13. El peor baile de todos II (W)

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Al salir del conducto de ventilación nos encontramos con el imbécil de Stronghold y su ridículo traje de héroe en medio de un ataque de histeria que, siendo sinceros, gocé mucho más que el resto. Por un momento, barajé la posibilidad de que también fuera un secuaz de Royal Pain aunque me bastó sólo un segundo para confirmar que no era más que el inutil de siempre. Ni siquiera Gwen lo había reclutado para su causa.
— ¡Chicos, no os lo váis a creer! —grita en cuanto ha visto que hemos salido todos ilesos— Gwen...
— Es Royal Pain. —le corta la pelirroja
Tiene los brazos cruzados en una actitud de defensa. Sin que me lo pida, me sitúo a su lado.
— Y está disparando a todo el mundo con un arma láser —continúo— Tío, estábamos todos dentro. ¿Por qué crees que hemos salido por ahí? —señalo con desgana el conducto de ventilación
Veo cómo se detiene un segundo observando la ropa que llevamos todos puesta, como confirmando mis palabras.
— No pensaba que fueráis a venir... —suelta sin pensarlo mucho
— Esto no lo podrá arreglar el gran Will Stronghold solo.
Layla se adelanta un paso hacia él, vacilante. Su tono de voz tiene una cierta connotación sarcástica que me sorprende.
— Tienes razón —dice el idiota— Warren, ¿vamos?
Cruzo los brazos a modo de respuesta.
— Si quieres hacerte el héroe y el ridículo con esta mentalidad, hazlo solo.
Volteo ligeramente a ver a Layla. «No esperaba que el cariño por él se esfumara tan rápido».
— Tener según qué superpoderes no te convierte en un héroe automáticamente, Will —continua— Incluso hay quienes se vuelven idiotas con tal de obtener fama de la forma más rápida.
El pelo plata aprieta los labios conteniendo una sonrisa. Al cruzar nuestras miradas, tiene que voltearse para dejar escapar una risita por debajo de la nariz.
— Con esta mentalidad que tienes sólo perpetúas que gente como Gwen siga creyendo que es invencible —abre sus brazos— Nosotros vamos a detener a Royal Pain con o sin tu ayuda, te guste o no.
— Layla, yo... —puedo ver como se encoje— L-lo siento...
— ¿Sentir qué, Will? —escupe con odio en cada palabra— Tus disculpas me traen sin cuidado —aprieta los puños— La vida de los demás estudiantes está en peligro.
Los otros tres se acercan lo justo para ponerse a nuestro lado, dando a entender que todos estamos a favor de las palabras de la pelirroja. Cuando esta baja los brazos de nuevo, me percato que está temblando.
— ¡VAYA, VAYA!
Nos volteamos todos para ver quién ha gritado al extremo opuesto del pasillo.
— Vosotros estáis en esto —exclama Layla
— ¿Por qué no me sorprende? —le sigue la cobaya
«Cómo no.»
Tenemos a los tres de siempre mirándoos con cierta sonrisilla burlona en el rostro. La animadora desquiciada que se multiplica, el larguirucho que se creé un chicle y el que casi me deja sin aliento en la partida de Salvar al ciudadano de la última vez.
— Stronghold. —me saco con desgana la americana del traje— Adelántate con Zack y Magenta, ir a por Gwen, nosotros te seguiremos cuando acabemos con estos payasos.
Prendo fuego a una de mis manos para provocar a esos tres, cosa que surge efecto dado que se encaminan hacia nosotros.
Tanto el pelo plata, la cobaya como el imbécil se escabullen de nuevo por el conducto de ventilación mientras nos quedamos sólo el cuatro ojos y Layla en el pasillo. De pronto, la animadora psicótica se multiplica varias veces.
— Yo me quedo con ella —sentencia Layla, me lanza una mirada que sé interpretar— Ir a por los otros dos, estaré bien.
Justo en el momento que asiento para confirmarlo el tipo robusto se adelanta a nosotros echando a correr a gran velocidad, apagando el fuego de mi mano al pasar por mi lado.
— Esto ya es personal —carraspeo
Echo a correr detrás de él mientras voy aventándole varias llamaradas sin éxito, cosa que me cabrea todavía más. Sube hacia el primer piso por las escaleras, cosa que le ralentiza lo suficiente como para hacer estallar una bombarda de llamas en lo alto de la escalera, cortándole el paso.
— ¿Qué? ¿No puedes pasar, payaso? —le provoco
Antes de que mi segundo ataque le alcance, vuelve a pasarme por mi lado a toda velocidad, torciendo en el primer pasillo a la izquierda.
— ¡NO HUYAS COBARDE! —grito totalmente cabreado
«Espera.»
Me detengo un momento. «Huye porque no tiene nada más que ofrecer.» No le persigo aunque si escucho cómo está corriendo por los pasillos contiguos antes de detenerse de nuevo, esperando a que le alcance. Lanzo otra bombarda de fuego al otro extremo del pasillo, creando un muro de fuego lo suficientemente ancho como para impedir el paso por sus extremos aunque no lo hago crecer en altura. «No todavía.»
— ¿Warren? —tiene un tono socarrón que me irrita bastante— ¿Acaso te has cansado de tanto correr?
Creo otro muro igual a mi espalda, cortando el paso. «Ahora mismo, su única salida es donde está pero sé que no podrá quedarse allí mucho tiempo más sin saber qué estoy haciendo». Sonrío maliciosamente al pensarlo. «Cuando venga, le cerraré la única salida con otro muro de fuego, atrapándolo en un pasillo sin escapatoria»
— ¿No me oyes o qué? —ahora su tono es más impaciente que antes
Muevo mi mano hacia abajo, haciendo que las llamas se atenúen lo suficiente como para dar el efecto de que se han apagado desde allí donde está él. Con suerte, eso le hará creer que se han apagado por completo y vendrá.
Incluso antes de que pueda terminar de pensar en ello escucho como emprende de nuevo su carrera hacia mi trampa. Enciendo de nuevo mi brazo y apunto al pasillo de la izquierda. «En cuanto pase debo lanzar otro muro de fuego, sólo tendré ésta oportunidad.»
— ¿¡Acaso no me oyes!? —«¡AHORA!» lanzo la llamarada cuando cruza el umbral— ¿Pero qué?
Se detiene en seco, asimilando que acaba de caer en mi trampa.
— ¿Qué? —le pico, vacilante— Ahora estamos en igualdad de condiciones, ¿no?
— ¡Eso lo dirás tú! —una maliciosa sonrisa se dibuja en su feo rostro— ¿Quieres repetir la experiencia del otro día? ¿Se te antoja no respirar?
Hago que el fuego se expanda por mis brazos y piernas rápidamente.
— Íntentalo. —sonrío de la misma forma— Antes de que tease, claro.
Emprende de nuevo la carrera hacia mí no sin antes esquivar algunas de mis llamas. Da una vuelta por detrás de mí pero se ve obligado a apartarse por el calor del muro que he creado. Al percatarme, aumento el calor de los tres muros hasta que veo la brillante alarma antiincendios parpadear vacilante. «Mierda.» Abajo rápidamente la temperatura y eso flaquea mi control de las llamas de uno de los muros, justo el de enfrente de él.
— ¡Ahí te quedas! —grita él al darse cuenta al mismo tiempo y atravesando el muro de la izquierda

Rosas de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora