4. Arrepentimiento (W)

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Me siento de golpe, inundado de un frío sudor, tratando de recuperar el aliento. Intento concentrar la mirada en el reloj que tengo colgado en la pared. «Tienes que calmarte, sólo era un sueño, estás en casa», me digo a mí mismo para tranquilizarme. Aún puedo escuchar el corazón bombardeante en mis oídos. Permanezco tumbado boca arriba, con las manos cruzadas encima del pecho. «Todavía es demasiado temprano para levantarme», me voy repitiendo una y otra vez mientras los rastros de esa pesadilla se van desdibujando en mi mente. Concentro ahora mi mirada en un punto inexacto de la escayola agrietada del techo, permitiéndome ser perezoso e intentando distraerme. Por suerte para mí, a pesar de no conseguir centrarme en ningún otro pensamiento, el mero hecho de intentarlo hace efecto.

Aparto las sábanas bruscamente cuando decido que ya me he calmado lo suficiente. Como de costumbre, me pongo la ropa de deporte y salgo a correr, atándome el pelo para que no me moleste y subiéndome la capucha de la sudadera. Voy subiendo el volumen de la música conforme salgo del edificio. Pongo marcha en dirección al parque, aunque me permito dar una vuelta primero por el barrio chino. A esa hora de la mañana, los únicos despiertos son los dueños de los comercios y restaurantes que se encargan de recibir las provisiones del día de parte de los repartidores. Nadie nunca me hace mucho caso, están siempre a lo suyo. El característico olor del barrio chino no tarda en impregnarse en mi ropa: caldos de verduras que están ya hirviendo junto con las demás de cosas fritas y aceitosas pero también olor de la ciudad, una mezcla de contaminación y vapores que suben de las alcantarillas.

El parque está igual de tranquilo que siempre, a primera hora de la mañana puedes encontrar algún que otro corredor o persona mayor andando pero, teniendo en cuenta las horas que son, me veo bordeando el lago completamente solo. Cojo la habitual ruta de los días que entreno más estrictamente en un intento de cansarme y sentir que, por lo menos, he aprovechado el madrugón. Hace frío e incluso advierto que las nubes grisáceas anuncian lluvia inminente, así pues, doy media vuelta cuando calculo que llevo unos seis kilómetros. Tengo que acelerar el paso casi llegando a casa porque una lluvia cada vez más intensa me ha perseguido desde que he salido del parque y por fin me ha alcanzado.

Después de la ducha caliente advierto que todavía no hay luz por debajo de la puerta de Ann y me dirijo a la cocina para preparar el desayuno. Mientras como, decido darle otra ojeada a la libreta de mi madre. Su estado podría ser mejor aunque tampoco me culpo por ello dado que ya estaba así cuando la encontré en una de las cajas del trastero del pasillo. Ann ya me había hablado de esta libreta en varias ocasiones pero no fue hasta este verano pasado que me interesé en incrementar mis poderes de una forma más específica.

Heredé los poderes de mi madre, Lady Flame para el mundo. Una de las cosas que me han quedado claras desde el curso pasado es que, si quiero centrarme en el fuego, no lo conseguiré en el instituto. Sky High ofrece una visión general de los poderes. Por mucho que esté clasificado como "héroe" y, en cierto punto, eso me da ventaja, ni siquiera tenemos una asignatura para aumentar nuestros poderes. Ann siempre dice que no comparte ese punto de vista, como yo, pero que es entendible dado que podríamos estar potenciando los futuros villanos del mañana.

La libreta de mi madre contiene múltiples anotaciones y dibujos hechos por ella misma en sus años de superheroína. Leyendo estos apuntes, ya me he dado cuenta que podría haber llegado mucho más lejos si se lo hubiera propuesto. «Más que supersónica posiblemente», suelto para mis adentros engullendo un trozo de huevos revueltos y pan tostado.

Paso un par de páginas sobre la teoría que ya tengo asimilada por la práctica. Además, advierto a través de sus trazos y caligrafía lo mucho que le gustaba documentar todos los progresos que iba haciendo yo mientras crecía. «Control mental sobre las llamas que se producen y focalización de las llamas en puntos específicos del cuerpo», leo mentalmente. Contemplo, dando una leve sonrisa, una anotación hecha con un color diferente de tinta en donde pone: Warren ya sabe proyectar las llamas en sus manos y brazos. Los pocos recuerdos que tengo de ella son precisamente cosas relacionadas con la enseñanza del fuego.

Rosas de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora