Capítulo 9

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Las semanas siguientes pasaron como un torbellino para Camila. Cayó en una cómoda rutina de desayunar con
Lauren todas las mañanas, y luego ella y Diablo la acompañaban a dar un paseo por la nieve en los terrenos de la finca, como lo estaban haciendo ahora.

Ella nunca se cansaba de verla jugar con el imponente aunque majestuoso perro. El schnauzer gigante se quedaba quieto cuando Lauren lanzaba una pelota roja a un campo
nevado hasta que su ama daba un silbido agudo. Entonces, el perro se lanzaba a través de la nieve en busca de la pelota y, cuando la encontraba, se la devolvía.

Diablo dejaba caer la pelota a los pies de Lauren cada vez y luego se acercaba a Camila , quien se inclinaba, rodeaba el cuello del perro con los brazos y le besaba la frente peluda.Diablo empezaba a jadear, con su lengua rosada saliendo por
un lado de su hocico de puro placer, mientras esperaba a que le volvieran a lanzar la pelota.

—Lo estás malcriando —le advirtió Lauren en tono burlón—. Quiero que siga siendo un perro de ataque feroz.
Antes de que tú llegaras, solía deleitarse persiguiendo a las
mujeres lejos de mi puerta. Recuerdo una vez que una joven y sus padres intentaron imponerse ante mí. Diablo los persiguió hasta las puertas —la oji verde soltó una risita—. La joven gritó
como una banshee.

Camila ocultó una carcajada detrás de su guante.

—Es usted terrible, Su Alteza.

Lauren le rodeó la cintura con un brazo y la estrujó de manera juguetona.

—Desde luego que lo soy.

Mientras caminaban de regreso a la casa, Camila miró a las gárgolas de las puertas con otros ojos. Los rostros
amenazadores de las bestias parecían ahora más antiguos, más protectores que amenazadores. Incluso la casa con sus torrecillas y torres, que tanto se asemejaba a una fortaleza
medieval, parecía más solitaria que aterradora. Qué extraño que las impresiones tan fuertes de un lugar pudieran cambiar con el tiempo. Ella se alegró de ello. Frostmore ya no era la pesadilla premonitoria de la que ella había escuchado hablar durante tantos años. Era un lugar lleno de gente que anhelaba el amor.

—Lau… ¿Podríamos decorar la casa para Navidad?

Lauren arqueó una ceja.

—¿Decorar?

—Sí, ya sabes, guirnaldas en las barandillas, coronas en las puertas, ¿quizá incluso un muérdago o dos?
Sus labios esbozaron una sonrisa seductora.

—Sugiere una docena de muérdagos y estaré de acuerdo.

Riendo, entraron en la casa y se despojaron de sus capas y guantes de invierno, entregándoselos a un lacayo que los esperaba. La señora Breland y el señor Grindle conversaban sobre el menú de la cena de esa noche.

—Ah, bien, ambos estáis aquí —dijo Lauren al verlos —. Camila ha tenido una idea espléndida. Deberíamos decorar Frostmore para las fiestas. ¿Qué os parece?

—Es una idea encantadora, Su Alteza —la señora Breland sonrió, y Camila se dio cuenta de que el señor Grindle la observaba con un interés apenas disimulado. Maisie tenía razón. El mayordomo estaba enamorado de ama de llaves. Los romances entre los empleados no solían permitirse, pero
tal vez Camila podría convencer a Lauren de que lo permitiera, ya que su ayuda de cámara había obtenido permiso para cortejar a Maisie.

—Excelente. Haced los cambios que necesitéis y enviad a buscar a las aldeas cercanas lo que no tengamos —ordenó Lauren.

—Nos encargaremos —prometió Grindle y le dedicó una rápida sonrisa a Camila .

La oji verde cogió a Camila por la cintura.

—Bueno, tengo que escribir algunas cartas en mi estudio. ¿Te busco luego?

Le diable se cache (Adaptación Camren  G!p) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora