Capítulo 11

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Camila enterró su dolor en lo más profundo de su corazón mientras  cerraba la maleta que Maisie había empacado llena de hermosos vestidos. Vestidos dignos de una duquesa. Estos no le pertenecían, pero Lauren había
insistido en que solo pertenecían a la duquesa de Frostmore.

Lauren le cogió la cara y se inclinó para susurrarle.

—En mi corazón, no habrá otra. Tú eres mi duquesa.

Camila no había sido capaz de negarle nada. La oji verde  le robó más besos, con los ojos enrojecidos mientras se pasaba las manos
por el cabello como si deseara arrancarse los mechones por la
frustración. Camila le rodeó el cuello con los brazos, sin importarle que
el personal la estuviera observando. Todos habían venido a despedirse.

—Gracias por darme un lugar al que pertenecer. Un hogar —las palabras le quemaban la garganta y apenas podía hablar —. Gracias por dejarme amarte —fuera lo que fuera lo que el
destino le deparara ahora, ella había recibido el regalo más preciado que una persona podía tener. El regalo de su amor.

La duquesa le secó las mejillas mientras ella esbozaba una sonrisa.

—¿Sin lágrimas?

—Una no puede llorar cuando se da cuenta de que ha sido bendecida sin medida —se apartó de Lauren, la acción quebró el corazón de Camila , pero no se atrevió a dejarle ver cuánto. En lugar de eso, la Morena se arrodilló a su lado para acariciar a Diablo,quien la observaba en silencio.
Como siempre, el perro parecía
percibir su estado de ánimo y sus ojos marrones estaban cargados de un dolor recíproco. Camila echó los brazos al cuello del perro y lo abrazó con fuerza, luego se puso de pie y
volvió a mirar a Lauren.

—¿No me verás en Dover? —volvió a preguntar, necesitando pasar el mayor tiempo posible con ella antes de despedirse.

Lauren negó con la cabeza, con una sonrisa triste en los labios.

—Si yo fuera, de ninguna manera sería capaz de quedarme de brazos cruzados y dejar que te subieras al barco. Camila la entendió, aunque le doliera. Era mejor cortar por lo sano aquí, donde todavía parecía menos real. —Escríbeme cuando estés a salvo —su silenciosa petición
la sobresaltó. Eso les dolería a ambas, pero ella obedecería.

—¿Y tú? ¿No volverás a esconderte? ¿Prometes hacer lo que te he pedido?

Lauren asintió. Esa mañana, mientras ambas estaban recostadas en la cama, viendo la pálida luz del sol extenderse por la habitación, ella le había hecho prometer que no volvería a esconderse de la vida.
Camila le tocó la mejilla por última vez con una mano enguantada, y la duquesa la cogió de la muñeca y la estrechó contra su cara durante un largo instante, con sus miradas fijas.
Después, Lauren susurró con voz ronca.

—Vete ya… o perderé el valor de dejarte marchar.

Se dio la vuelta, se apresuró a salir por la puerta y bajó rápidamente los escalones hasta el carruaje que la esperaba. Si Camila miraba atrás, sabía que se le rompería el alma, no solo el corazón. El chófer de la oji verde la ayudó a entrar, y ella se
recostó en los cojines del asiento y respiró entrecortadamente mientras el carruaje se alejaba.

Era temprano por la tarde cuando llegaron al puerto, y Camila intentó mantenerse ocupada pensando en lo que haría una vez que llegara a Calais.

—Ya hemos llegado, señorita —el conductor le ofreció la mano mientras ella bajaba.

El puerto de Dover estaba tranquilo; solo había media docena de navíos atracados. Sus mástiles parecían un bosque antiguo, muerto y silencioso. En algún lugar, sonó una campana y un hombre avisó del cambio de guardia a bordo de uno de los barcos

Le diable se cache (Adaptación Camren  G!p) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora