Capítulo 11

1K 107 24
                                    

No estaba seguro de que etiqueta podría darle a mi relación con Gordon, él para mí ya no era una persona cualquiera, aunque no sabía a qué habíamos llegado con la conversación anterior.

Yo para las relaciones tenia la misma experiencia que un niño en un quirófano, y el más cercano para aconsejarme era Isidoro, por lo que mi situación era una puta mierda.

— ¿Nos damos una vueltecita por mecánicos? — Pregunté a Isidoro.
— Pero si ahí no nos atiende nadie.
— Sí... pero tengo un poquito de ganas de tocar los huevos.
— Vale, vale — Dijo entre risas.

Emilio... ¿Cómo olvidarlo? Menos ahora que nos ha tratado tan bien, a diferencia de Armando, Emilio nos ha dejado el coche perfecto e incluso me ha pedido el número para asuntos de "revueltas" en el taller.

— Isidoro, ¿tienes ganas de resolver esos asuntos del taller?
— Hazle una llamadita y yo busco una sala.

Con un mensajito ha bastado y Emilio se ha presentado en el hall de comisaría, para ese punto Isidoro ya había conseguido la sala privada con, casualmente, las cámaras en bucle. Hemos cubierto las body cams y el micrófono de nuestros chalecos antes de comenzar a hablar con Emilio.

Verlo también me ponía nervioso, aunque de una forma diferente, Emilio me daba rabia, nostalgia y me traía recuerdos no gratos.

— Pides respeto cuando tienes multas por agresión, eh.
— Bueno, el pasado es pasado. — Ha dicho con voz impostada.
— Pasado pisado, ¿no? — respondí.
— Bueno, algunas cosas. — expulsó el humo del cigarro.

El tema de los disturbios seguía y seguía, estaba claro que no era por eso que quería mi número y comenzaba a cansarme tanto lío sin sentido.

— Bueno, lo importante es que no tengas el taller lleno de una mafia de mierda como tenías, ¿no?
— ¿Cómo? — preguntó confundido.
— Una cosa es que haya gente indeseable, y otra cosa es tener una puta mierda de mafia como la que tenias, ¿no? Eso si que sería preocupante — apagué el cigarro presionando la colilla contra la pared, me quité los lentes y los guardé en el bolsillo antes de mirar a Isidoro y darle la palabra — ¿Tú que opinas Gonzalito?
— Ayy, Emilio — expresó en un suspiro.
— No me están cuadrando las cosas. — Emilio seguía confundido, aunque mantenía sus aires de estar a la defensiva todo el tiempo.
— ¿Tú no me recuerdas, Emilio?
— ¿No eras tú el que no recordabas?
— Bueno, según para quién.
— Mmm, anda, salió otra rata. No teníamos suficiente con una...
— ¿Qué recuerdas, Emilio? Es que noto cierta tensión cada vez que voy al taller. Noto que la gente se pone un poquito... bueno, poco amigable. Empezando por Armando. — Pregunté con ironía.
— ¿Cómo te sentirías tú en nuestra situación? Te animamos todos a que te escapes en un pinche helicóptero, al tiempo nos despertamos malheridos en un hospital y después de estar pudriéndonos en una piche cárcel solo salimos para enterarnos que todo acabó en lo que acabó, reventaste una pinche iglesia. Te creíamos muerto junto al otro, el blandito, nos traicionaste.
— Mjm — ¿Cómo me sentiría yo? Quizás en esta etapa de mi vida me afectaría, pero, por alguna razón, en este momento pensar en ello me la pelaba completamente. La traición era algo necesario para sobrevivir, ¿no? — La iglesia explotó, y bien explorada que esta te digo. La pena es que no hubiera pillado más gente dentro, esa es la única lastima que me da.
— Si... si... claro,  y ahora estas patrullando con el mismo que juraste matar.
— ¡Porque me he curado, Emilio, es un milagro, mirame! ¡Inspector! — el tono de mi voz se agudizó, en un tono animado.
— Yo no me lo creo.
— ¿El qué?
— O sea, cabron, ¿no te acuerdas todo lo que hemos vivido?
— Claro que me acuerdo.
— Fui parquimetro contigo, he atracado gente contigo, hemos estado los tres.
— Y he visto caer a tu hermano de un helicóptero. — Solté sin pensar.
— ¿A qué viene todo esto?
— Me hace sentir mal ese rencor que noto, igual te tengo que refrescar la memoria.
— Igual tengo que ir ventilando por ahí lo que eras, no querrás que se enteren.
— O sea, ¿vas a ir corriendo la voz por la ciudad? ¿Me estás amenazando?
— No... yo no gano nada, pero tú tampoco ganas nada con esto que estás haciendo.
— Ya te digo yo que tú no vas a ganar, Emilio. — comenzó a dolerme un poco la cabeza, me sentía impotente y tenía pequeñas lagunas de a penas un par de segundos — Cuéntale un par de datos, Isidoro. — le pasé la palabra para aclararme un poco.
— Emilio, créeme que no te conviene hacer eso, aquí nos conocemos todos muy bien. Dime, ¿qué es para ti la familia?
— Pues parte de ella se la llevo este de aquí — me apuntó.
— Pero yo hablo de la verdadera familia, la de México. ¿Qué te parece tu hijo José de 8 años, o tu hija Maria de 11?
— ¿Y este quién coño es?, porque este no es un alumno pa' que sepa tanto.
— Aquí las preguntas no las haces tú, solo te digo que estés tranquilito y que dejes al puto viejo en paz.
— Que deje al puto viejo en paz, al que mató a mi hermano. Tú sabes que yo también te veía a ti como un hermano.
— Bueno y los traté como tal, ¿En que momento los traicione? cuéntame, Emilio.
— En el momento que te subiste al helicóptero y en vez de buscarnos decidiste estar aquí.
— Las cosas han cambiado, volé una iglesia con el viejo dentro, el problema es que no salieron las cosas como tendrían que haber salido. Ninguno de los que estaban ahí deberían estar aquí.

Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora