La enorme pila de platos limpios se tambalea amenazante cuando dejo otra más a su lado. Por unos segundos sólo puedo contemplar como vacilante se inclina, poniendo mi antebrazo delante de ambas pilas en un intento de contener la catástrofe inminente. Por el rabillo del ojo localizo a la señora Chen -la jefa- que todavía sigue concentrada en una enorme libreta negra, apuntando todo lo que se ha hecho en el día de hoy en el restaurante. Vuelvo a echar un vistazo a los platos y, aliviado, confirmo que se han estabilizado las cosas. Rápidamente descargo la pila y la divido en dos más pequeñas. Lo que sea necesario para no recibir gritos en chino inentendible, me digo a mí mismo. Seco mis manos con uno de los trapos que tengo colgando del delantal y paso una de las bayetas por encima de las encimeras de acero. Pongo mis manos en jarra con actitud satisfecha.
Justo entonces, oigo alguien está maldiciendo en voz baja y advierto hábilmente la fuente del creciente malestar. Todavía queda una persona en el restaurante, justo en la zona de reservados con sofás. La señora Chen se levanta para acercarse a la caja. Contemplo el tablón de pedidos pendientes y, efectivamente, hay un pedido pendiente. Mi jefa tarda poco en asignarme la tarea dado que se limita a hacer un gesto con la barbilla, señalando hacía el último cliente de la noche. Quiere que eche a esa persona cuanto antes para que nos podamos ir todos a casa. A fin de cuentas, salvo Lin, su marido y ella misma, no queda nadie más. Con bastante desgana muevo la cabeza, asintiendo, para que ella vea que he captado su orden. Arrastro los pies pesadamente saliendo por la puerta de la cocina no sin antes coger una de las jarras de agua que todavía está llena. Conforme avanzo hacía la zona de sofás, me fijo que Lin todavía está terminando de doblar servilletas en un rincón. La señora Chen se lo ordenó hace casi media hora. Muy astuta la muy traicionera. Si te ven ocupado no te asignan más tareas.
Levanto ligeramente la jarra, con el pretexto de rellenar su vaso y auto invitarme a abrir la conversación ensayada de una forma menos brusca para despacharle rápidamente.
- ¿Aún no ha acabado?
Trato de no hacer contacto visual y veo que todavía tiene gran parte del menú intacto en los platos. También veo el vaso vacío así que celebro una pequeña victoria dentro de mí.
- ¡Hola!
Su tono amistoso me pilla desprevenido y es entonces cuando realmente presto atención en la cliente. Entro en pánico. No sé su nombre pero me acuerdo de su cara, jamás se me olvida un rostro. Va a mí mismo instituto, es más, es la pelirroja con pintas de hippie que siempre anda revoloteando alrededor de Stronghold. Estoy muerto.
- Hola...
La chica esconde sus manos debajo de la mesa, nerviosa. Soy consciente que me ha salido un tono bastante antipático pero me da igual. Había conseguido evitar exitosamente a todos los estudiantes del instituto desde que me había puesto a trabajar en la Linterna China. Incluso al profesorado entero cuando habían venido a celebrar el inicio del curso. Cambié de lugar con Lin durante dos horas para poder estar metido en la cocina, sin peligro a que alguno de ellos me reconociera si deambulaba por el salón.
- Vas a mi instituto. -sigue hablando, contra todo pronostico
Un sudor frío empieza a caerme por la nuca y trato desesperadamente de hacer contacto visual con Lin, quién parece ser que ha decidido doblar las servilletas lentamente sólo para fastidiarme.
- Eres la amiga de Stronghold... -le contesto
- Sí... -aprieta los labios con fuerza, resignada
Siento un ligero alivio al confirmar que ella tampoco parece del todo feliz de verme. Desvío la atención a su plato de comida, el cuál sigue intacto. ¡Hasta el rollito de primavera especial sigue intacto!
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Rosas de fuego
Fanfiction¿Qué pasaría si la historia original se hubiera cambiado? ¿Y si Warren termina enamorado de Layla? ¿Y si Layla empieza a gustarle Warren más que el propio Will Stronghold?