5. Verdades

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WINTER

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WINTER

—¿Señorita? ¿Me está escuchando? —Pregunta, mirándome con unos espectaculares ojos azules y una ceja levantada, algo irritado.

—Eh...No. —Abro los ojos de golpe— ¡Quiero decir, sí! Lo...Lo estoy escuchando. —Se me escapa una risa nerviosa, por dentro me maldigo por ser tan patética.

—Ya, claro. —Se le curva una esquina de los labios, pero enseguida vuelve a su seriedad anterior—. Soy James Evans, detective privado. —Saca su placa, mostrándomela—. Estoy investigando un antiguo caso relacionado con la familia Blackwood, ¿sabría usted si está Adelina Blackwood en casa?

<<¿Adelina?>>

—Lo siento, no conozco a ninguna Adelina... —Respondo, frunciendo ligeramente el ceño, recordando la historia que me contaron los chicos sobre la mansión.

—Esta es la única dirección señalada en los informes, a parte de la mansión, la residencia de Adelina, ¿es que la casa fue vendida? —Insiste.

—No, esta es la casa de mi abuela, Alina Blackwood.

—Alina... —El hombre mira el fichero que lleva, pasando las hojas y me vuelve a mirar—. Deberá de ser un error de redacción, entonces, mis disculpas. ¿Habría alguna manera de hablar con ella en ese caso?

—Será difícil, a no ser que veas fantasmas... —Respondo, con algo de ironía—. Está muerta.

El hombre tampoco muestra una gran reacción ante la noticia, saca un bolígrafo de su bolsillo y escribe en el fichero.

—Lo lamento, tampoco estaba apuntado.

La curiosidad me inunda al verlo redactar, ¿Para qué querría hablar ahora con ella? Cruzo los brazos apoyándome en el marco de la puerta, interesada.

—¿Hay algo en concreto que quiera saber?

El hombre, de aspecto elegante y porte impecable, estudia mi rostro con una mirada que no logro descifrar. Es como si estuviera sopesando cuánto decirme, o si debería decirme algo en absoluto. La tensión se empieza a notar en el ambiente.

—No puedo darle información clasificada, pero digamos que el incidente de la mansión nunca tuvo respuestas, y mi trabajo aquí es encontrarlas. —Responde finalmente, su tono seco y evasivo. Sin embargo, esa respuesta solo aviva mi curiosidad.

—Encontrarlas... ¿Cuántos años después? —Me apoyo en el marco de la puerta cruzando los brazos.

—40, mas como siempre me gusta decir, nunca es tarde para la verdad. —Ante mi mirada inquisitiva, el hombre se da cuenta de que no me voy a conformar con una respuesta vaga, y suspira con resignación—. En aquella mansión pasó algo horrible, que con las condiciones de la época no se logró descubrir, y al final el caso acabó cerrándose.

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