18. Pensamientos intrusivos (W)

63 9 0
                                    

El despertador rompe el silencio que envolvía mi sueño hasta entonces. La penumbra de la habituación se ve rota por la poca luz de la madrugada que entra por la ventana. Doy un par de vueltas en la cama tratando de recordar qué estaba soñando sin éxito. Aparto las sábanas para procurar enfriarme rápidamente con el aire que se cuela por la ventana que cerré mal anoche. Tengo que ponerme boca arriba y maldigo en voz tras ponerme la almohada en la cara. «¿Qué cojones he soñado para despertarme así?» Entierro mi frustración en la almohada.

Diez minutos después por fin me veo con fuerzas de levantarme. El contraste que produce el frío sobre mi piel hace que esta se erice pero es una sensación que me encanta. Quizás porque siempre he sido de emanar calor o quizás porque el frío es lo directamente opuesto a mí que me resulta tan fascinante. Termino de abrir por completo la ventana y dejo que la habitación respire también.

Entre la enorme montaña de ropa negra que hay en la silla del escritorio localizo rápidamente la ropa de deporte ya que es de tonalidades ligeramente más claras. Pellizco los auriculares sobresaliendo de los pantalones que llevaba ayer y salgo de casa ajustando la puerta suavemente sin dar un portazo. La bruma de la madrugada se cierne sobre la calle desierta mientras avanzo a ritmo suave. Las primeras gotas de lluvia impactan al cruzar la verja del parque y me obligo a mí mismo a acelerar el ritmo. Los puestos de comida están cerrados y ni siquiera hay tanta decoración como había el otro día. Sigo avanzando hacía el lago, en donde doy un rodeo al mismo hasta torcer en el camino de la colina, por donde habitualmente suelo pasar. A la vuelta, desde el otro extremo del lago, tengo una visión casi completa de la feria de otoño. Puedo ver, conforme avanzo, el tejado de la casa de los espejos que todavía se ve sombría por la poca luz que intenta colarse entre las nubes. Un flashback completamente involuntario me asalta por en medio de mis pensamientos y me obliga a apretar mis labios.

— Mierda.

Recuerdo entonces el sueño de anoche. «Mierda, mierda, olvídalo.» Aprieto también los dientes hasta que me duele la mandíbula y decido salir del parque cuanto antes.

Las calles empiezan a despertarse aunque a un ritmo mucho menos acelerado de lo habitual a causa de la lluvia. La intensidad de la misma también ha ido aumentando y me percato que estoy completamente empapado. Ni siquiera la capucha de la sudadera sirve cuando estoy por completar los kilómetros marcados con todo el rostro mojado. Cuando llego a casa estoy chorreando agua por todos lados.

— Warren Peace. —la voz de mi tía proveniente de la cocina es peor de lo que esperaba y hace que me estremezca— Ven aquí. Ahora.

Me descalzo apresuradamente al tiempo que también me saco la capucha conforme avanzo por el corto pasillo. Ann está de brazos cruzados, todavía en pijama, y me mira directamente a los pies en cuanto aparezco delante de ella. Los pantalones han dejado un camino de agua señalando acusadoramente por donde he pasado.

— Sécate. —exige con una voz amenazante

Asiento.

Extiendo mis brazos hacia adelante y cierro por un segundo mis ojos antes de notar como el vapor de la lluvia sale rápidamente a través de la ropa mojada, haciendo que en cuestión de segundos esté completamente seco. Cuando termino, bajo los brazos y la miro, temeroso de lo que pueda decirme a continuación.

— ¿Acaso quieres enfermar? —masculla sin perder la postura intimidante— ¿Acaso quieres eso? —repite arrugando las cejas— ¿O qué?

— No, señora —aprieto los labios— No.

Se le escapa un suspiro.

— Ve a ducharte, te prepararé el desayuno y la comida para el instituto —deja caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo en un gesto de agotamiento— Es el primer día en el sitio nuevo, por mucha pereza que te dé y por mucho que te dé igual todo, deberías cuidar mejor tu salud y eso de salir a correr con lluvia creo que se terminará pronto.

Rosas de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora