⇘ E̶P̶I̶L̶O̶G̶O̶ ⇙

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By Joshua

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By Joshua

Había pasado ocho meses. Ocho meses desde que mi padre me echó de casa y yo vine a vivir con mi madre y mi hermano a un barrio de clase más o menos alta en Hamburgo. Recuerdo perfectamente mis días en los barrios bajos de Stuttgart, pasándome las horas muertas en la calle con mis colegas, jodiendo a los demás, haciendo daño a la gente, teniendo sexo duro con chicas fáciles y no tan fáciles.

Después de todo, había llegado la hora de regresar.

Jeonghan me había roto la nariz. Nunca hubiera llegado a pensar que tuviera tanto valor y fuerza como para hacerlo. Había sido sin duda el peor golpe que me había llevado en la vida, el más bestia, el que más daño me había hecho. Por un momento, estuve a punto de desmayarme por el golpe.

Cuando llegué a casa de Simone, empecé a recogerlo todo. Me cambié de camiseta y me miré en el espejo del baño. Tenía la nariz completamente destrozada y no paraba de sangrar. Otra persona hubiera ido al hospital, yo no. Yo me llevé la mano a la nariz, me la agarré con fuerza y le di una sacudida para colocármela en su sitio, igual que hacía cuando el hombro se me salía después de una pelea. Grité en cuanto me la coloqué. Aquello había sido mucho más doloroso que colocarse un hombro y ni siquiera sabía si lo había hecho bien. Pero por lo menos, dejó de sangrar.

Agarré las maletas y las arrastré hasta el coche. Mi madre observaba fijamente cada uno de mis movimientos, cruzada de brazos en el umbral.

Por un momento, cuando vi la Gibson regalada, pensé en dejarla allí, dónde estaba, pero sólo le molestaría a Jeonghan, así que también me la llevé. Cuando pensaba que ya no quedaba nada más, recordé aquella sudadera, la que le presté a mi hermano ese primer día para que no cogiera frío y la cual siempre tenía debajo de la almohada. Lo sabía desde el primer día. Recuerdo que se puso rojo cuando la pillé y empecé a meterme con él diciéndole que seguramente la usaría para recordarme mientras se masturbaba. Después de eso, lo dejé estar. Era divertido verlo dormir abrazado a ella. Pero ahora me tocaba recuperarla.

Cuando cogí la sudadera de manera furtiva, recordé cuantas veces le había follado en su cama, como gritaba, como le gustaba, como se dejaba hacer, como alzaba el culo y lo restregaba contra mi polla, bien dispuesto ha hacer todo lo que yo quisiera hacerle, incluso pegarle e insultarle. Sí, sobretodo eso. Le encantaba sentirse dominado, le ponía cachondo perdido, como una putita bien amaestrada.

Tuve que salir de su cuarto corriendo para no empalmarme pensando en su cara de zorra mientras me lo tiraba.

Cuando cogí todo, me subí al coche y arranqué, saliendo rápidamente de allí sin dirigirle una última mirada a todo lo que esa casa representaba para mí. Sin mirar a mi madre una sola vez, sin cruzar palabra.

Menos mal que Jeonghan no estaba allí.

Me pregunto, ¿Cómo habría sido todo si nunca me lo hubiera follado? Seguro que no tan divertido ni excitante como lo que habíamos sentido. Ahora, me tocaba volver a mi lugar. El lugar del que nunca debería haber salido. Tendría que recuperar lo que era mío.

Dino... —me llevé el teléfono al oído mientras tomaba una curva a la izquierda.

Dino contestó enseguida, eufórico al escucharme.

Vuelvo a casa, para siempre... Sí, bueno, aquello no era mi lugar. No encajaba allí.... ¿Estás con Vernon...? Entonces no le digas que vuelvo, a nadie. Será... —sonreí, mirándome en el espejo retrovisor —... Una sorpresa. —colgué el móvil y lo lancé sobre el sillón del copiloto. Iba a encenderme un cigarro cuando el móvil empezó a sonar. Miré la pantalla de reojo.

Muñeco...

No, Jeonghan... por favor, déjalo ya. Deja de humillarte. No merece la pena llamarme y arrastrarte por mí. Déjalo ya...

Pero no lo dejó. Los nudillos se me pusieron blancos de la fuerza con la que apretaba el volante cada vez que una llamada acababa y volvía a empezar otra. A la novena, paré el coche en un aparte de la carretera. Agarré el móvil y le arranqué la batería, lanzándola a los asientos traseros.

Dejé caer la cabeza sobre el volante, apoyando la frente en el, suspirando, agotado.

De repente tuve que salir del coche guiado por una necesidad vital y me incliné hacía delante, vomitándolo todo hasta que sólo la bilis afloró de mi estómago.

Nunca me había sentido tan mierda...

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M̶U̶Ñ̶E̶C̶O̶ : ̗̀➛ J̲i̲h̲a̲n̲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora