Capitulo once.

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Como había prometido Samantha, guió a los Luthor hasta el antiguo refugio de Lena. Cuando sus ojos se posaron en la austeridad y decadencia del lugar, su percepción sufrió un golpe brutal. Lena, habituada a la opulencia y las comodidades, había tenido que enfrentar la realidad de vivir en ese sitio prácticamente en ruinas. ¿Cómo habían llegado a tal extremo de desolación? La mirada entre madre e hijo, cargada de preguntas y reproches silenciosos, fue inevitable.

Lex exploró el lugar, pero estaba desolado, a excepción de una caja solitaria en el suelo. Sin dudarlo, la abrió, buscando desesperadamente algún rastro de su hermana. Sin embargo, lo que descubrió fue mucho más desgarrador.

Allí, en esa caja húmeda y deteriorada, descansaba una fotografía de ambos. Por alguna razón inexplicable que en ese momento no pudo comprender, Lena había conservado hasta hace poco una foto de ambos en su infancia. Al verla, una promesa olvidada resonó en su mente: “Yo jamás te voy a abandonar, Len. Soy tu hermano mayor, mi deber es protegerte, por eso jamás estarás sola.” En ese instante, supo que la había traicionado.

Lillian, con un gesto maternal pero vacío, tocó el hombro de su hijo. Este, perturbado, se apartó de su contacto, se levantó y abandonó la habitación con una misión en su interior: encontrar a Lena.

El aire frío de la noche azotó su rostro al salir de la casa, un crudo recordatorio de la dura realidad que Lena había enfrentado. La luna, testigo mudo de su determinación, iluminaba el camino, creando sombras que parecían bailar con cada paso que daba. No sabía dónde comenzaría su búsqueda, pero estaba decidido. Iba a encontrar a Lena, a su hermana, y haría todo lo posible para enmendar el error que había cometido. Aunque honestamente no sabía si sus actos lograrían el perdón que su alma necesitaba.

¿Si hubiera sido al revés, podría perdonar a Lena y su madre?

No.

Claro que no.

Samantha, con su característica empatía, acompañó a Lillian hasta su hogar. El trayecto fue silencioso, cada una inmersa en sus propios pensamientos, sus mentes un laberinto de emociones. Al llegar, Samantha asistió a Lillian para bajar del vehículo, ofreciéndole su brazo en un gesto de apoyo y solidaridad.

Una vez en el interior, Samantha se movió con una gracia y eficiencia tranquilizadoras, preparando una taza de té caliente, sabiendo que la bebida siempre había servido de bálsamo para los nervios de Lillian. Mientras el agua se calentaba, Samantha condujo a Lillian hasta el sofá, ayudándola a acomodarse entre los cojines mullidos.

-Lillian, sé que este es un momento difícil,- comenzó Samantha, su voz suave pero firme cortando el silencio de la habitación. -Pero quiero que sepas que no estás sola. Estoy aquí para ti, para ayudarte en lo que necesites.-

Lillian asintió, las palabras de Samantha proporcionándole un pequeño consuelo en medio del torbellino de sus emociones. Aunque el camino que tenía por delante estaba lleno de incertidumbre, la presencia de Samantha le infundió una sensación de calma y seguridad. Juntas, se sentaron en silencio, esperando que el té estuviera listo, mientras la noche envolvía la ciudad en su manto oscuro, con la promesa de un nuevo amanecer.

Cuando Lex regresó a la casa de Samantha una semana después, se encontró con la sorprendente noticia de que Lillian ya no estaba allí. Había tomado la decisión de mudarse al antiguo hogar de su hija, buscando un refugio en el lugar que una vez fue testigo de los días de Lena. Curioso y preocupado, Lex se dirigió rápidamente hacia la nueva morada de su madre.

Al llegar, se encontró con un escenario inesperado. Lillian estaba tranquila y relajada, rodeada de un ambiente que había decorado con esmero y buen gusto. El lugar irradiaba una sensación de paz, como si Lillian hubiera encontrado un refugio en medio de la tormenta emocional que los envolvía.

Entre copas y consecuencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora