Relato 2: El reverendo Thornton

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Mis días en el pueblo de Ravenshade transcurrían entre las sombras, deleitándome con el sufrimiento de aquellos que se aventuraban en el abismo de la oscuridad. Hasta que llegó el día en que mi atención se centró en el reverendo James Thornton, un hombre de fe ciega que predicaba la palabra de Dios con convicción. Fue entonces cuando decidí desatar mi malevolencia sobre él.

Me adentré sigilosamente en la vida del reverendo, introduciendo mis garras en su alma vulnerable. Al principio, mi presencia se manifestó sutilmente, como susurros que le tentaban a cuestionar su fe y sembrar dudas en su mente devota. Sin embargo, pronto dejé que mi influencia se volviera más evidente, retorciendo sus pensamientos hasta convertirlos en blasfemias que brotaban de sus labios en los momentos más inoportunos.

El reverendo Thornton, incapaz de resistir mi poder, se convirtió en un títere de mi voluntad. Durante las misas, invertía la cruz con un gesto burlón, pronunciaba palabras impías que resonaban en las paredes sagradas y gritaba a la congregación: "¡El alma de Jesús está podrida!". La comunidad quedaba estupefacta ante la transformación del hombre que antes guiaba sus almas hacia la luz.

El pueblo, sumido en el miedo y la confusión, decidió buscar ayuda divina. Convocaron al Padre Gabriel, un exorcista reconocido por sus éxitos en la lucha contra fuerzas sobrenaturales. La iglesia, que antes era un refugio de paz, se convirtió en el escenario de una batalla espiritual que iba más allá de la comprensión humana.

El exorcismo comenzó con rezos y salmos, pero mi presencia se resistía con una ferocidad renovada. La voz del Padre Gabriel resonaba en la nave, pronunciando palabras sagradas destinadas a expulsarme de aquel cuerpo profanado. Pero yo, en mi desafío, intensificaba mis esfuerzos, retorciendo las facciones del reverendo Thornton en un rictus grotesco.

Fue entonces cuando la verdadera pesadilla se desató. El reverendo, poseído por mi maléfica esencia, tomó la cruz del altar y, con ojos vidriosos y una sonrisa retorcida, subió a la cruz de la iglesia y unos clavos comenzaron a aparecer en sus manos y pies. Los clavos penetraron la carne, y su cuerpo quedó suspendido entre el cielo y la tierra, como una grotesca parodia de la crucifixión de Cristo.

La iglesia temblaba con la profanación que ocurría en su interior, las velas se extinguían una a una, y el Padre Gabriel, horrorizado, continuaba sus rezos con desesperación. La agonía del reverendo, expresada en sus gritos desgarradores, resonaba en el recinto sagrado.

Finalmente, con un estertor final, el cuerpo del reverendo Thornton quedó inerte. La cruz, ahora manchada con su propia sangre, se convirtió en un símbolo maldito que marcó el fin de aquel episodio aterrador. La iglesia, antes un refugio de esperanza, quedó sumida en el silencio de la tragedia.

Aquel día, Ravenshade se sumergió en una oscuridad más profunda, y yo, que había tejido la tragedia, me retiré a las sombras, satisfecho por el caos que había sembrado en el corazón de la fe.

Inferno. Relatos sobre exorcismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora