notable barriga. La mujer levantó la cabeza y sonrió al ver a su pequeña hija. Palmeó el lado libre de la cama y Cailyn no dudo en correr hasta ella. Se subió a la cama y besó la mejilla de su madre. Esta acarició su mejilla con amor. Luego, la castaña dirigió su mirada a la barriga y apoyó su oreja para poder escuchar a su futuro hermanito.

- ¿Dónde estabas cariño?

- He ido a coger katniss para ti.- la niña sacó el ramo y se lo dio a su madre.

La rubia olfateó las flores y comió una, disfrutando del agradable sabor. Cailyn sonrió contenta al ver a su madre. Para ella, su madre era la mujer más maravillosa del mundo. Muchas niños envidiaban la gran conexión que compartía Cailyn con su madre. Olive era una mujer encantadora y hermosa en todos los sentidos. Su cabello era rubio casi blanco y sus ojos de un hermoso azul cielo, desde pequeña habían envidiado su increíble belleza, la cual sus hijos habían heredado. Y su carácter era encantador. Su voz siempre sonaba dulce y relajante, sus sonrisas eran contagiosas y sus muestras de cariño eran las mejores.

- Muchas gracias, mi amor.- besó la coronilla de su hija.- Parece que este año han salido antes, ni siquiera ha pasado la cosecha.- realizó una mueca al igual que su hija.

La cosecha.

Olive veía la cosecha como algo repugnante. ¿Por qué debían pagar los niños por cosas que los adultos habían provocado? Cuando se hicieron los primeros juegos, su pequeña Cailyn solo tenía dos años, y en un futuro ella podría ser cosechada al igual que Edward y el bebé que esperaba. No podría imaginar el dolor si alguno de ellos fuera elegido para jugar. Ella misma mataría a quien fuera con tal de que no le arrebataran a ninguno de sus pequeños.

Edward apareció por la puerta en brazos de su padre. Ambos les sonrieron a las mujeres y se sentaron junto a Cailyn. Ahora todos reunidos contaban anécdotas del romance de los mayores, digno de un cuento de hadas. Cay siempre había soñado en tener una relación tan bonita como la de sus padres en un futuro y una gran familia a la que amar. Sin embargo, también quería hacer algo más con su vida, pero todavía era muy pequeña como para saber que querría ser más adelante. Aún tenia mucho tiempo por vivir.

Las risas y sonrisas pronto se convirtieron en miedo y llantos. Su madre se había puesto de parto antes de tiempo. Su padre corrió en busca de algún médico que los ayudara mientras que Edward lloraba aferrado a su hermana. Cailyn no estaba mejor, las lágrimas no paraban de salir de sus ojos, frustrada por no poder ayudar a su madre.

- Tranquilos, pequeños, todo va a salir bien.- su madre intentaba tranquilizarlos pero el dolor no la ayudaba.

Su padre estaba tardando y Olive no iba a poder durar mucho más. Con lágrimas en sus ojos, llamó a Cailyn para que se acercara.

- Prométeme que cuidaras de tus hermanos.- Agarró la pequeña mano de su hija y la besó como pudo.

- Lo prometo.- Cailyn sollozaba levemente para no alarmar más a su hermano, pero ella sabía que su madre no aguantaría mucho.

Cansada de esperar, comenzó a empujar, intentando sacar al bebé. Cailyn, al ver los intentos de su madre, se subió a la cama para ayudarla. Olive gritaba y ejercía toda la fuerza que podía mientras que la pequeña intentaba sacar al bebé. Minutos después, con todas sus manos ensangrentadas, sacó a la niña.

- Es una niña mamá.- sonrió a su madre

- ¿Está bien?- preguntó Olive con un atisbo de voz.

Cailyn agarró la mano de la niña y comenzó a agitarla suavemente. Poco después, la niña lloró, indicando que respiraba.

- ¡Está viva, mamá! ¡Está..!- su voz se apagó al ver a su madre con los ojos cerrados. Enrolló a la bebé con unas sábanas y la dejó en la cuna que había sido antes de ella y de Edward. Se acercó a su madre con algo de miedo y agarró su mano.

- Mamá, despierta, Haycinht quiere conocerte.- susurró. Al ver como su madre no respondía, enterró su cabeza en la mano de esta y lloró desconsolada. Una pequeña mano hizo que se diera la vuelta.

- ¿Mamá está bien, Cay?- preguntó su pequeño hermano de tan solo tres años. La mayor le sonrió de la manera más dulce que pudo y lo agarró para abrazarlo.

- Ella está bien, Ed. Solo está cansada.- mentirle era lo mejor que podía hacer ahora. Y tampoco era capaz de admitir en voz alta que su madre acababa de morir. Ya nunca escucharía su voz ni tampoco vería su sonrisa. No volvería a sentir los cálidos brazos de su madre ni volvería a agarrar sus manos. Había quedado un hueco en su corazón que nadie podría llenar.

Y desde ese día, había jurado que no tendría hijos.















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𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 & 𝐓𝐄𝐀𝐑𝐒❄︎ ᶜᵒʳⁱᵒˡᵃⁿᵘˢ ˢⁿᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora