Capítulo 5

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Al empezar el día me he topado con Gordon de primeras, fue él quien se acercó a mi para pedirme hablar en privado junto a Isidoro. Nos reunimos en una sala a parte y Gordon nos ha asignado una misión especial: perseguir a un secuestrador.

Desde que volvía a la policía los días habían sido un tanto monótonos, aunque no aburridos, después de estar cuatro años encerrado, patrullar me resultaba un pasatiempo divertidisimo. Que mejor si de vez en cuando nos ponían estas cosas para salir un poco de la rutina.

— Vale, chochito de fresa, vamos a atrapar a ese hijo de puta. — Espetó Isidoro.

Este tío de verdad me iba a hacer perder la cabeza.

— ¡Que no le llames así a Gustabo, gilipollas! ¡Ya te lo he dicho! — Me disponía a sacar la porra, pero antes de poder siquiera pensarlo, Gordon ya estaba aporreando a Isidoro.

Inconscientemente, sonreí.

A la noche estuvimos vigilando de incógnita al secuestrador, que exigía una suma de dinero para liberar el rehén. Una vez terminado el intercambio iniciamos una persecución a pie, exitosamente, lo atrapamos.

Llevamos tanto al secuestrador como a la víctima a comisaría, el interrogatorio fue un tanto confuso y al final ambos terminaron en federal unos cuantos meses. Había sido rápido, pero nos sacó de la rutina un rato, no teníamos mucho más que hacer en comisaría así que, en cuanto termine de generar la denuncia, me fui en dirección al parking para coger un coche e ir a patrullar.

— ¡Inspector! — Gordon corrió detrás de mí para alcanzarme. Me detuve antes de abrir la puerta y lo miré — Lo habeis hecho super bien, sabía que podía confiar en ustedes.
— Gracias, Gordon — di dos golpesitos en su brazo — Tú también puedes contar conmigo... con nosotros — me corregí — para cualquier cosa.
— Para lo que haga falta, inspector — Sonrió.

Él sonreía seguido, no era un chico de semblante serio o apagado, al contrario, era bastante animado. Cuando sonreía siempre mostraba los dientes, tan blancos y alineados en una perfecta fila; aunque está vez, sonrió con los labios cerrados. A mi no me interesan las personas, pero se reconocer cuando alguien es guapo, y no pensé que Gordon podría mostrar una sonrisa aún más atractiva que la que hasta ahora había mostrado.

Salí finalmente a por la patrulla, y vaya sorpresa me llevé al encontrarme con el puto mecánico de mono rojo que me seguía echando del taller sin explicación. Estaba peleando con Conway, lo cual no me fue de mucha sorpresa, y me acerqué para expresar mi inconformidad.

El mecánico insistía con conseguir una disculpa de Conway, ya me joderia a mi tener tantas esperanzas, por supuesto que el super se negaba en rotundo a esa petición tan absurda.

— Entonces iniciaremos una guerra los mecánicos contra la policía.
— ¡Anda! Y encima amenaza — expresé.
— ¿Te recuerdo que guerra perdiste hace años? — Conway le respondió con un tono burlón.
— ¿Me acompaña, Garcia? — Gordon se detuvo frente a mi, tomando mi brazo y haciendo un poquito de presión para que girara a otra dirección.

Ni siquiera me di cuenta de cuando llegó, y seguía sin entender por qué se ponía tan nervioso con este mecánico, siempre queriéndome alejar de él, pero no le di muchas vueltas y accedí a seguirlo.

Me incomodó ver como el sub comisario y el otro inspector le regañaban por algo que, en mi opinión, no estaba del todo bajo su control. Para mí, Gordon era uno de los mejores agentes, había veces en que incluso yo le tenía que pedir consejo y asesoría.

Quería defenderlo, sentía como una necesidad de intervenir, pero no tenía suficiente contexto como para salir a dar la cara por él. Me jodio no haber estado presente en aquel altercado.

Traté de darle un poco de ánimos al salir de aquella reunión, pero él se las arregló para hacer que la situación se tornará en halagarme a mi. Me había acostumbrado a las felicitaciones de los otros superiores, incluso a las de Freddy, pero los halagos de Gordon siempre me revolvían un poco el estómago; lo cual era curioso, porque era de quien más los recibía.

— ¡Váyase a la mierda, señorita, no interrumpa el tráfico! — grité por la ventana del patrulla.

Ya se habían acabado las misiones especiales, los regaños y el entrenamiento a los nuevos alumnos, por lo que tocó regresar a las calles.

— Pero, Gustabo, no hables así frente a las señoritas.
— Me importa una mierda.
— Claro, tu tipo son más los de barba y lentes oscuros ¿no?
— Pero- ¿Qué cojones dices?

Isidoro, Isidoro, no pensé que podía extrañarlo menos. El perro estuvo suspendido dos días, yendo a terapia y redimiendo su adicción a las mujeres, que ya había causado muchos problemas. Durante ese tiempo estuve entrenando a Filadelfo, el verdadero alumno promesa, pero al final, terminé patrullando de nuevo con este tío; tenía que volver a fumarne todas sus mierdas.

— ¿No te ha servido de nada la terapia?
— Yo ya soy un tío nuevo, antes hablaba con 28, ahora solo hablo con 4. Las pastillas me han hecho eso.
— Pues mira, algo es algo. A ver si las pastillas esas también hacen que seas menos imbécil.
— Ya he aprendido de mis errores — dijo mientras bajábamos del coche frente a un badulaque.

Habíamos llegado justo antes de la negociación como apoyo para la mery, la cual, manejaba Gordon.

— Pero también tienen otros efectos secundarios las pastillas.
— Vale, me cuentas luego, que ahora no es momento.
— Ahora soy gæ, Gustabo.
— Joder... — suspiré y me presione las cienes con el dedo medio y pulgar de la mano derecha.
— Hasta he soñado contigo.

Ahí acabó mi paciencia. Ni siquiera me tomé el tiempo de sacar la porra y directamente le metí un puñetazo en ma mandíbula.

— ¡Ay! — gritó Isidoro, haciendo que Gordon se separara de la negociación un segundo y se acercara a donde nosotros.
— ¿Pero, qué pasa? — intervino Gordon.
— Me tiene harto, de verdad.
— Gustabo, ¿sabes que le has pegado a un minusválido?
— ¡Sí, anda! — contesté con desdén.
— Que la doctora me ha dicho que tengo alzheimer.
— ¿Y se te ha olvidado como pensar, o qué?
— ¿Sabes qué se me ha olvidado?
— ¿Qué?
— Se me ha olvidado como besar, Gustabo, ¿me enseñas?
— La puta que te parió — saqué la escopeta de balas de goma, que si apuntaba a un buen lugar dolía más que la porra.
— ¡Ah! ¡Para, Gordon, que me tumbas! — Otra vez, Gordon se me había adelantado. Parecía estar pegandole con incluso más rabia de la que yo tenía, así que no intervine.
— Llévale al hospital, pediré apoyo a otro zeta — lo trajo cargando un par de minutos después. Lo había desmayado a porrazos.
— Sí que tenias rabia, eh, Gordon. — tomé a Isidoro y lo metí a la patrulla.
— Es que me ha dado mucha rabia.
— ¿Por qué? Si me lo ha dicho a mi. — subí al patrulla y lo observé por la ventana.
— Bueno, ya te lo contaré algún día. — dijo, y después regresó a la negociación.

Mientras encendía el motor volví a escuchar su voz a través de la radio pidiendo apoyo de otro zeta, miré el retrovisor para dar marcha atrás, en un ángulo en el cual conseguía ver mi propio reflejo. De nuevo, estaba sonriendo sin darme cuenta.
















Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora