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By Jeonghan

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By Jeonghan

Eh... —aparté la pajita a través de la que bebía el vodka de mi boca, sobresaltado, encogiéndome por la repentina corriente que recorrió mi columna vertebral cuando él posó la mano sobre mi hombro —. ¿Estás solo? — nos miramos y se sentó a mi lado sin pedir siquiera permiso.

Me puse nervioso de inmediato.

Eh... pues... —tragué saliva.

La persona que acababa de aparecer tenía voz grave, muy diferente a la mía. No se porque ese hecho me sorprendió lo suficiente como para hacer que un sudor frío me recorriera el cuerpo mientras me volvía para mirarle. Ropa enormemente ancha, decir que era seis tallas mayor a la suya sería quedarse corto.

Rastas... no me gustaban las rastas, me parecía una forma dejada y sucia de llevar el pelo, aunque a él le quedaran realmente bien. Piercing en el labio, mirada clara y limpia, gorra... nunca me había cruzado con alguien así, no supe clasificarlo. Sentí un ligero escalofrío cuando me observó detenidamente, evaluándome con la mirada, de arriba abajo y finalmente, me miró a los ojos. Contuve el aliento y acabó sonriendo.

Era una sonrisa pícara y seductora que me dejó helado.

El lugar donde estaba era el típico sitio en el que te manoseaban el culo cada dos pasos y había tanta gente a tu alrededor, que eras incapaz de saber quien había sido, por eso, en cuanto se sentó a mi lado, me puse tenso.

Busqué con la mirada a alguien conocido. DK, Hoshi... no los veía por ninguna parte y el estómago se me encogió de horror.

¿Qué haces aquí solo? —me preguntó de nuevo el tío que se me había acercado. Tendría mi edad, eso me relajó.

No... no estoy solo. Estoy con... unos amigos que... —volví a buscarles con la mirada. Seguía sin encontrarlos. — No están... Debería ir a buscarlos —él se rio.

¿Tienes prisa? Te invito a algo...

No, gracias.

¿Por favor? Si te mueves mucho de aquí, van a quedar grabadas las huellas dactilares de todo el pub en tu culo. —me quedé pensativo. No tenía ganas de volver a ser manoseado por todo el mundo mientras los demás se divertían a mi costa. Volví a sentarme.

Vale... —me terminé el vodka, incómodo. Él me miraba de reojo y en cuanto terminé mi vaso, ya tenía otro delante. Mi nerviosismo aumentaba —. ¿Por qué me miras tanto?

M̶U̶Ñ̶E̶C̶O̶ : ̗̀➛ J̲i̲h̲a̲n̲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora