⇘ Dinou ⇙

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By Jeonghan

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By Jeonghan

Oh... ¿Pero que es esto?

No podía pronunciar palabra para satisfacer la duda de mi novio al ver todo aquello, el ambiente de esa fiesta organizada a las afueras de la ciudad en la enorme mansión de Natalie dónde yo había pasado tardes y mañanas con mi ex rubia y dulce, magreándonos, hablando simplemente o viendo películas en su pantalla de plasma de cincuenta pulgadas tan grande como la pantalla de un cine, escuchando música a través de los altavoces de su cuarto que ahora parecían formar parte del decorado y hacían retumbar las paredes con la alocada música dance.

Apenas podía dar dos pasos sin chocar con ningún niñato pijo con camisa de algodón o con alguna tía con botas de tacón de aguja, minifalda con una buena vista de un culo fino y escotes que dejaban ver casi toda la totalidad de las enormes tetas de silicona que se habían puesto de moda en el mundo de las putillas.

No entendía que hacía Natalie dando semejante fiesta. Observaba desde gente medianamente normal bebiéndose a chorros jarras enteras de un licor rojo del que prefería no saber el nombre, a tíos y tías medio despelotonándose encima de la mesa del salón, imitando vulgares putas de barra.

Lo que más me sorprendió fue ver a dos chicas de poco más de veinte metiéndose la lengua hasta la garganta en plena galería y acariciándose los pechos e incluso la entrepierna con las manos, la una a la otra.

Había estado en fiestas antes, pero eso era el caos total.

Me alegraba de no ser yo quien tuviera que recoger semejante estropicio luego.

Joder, si me hubieras dicho que esto era una orgía, me hubiera traído condones. —se burló Joshua. Le di un codazo suave en el estómago y empezó a descojonarse en mi cara.

¿Dónde mierda estará
Natalie...? —murmuré, intentando caminar por entre los desconocidos que me rodeaban.

¡Si casi nadie era de la universidad!

Sentí un azote en el trasero y me volví rápidamente, escandalizado.

¡Eh, guapo! ¿Quieres bailar? —me quedé a cuadros observando a aquel tío con cara de borracho total que me guiñaba descaradamente
un ojo.

¿Eh? —de un tirón, Joshua me apartó de la trayectoria de ese hombre, porque perfectamente podía considerarse ya un hombre en toda regla. Me rodeó con sus brazos y le lanzó una mirada divertida y prepotente.

Se siente, el Muñeco es mío. —y volvió a tirar de mí, adentrándonos más en aquel lugar alocado carente de orden —. Estupendo, no falta de nada. Putas, puteros, lesbianas, maricones, alcohol... —capté en ese momento totalmente flipado, como un coro de chicos se esnifaban de una vez todo el polvo blanco que había esparcido a un lado de la mesa de la cocina y vociferaban llenos de gozo —... Drogas y música mala. ¡Buoh, me siento como en casa! —no me lo podía creer. ¡Eso era el infierno!

M̶U̶Ñ̶E̶C̶O̶ : ̗̀➛ J̲i̲h̲a̲n̲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora