Capitulo díez.

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Kara no respondió a la pregunta de Lena, sin embargo, se mantuvo observándola por unos instantes. ¿Era de verdad? Se preguntaba. Aquello pareció impacientar a la azabache, ya que al no obtener más que aquel simple acto, se sentó en la cama, prendió la segunda luz de la mesa de noche y quitó la parte superior de su pijama. Luego jaló a Kara sobre su regazo. La ojiazul no dejaba de ver sus ojos que notaban una chispa de emoción, algo nuevo. Cuando bajó su mirada, notó los pechos de Lena, tan pequeños con aureolas color café claro, su piel pálida. Se estaba perdiendo en esa imagen tan perfecta.

Lena: Puedes tocar.

Kara: ¿Puedo?

Lena: Sí, sí puedes. - Sonrió. - Hazlo. - La insistió y no tardó mucho en sentir los dedos de la rubia tocando su piel, haciendo círculos alrededor de su seno como si intentara recordarlo. Cuando presionó con su mano uno de ellos, Lena no lo resistió y apoyó su frente contra la de la joven. - Chupa. - Pidió en voz baja y Kara accedió de inmediato. Pasó su lengua por la piel y luego chupó el pezón se deleitó con él hasta que estuvo duro y sensible en su boca. Lena ya se encontraba acostada en la cama con los ojos cerrados y las manos en la cintura de la chica que la montaba a horcajadas.

Kara: Quiero más. - Susurró en su oído.

Lena: No puedo, lo siento.

Kara: ¿Te he hecho daño? - Preguntó sorprendida.

Lena: No, para nada. Simplemente nunca he hecho esto y no quiero ser un completo desastre.

Kara: Estamos en la misma situación. - Sonrió. - ¿Puedo abrazarte?

Lena: Sí... ¿Kara?

Kara: Sí.

Lena: ¿Por qué?

Kara: Nunca encontré a la persona especial hasta ahora.

Lena: Oh.

Kara: Buenas noches.

Lena: Buenas noches.

Con las primeras luces del día filtrándose por la ventana, Kara despertó. Giró hacia Lena, quien aún dormía profundamente. Convencida de que no tardaría en despertar, marchó a la cocina para preparar algo especial para el desayuno. Creó una variedad de platos mientras una suave melodía llenaba el ambiente de fondo. Al regresar, encontró a Lena todavía sumida en el sueño, pero ahora descubierta, sin más que su pantalón de pijama, el torso desnudo y expuesto.

Podría ser un atrevimiento dejarse llevar por sus deseos y aprovecharse de su estado de inconsciencia. Pero no pudo resistir. Dejó la comida en la cómoda junto a la cama y se despojó de parte de su ropa con delicadeza. Besó el cuello de Lena, apartando los mechones oscuros de su piel para luego trazar un camino descendente hasta sus senos. El frío de la habitación los había endurecido, y una vez que los tuvo en su boca, se dedicó a saborearlos con deleite.

En su embeleso, no notó que Lena había despertado al sentir el peso de Kara sobre ella. Con los ojos cerrados, se deleitaba con las sensaciones, hasta que sus manos, incapaces de resistir más, se posaron en la espalda desnuda de Kara. El sobresalto y la mirada de deseo compartida dejaron en evidencia lo que ambas sentían.

Ambas sabían que podían construir algo más profundo y significativo. Lena capturó los labios de Kara y después de un rato, se separaron para disfrutar del desayuno. El silencio no era incómodo, pero sí necesitaba ser interrumpido.

Kara: ¿Saldrías conmigo?

Lena: Por supuesto.

Kara: ¿Esta tarde?

Lena: Sí.

Después del desayuno, ambas comenzaron su día con una serie de actividades. Lena se perdió en la sala, sumergida en sus libros nuevos y papeles que debía organizar, mientras que Kara se dedicó a su habitación de arte, tenía en mente unos proyectos nuevos. A pesar de sus ocupaciones, encontraban momentos para compartir miradas y sonrisas, pequeñas interacciones que mantenían viva la chispa entre ellas.

A medida que la tarde se acercaba, ambas se prepararon para su cita. Se vistieron con cuidado, eligiendo atuendos que reflejaban su personalidad y estilo. Lena optó por un elegante vestido negro, mientras que Kara se decantó por una blusa azul y una falda de corte A.

Primero, se dirigieron al parque. Pasearon por los senderos, disfrutando del aire fresco y la belleza natural que los rodeaba. Se sentaron en un banco, observando a los niños jugar y a las parejas pasear. Rieron, charlaron y compartieron un helado, disfrutando de la simplicidad del momento.

Luego, se dirigieron a un museo cercano. Recorrieron las salas, admirando las obras de arte y discutiendo sus interpretaciones. Lena, con su conocimiento en historia del arte, le explicó a Kara el contexto y el significado detrás de cada obra, mientras que Kara, con su curiosidad innata, formulaba preguntas y comentarios que profundizaban su apreciación.

Cuando llegó la hora de la cena, se dirigieron a un hermoso restaurante que Kara había reservado. Era un lugar encantador, con una atmósfera cálida y acogedora. Disfrutaron de una cena deliciosa, compartiendo risas y conversaciones profundas. La velada fue la culminación perfecta de su día, una confirmación de la conexión especial que compartían.

Al final de la noche, ingresaron dentro del departamento y por deseo propio sellaron todo lo ocurrido con un beso suave y prometieron repetir la experiencia pronto. Tanto Lena como Kara sabían que este era solo el comienzo de algo hermoso entre ellas, pero por habías razones en la intimidad lo llevarían con calma.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Samantha recibió a Lex y Lillian. La mujer, evidentemente al final de todo, había decidido seguir a su hijo y ahora ambos estaban dispuestos a buscar a Lena. Era necesario tener una conversación, y Samantha les aseguró que podía llevarlos en la mañana. Esto dejó a Lex y Lillian un poco más tranquilos, sabiendo que pronto tendrían la oportunidad de hablar con Lena.

A la mañana siguiente, Lillian decidió dar un paseo antes de encontrarse con su hija. Optó por visitar un parque que le ofrecía cierta privacidad debido a su ubicación apartada. Una vez allí, se sentó en un banco, sintiéndose tranquila pero inquieta al mismo tiempo. ¿Qué le diría a Lena? ¿Cómo la recibiría después de que la abandonaran de la noche a la mañana? Especialmente después de presenciar la escena de anoche, cuando bajó por agua y vio a Lex con Samantha hablando de todo lo malo que paso. Lillian sabía que su hija estaba herida, aunque no lo había demostrado mucho frente a Samantha. Como abogada, conocía bien a su amiga y sabía cómo Lena podía desilusionarse rápidamente y anoche no dudo en dejarlo claro. Samantha se había endeudado para ayudar a su hija, la había apoyado en la búsqueda de un hogar y trabajo, mientras que ellos... ellos se habían quedado en Irlanda, disfrutando de sus comodidades mientras Lena atravesaba el peor momento de su vida. ¿Eso era perdonable?

Cuando Lillian bajó la vista hacia su reloj de mano y vio la hora, se dio cuenta de que el tiempo había volado y debía regresar. Pero justo en ese momento, miró hacia su costado y la vio. Lena estaba besando a una joven rubia. ¿Cómo era eso posible? Se acercó un poco más y confirmó que era ella. Lena estaba sonriendo mientras disfrutaba de un desayuno en el parque con la joven, quien la besaba en la mejilla o en los labios de vez en cuando. Parecían realmente felices juntas.

El corazón de Lillian se llenó de emociones encontradas. Por un lado, sentía alegría al ver a su hija sonriendo y disfrutando de la compañía de alguien. Pero también se sentía culpable por haber estado ausente durante un momento tan difícil en la vida de Lena. Ahora, más que nunca, se daba cuenta de la importancia de enmendar las cosas y estar presente para su hija.

Con determinación en sus ojos, Lillian decidió regresar al lugar anterior. Estaba lista para enfrentar las consecuencias de sus acciones pasadas y hacer lo que fuera necesario para reconstruir su relación con su hija.

Lena y Kara despertaron con una energía vibrante, decididas a aprovechar al máximo el hermoso día que les esperaba. Mientras se preparaban para el día, a Lena se le ocurrió una idea improvisada: organizar un desayuno en el parque. Quería sorprender a Kara y crear un momento especial juntas, lleno de alegría y complicidad.

Con renovado entusiasmo, Lena reunió rápidamente todo lo necesario para su festín al aire libre. Preparó meticulosamente una cesta llena de exquisitos pasteles, una variedad de frutas frescas y una jarra de jugo recién exprimido. Asegurándose de tener un lugar cómodo para sentarse, también empacó una manta suave, lista para ser desplegada en medio del abrazo de la naturaleza. Kara observaba con una sonrisa adoradora mientras Lena se movía con entusiasmo, contagiándola de su alegría.

Al llegar al parque, buscaron un rincón apartado bajo la sombra de un majestuoso árbol. Extendieron la manta y se acomodaron, listas para disfrutar de su desayuno al aire libre. Lena y Kara comenzaron a conversar animadamente, compartiendo historias divertidas y anécdotas encantadoras de sus vidas. La risa brotaba sin restricciones, llenando el aire de una alegría etérea que parecía bailar a su alrededor.

Mientras disfrutaban de la deliciosa comida, Lena y Kara no pudieron evitar expresar su afecto la una por la otra. Entrelazaron sus manos, se abrazaron y se dieron besos tiernos en los labios. No había miedo ni inhibiciones, solo una conexión genuina y profunda que las unía.

El sol las bañaba con sus rayos dorados, creando un resplandor cálido en sus radiantes rostros. Lena y Kara sentían una abrumadora sensación de libertad y felicidad, deleitándose en la compañía de la otra sin preocuparse por el mundo exterior. Se permitieron ser expresivas con su afecto, sin importarles las miradas curiosas de los demás. Solo existían ellas dos, compartiendo un momento mágico y encantador en medio de la naturaleza.

El tiempo pasó volando mientras Lena y Kara continuaban su desayuno en el parque. La complicidad y la conexión entre ellas se fortalecían con cada palabra y cada gesto de cariño. Estaban en perfecta armonía, disfrutando de la compañía de la otra de una manera única y especial.

Cuando finalmente terminaron su desayuno, se recostaron juntas en la manta, mirando el cielo azul y las nubes que pasaban. Lena acarició suavemente el rostro de Kara y susurró palabras de amor y gratitud, ella la había salvado. Kara respondió con una sonrisa radiante, consciente de que había encontrado a alguien extraordinario en Lena.

En ese momento, el mundo parecía detenerse y solo existían Lena y Kara, compartiendo un amor puro y auténtico en medio de un día perfecto en el parque. Juntas, sabían que estaban escribiendo algo hermoso, algo que podía ser una historia de amor, uno que quedaría grabado para siempre en sus corazones si funcionaba.

Entre copas y consecuencias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora