Prólogo

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La noche ya estaba presente, pero esta vez no había rastro de luna en ella, dejando en manos del destino lo que la oscuridad pudiese traer, lo que la penumbra tratase ocultar.

Las puertas se abrían una tras otra, dando fuertes golpes al cerrarse tras su paso por el fuerte viento en aquellos inmensos pasillos, despoblados y fríos. Tropezando con los escombros continuó sin parar, con la respiración agitada y el corazón a punto de estallar, desesperada por escapar de aquel aterrador laberinto. Los fantasmas eran rápidos, casi más que su propia sombra, pero si algo tenía claro, era que saldría de esa maldita mansión.

El miedo la impulsaba a seguir, en ese momento era el único sentimiento que quedaba dentro de sí. Aunque su respiración doliera y sus piernas estuvieran cansadas, no podía parar de correr, deseaba abandonar aquel lugar condenado por el sello de sangre.

En un rápido movimiento abrió la imponente puerta principal, para salir dejando atrás todo lo que había creído, y con tan solo la verdad en su posesión. Antes de perderse por el bosque no pudo evitar echar un último vistazo a la mansión, que supuraba pena y dolor por cada rincón. La niebla la rodeaba, tratando de ocultarla, como si realmente supiese todo lo que esta escondía.

La chica secó la única lágrima que recorría su mejilla, y con una expresión de odio y rabia habló antes de alejarse.

—Lo siento. —Su voz solo fue un murmullo en la noche.

Con un juramento se alejó del lugar, dejando por testigo tan solo a las estrellas, y de esa manera, su figura desapareció.

Esa noche, la verdad fue destapada, las mentiras fueron desveladas, únicamente para ser enterradas de nuevo... Y esta vez, no habría nadie para encontrarlas.  




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