1. Scarlett Hollow

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Corría lo más rápido que sus piernas le permitían, apartando sin cuidado las ramas que entorpecían su camino y arañaban por todas partes su cuerpo

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Corría lo más rápido que sus piernas le permitían, apartando sin cuidado las ramas que entorpecían su camino y arañaban por todas partes su cuerpo. El viento azotaba contra ella y con el corazón acelerado siguió sin mirar atrás, lo sentía detrás de ella, el lobo estaba a punto de atraparla y cuando tuvo la esperanza de poder escapar, unas manos la hicieron presa de nuevo.

—¡Winter... Winter despierta!

Grité aterrada al sentir aquellas manos sujetarme, al abrir los ojos, unos grises me miraban tras la oscuridad que se cernía entre nosotros.

—¡Despierta!

Me levanto de golpe, sudorosa y con la respiración agitada, delante de mí estaba mi padre, sentado a los pies de la cama. Me paso las manos por la cara, apartando de ella los pelos revoltosos que se habían soltado de la trenza. Mi padre me miraba preocupado, intentando descifrar que me sucedía.

—¿Cielo estás bien? —Pregunta cauteloso con su acento británico, siempre me resultó algo graciosa su forma de hablar tan marcada—. Te escuché gritar desde abajo. —Posa una mano en mi hombro, apretándolo suavemente para reconfortarme.

Lo analizo aun con la angustia en el cuerpo, sus ojos parecían casi idénticos a los de aquel hombre, por un segundo... <<No, solo fue una pesadilla>> Me aparto disimuladamente, privando de la comodidad de la cama a mi cuerpo y me dirijo al baño.

—No hacía falta que vinieras, solo fue una pesadilla. —Respondo cortante, mirándome en el espejo.

Observo mi rostro, cansada de la misma visión de siempre, las grandes ojeras por la falta de sueño se hacían cada vez más notorias sobre mi piel pálida. No importaba la estación, ni la cantidad de protección solar que me echase, lo único que lograba conseguir tomando el sol era ponerme del color de una gamba. Por suerte, en Londres el sol brillaba por su ausencia, por lo que eso no suponía un problema para mí.

Sonrío sin gracia manteniendo la lucha de miradas conmigo misma antes de mirar a mi padre en el reflejo. Se había apoyado en el marco de la puerta, parecía algo más cansado de lo normal.

—¿Vas a ver a Jenny antes de que salgamos? Puedes decirle que pase por casa si le apetece.

Jenny era la única amiga que había conservado desde la infancia. La conocí con 7 años, era la chica más alegre de todo el colegio, estaba llena de energía e ilusión. Sin impórtale lo diferente que era de ella, o lo que decían de mí, se acercó a mi ofreciéndome su amistad, poco después se convirtió en mi mejor amiga, y así llegamos hasta el día de hoy. Sonrío levemente recordando momentos del pasado. A veces podía llegar a ser un poco pesada, pero con solo mirarla ya entendía lo que pensaba, siempre nos habíamos entendido muy bien.

—No puede, tiene clases en el conservatorio toda la mañana. —Hago una mueca, sí que tenía ganas de verla.

—Bueno, al menos podréis comunicaros por el teléfono.

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