Relato 8: La inocencia de un bebé

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Fue en una fría noche de luna llena cuando encontré la oportunidad perfecta. Un aura de vulnerabilidad rodeaba la cuna de un bebé, un recién llegado a este mundo sin saber que se convertiría en el epicentro de mi maléfica influencia.

Entré en su habitación, como una sombra invisible, y me apoderé de la fragilidad de su ser. La chispa de la maldad prendió en su alma, y mi presencia se manifestó en su mirada inocente.

Desde ese momento, la criatura se convirtió en mi marioneta, cuyos hilos eran mi voluntad retorcida. Durante el día, su risa resonaba con un tono que solo yo podía entender, un eco sutil de la oscuridad que se escondía tras sus ojos inocentes.

Con cada atardecer, el pequeño cambiaba. Su dulce risa se volvía un susurro desgarrador, sus ojos reflejaban sombras que no deberían habitar en la mirada de un niño. Misurpé su risa, convertí su inocencia en una fachada macabra", continué, mi voz resonando con una mezcla de satisfacción y maldad.

El niño poseído se convirtió en el epicentro de fenómenos inexplicables. Juguetes que se movían solos, luces parpadeantes en la oscuridad y susurros ininteligibles llenaban la habitación, sembrando el terror en el hogar que una vez fue tranquilo.

La familia, incapaz de comprender la oscura influencia que se había apoderado de su descendencia, vivía en la angustia de lo desconocido. Sus noches eran testigos de llantos en la cuna y sombras danzantes en la penumbra.

La posesión del inocente se prolongó durante meses, hasta que, finalmente, el bebé, en una noche envuelta en un manto de luna llena, se convirtió en la manifestación misma de la maldad. Sus ojos brillaron con un resplandor antinatural mientras pronunciaba palabras incomprensibles, como un oráculo de la perdición.

Así concluyó mi danza con la inocencia. El bebé, mi marioneta en la realidad terrenal, se convirtió en un faro de oscuridad. Su risa malévola resonó en la noche mientras la familia, impotente, observaba la metamorfosis de su propio hijo hacia un ser que no pertenecía a este mundo.

Inferno. Relatos sobre exorcismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora