Capítulo 12: La melodía

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Me levanté más temprano que nunca, me arreglé y salí para la Facu. Está vez elegí con cuidado lo que me iba a poner. Un vestido que me encantaba, largo y medio bohemio, lleno de colores y de vida; tal y como yo me sentía ese día. Unas sandalias y mis argollas, las inmensas que se veían a un kilómetro de distancia cortesía, por cierto, de mi amiga Sara. Esa mañana se me hizo eterna, lo de nunca. Contaba los minutos para que llegaran las dos de la tarde. Al fin se acabó el último turno y salí disparada para el semáforo. 1 en punto, iba con tiempo de sobra viento en popa y a toda vela. Les escribí a mi tribu y les dije que necesitaba verlas.
Quedamos para el día siguiente en el Café.
Un señor me dio una botella y lo vi con intenciones de empezar una conversación. Rápido me puse los audífonos para que viera que era una pérdida de tiempo. Una llamada de Rafa.
Tampoco podía atenderlo en se momento. Mi cabeza estaba en otra parte.
Llegué a G y como andaba sobrada de tiempo,  me puse a caminar por las mesitas de la feria de artesanos. Tampoco quería llegar primero.
A las 2 en punto entré por la puerta de la cafetería del Riviera. No me hizo falta buscar entre la gente. Al fondo del café, en la misma mesa, estaba mi pianista.
Levantó la vista y me miró, me siguió con la mirada hasta que llegué a donde él estaba.  Se levantó y me dio su par de besos europeos.
-Ese vestido te queda espectacular. Pareces una artista.
Me dijo en señal de saludo.
-Gracias, ¿Cómo estás hoy?
-Ahora que te veo, mucho mejor.
- ¿Sucedió algo?
Le pregunté. Por el tono de su voz parecía que sí. Tenía un deje triste.
Suspiró como sopesando si me decía o no. Al final se decidió.
-Mis papás se van a divorciar. Ayer me enteré. Y yo sé que estoy viejísimo para
conectarme con esas cosas, que cada cual tiene derecho a ser feliz, pero me sentí como si fuera un adolescente cuando me lo dijeron. Esa idea nunca me había cruzado por la mente, para mí ellos son inamovibles, inseparables, no puedo pensar en uno sin pensar en el otro.
Me di cuenta que estaba afectado con el tema y no sabía bien qué decirle. Desde mi experiencia no podía hablar ni aconsejar, así que le dije:
-Debe ser difícil para ti asimilar que la vida tal y como la conoces vaya a cambiar de manera drástica. Eso da miedo tenga uno la edad que tenga porque es salir de tu lugar seguro. Pero la vida está en constante cambio, y esta es una decisión que seguro tus padres
tomaron después de pensarlo muy bien. No tienes por qué verlos diferentes ahora, la relación contigo no es la que se termina, incluso la de ellos, después de tantos años tampoco se va acabar, así como así.
Me miró y me cogió una mano.
-Gracias, era justo lo que necesitaba escuchar.
-Me alegra saber que he sido de utilidad.
-Bueno, vamos a cambiar el tema que no quiero hablar de cosas tristes, menos contigo.
Me sonó el móvil, Rafa. Era la quinta llamada que me hacía. Era mejor contestarle sino él iba a seguir insistiendo.
-Sí dime.
Le contesté lo más neutral posible. Ale no me quitaba la vista de arriba.
-Amor llevo toda la mañana llamándote y nada ¿Estás bien?
-Sí sí, todo bien.
- ¿Estás ocupada ahora o podemos vernos?
-No, ahora no voy a poder, yo más tarde te llamo.
-Está bien Evelyn. Chao.
Ya era Evelyn, dejé de ser amor, es lógico, todo el mundo se cansa.
- ¿Tu novio?
Me preguntó Ale.
-No, no tengo novio.
-Me alegra escuchar eso. La mejor noticia del día.
- ¿Y tú? ¿Tienes pareja?
Le pregunté aprovechando el pie forzado.
-No, libre como el viento, pero me parece que eso no va a ser por mucho tiempo.
- ¿Y eso por qué?
-Voy a hablarlo contigo porque a lo mejor va y me aconsejas qué hacer.
-Dime a ver si te puedo ayudar.
-El tema es que conocí a una muchacha, linda, cuerpazo, universitaria, un poco
preguntona pero bueno eso es lo de menos.
-Hasta ahora no veo ningún problema.
Me hice la boba y le seguí la corriente.
-El problema soy yo que ando pensando todo el tiempo en ella, no me concentro. Necesito terminar de componer una melodía y no he podido.
-¿Y eso por qué? ¿No les enseñan ejercicios de concentración a ustedes en la carrera?
-El problema es que cada vez que me siento en el piano, la veo a ella, la puedo sentir, oler. Y no hay ejercicio de concentración que pueda contra esa imagen.
Respiré despacio para que no se me notara tanto el nerviosismo. Y le dije:
- ¿Sabes si es mutuo el problema? ¿Le has preguntado a ella si está pensando en ti como tú estás pensando en ella?
-No me atrevo. Ella me intimida un poco, además si le pregunto y lo fastidio todo, no me lo voy a perdonar.
-Tal vez te estás ahogando en un vaso de agua y la respuesta la tienes delante de tus narices.
-Entonces ¿crees que debería lanzarme y preguntarle?
-Creo que es mejor quitarte la duda, si no vas a seguir con la incertidumbre y no vas a poder terminar tu canción.
Se me quedó mirando, pálido como una hoja de papel. Los ojos más negros que la primera vez que lo vi, pero igual de nobles. Rompió el silencio:
- ¿Me podrías ayudar a terminar la melodía?
Lo miré, me mordí el labio pensando en lo que le iba a decir.
-Qué envidia me das. Ojalá fuera yo el que estuviera mordiendo ese labio.
Yaa. Me levanté de la mesa.
- ¿A dónde vas?
Me preguntó asustado.
-A dónde voy no, a dónde vamos.
No me preguntó nada, se levantó y me siguió.  Comenzamos a caminar por toda la Avenida de los Presidentes. Íbamos en un silencio compartido que decía más que mil palabras. En la cuarta cuadra, rumbo al malecón, me agarró la mano, parecía una mano de gigante. Se la llevó a los labios y la besó, seguimos andando. Nunca había visto esa calle tan hermosa.
Los árboles más verdes, las aceras más limpias, la gente más feliz que nunca.
Casi a la altura de la calle Línea nos detenemos. Me puse frente a él y me levantó la barbilla con el dedo. Nota mental: me tenía que conseguir un collarín o una Minerva.
- ¿Podemos pasar por mi casa? Es aquí a dos cuadras. Para que me ayudes con la melodía.
- ¿Hacia la izquierda o hacia la derecha?
Le pregunté.
Me agarró por los hombros y me giró hacia el otro lado de la calle.
-Para allá. Vamos.
Llegamos a un edificio, de 10 o 12 apartamentos.
- ¿Elevador o escaleras?
Me preguntó.
- ¿Hasta qué piso?
-Hasta el último.
- Elevador por supuesto.
Nos montamos en el elevador. Él se puso detrás de mí supuestamente para apretar el botón indicado. Me pasó una de las manos por la cintura y después la otra. Me abrazó y me acercó más a él. Ya yo no podía más. Cuando hice por girarme para darle un beso se abrieron las puertas y entró una señora.
-Buenas tardes.
Nos saludó.
- ¿Qué tal?
Le dijimos casi a coro. No pude evitar reírme, la señora se dio cuenta de lo incómodo de la situación y se sonrió también. En el próximo piso se bajó. Una fracción de segundo antes de que se cerrara la puerta del elevador, Ale me aguantó del cuello, me giró y me besó. Le devolví el beso con la misma intensidad, dando rienda suelta al deseo que traía guardado desde el día anterior, me soltó los labios y bajó a mi cuello, despacio con suavidad me besó un lunar que tenía en la barbilla.
Se abrieron las puertas del elevador y nos separamos como un resorte.
-Llegamos.
Menos mal, pensé para mis adentros.
Entramos y nos recibió imponente, en el medio de la sala, un piano negro. El resto del mobiliario estaba compuesto por un sofá amplio, una lámpara de pared y un ventanal que parecía que se tragara toda la luz del Vedado.
-Me mudé hace poco. No tengo casi muebles. Poco a poco estoy comprando las cosas. Ven te enseño.
Me dio un pequeño tour por el depa, que además de la sala tenía, cocina comedor, dos cuartos y un baño. Se veía súper amplio por la falta de muebles, pero estaba muy bonito.
Todas las paredes eran blancas y eso transmitía cierta paz.
-Me gusta, se parece a ti. Sencillo.
Le dije.
-Ven, que tienes trabajo que hacer.
Me dijo y sin entender mucho lo seguí..
Comprendí todo cuando lo vi sentarse en el piano. Me señaló el espacio vacío en la banqueta a su lado. Me senté y él empezó a tocar.
-Esta melodía es un encargo para una boda, yo casi nunca trabajo por encargos porque me gusta componer a mi ritmo, pero es la boda de un buen amigo y no me podía negar. El problema es que se casa en dos semanas y yo no paso de la primera nota. Quiero que sea algo especial, que los novios puedan sentir el amor que se tienen con mi canción.

Me tomó las manos por debajo de las suyas haciéndolas coincidir cada uno de sus dedos con los míos.
-Va a ser mejor si te sientas aquí.
Me puse encima suyo, de frente al piano. Empezó a mover mis dedos y por primera vez en mi vida una melodía salía de mis manos. En lo que recorría el piano con mis dedos me empezó a besar la espalda, me apartó el pelo para no tener ningún obstáculo. Era la gloria, eché la cabeza hacía atrás y lo besé en la boca, le pasé la mano por la nuca para acercarlo más a mí. Me acarició la parte de adentro del brazo, el codo y bajó hasta el cuello, mi zona de no retorno.
Me paré y me puso a horcajadas frente a él. Lo miré, eso era lo que quiero. Eso era lo que él quería.
-Ven.
Me dijo y me llevó de la mano hacia el cuarto.
El vestido fue cuestión de bajar las mangas y zass, al piso.
Ese hombre sabía lo que hacía. Sus dedos recorrían mi cuerpo con la misma destreza que tocaban el piano y la sensación de mil manos sobre mi piel me hacían explotar. Ale no se detenía, no dejó un segundo pasar sin besarme, tocarme, hablarme al oído, su abecedario
sí va de la A a la Z y en varios idiomas.
En el pasado, cada vez que me entregaba a alguien solo veía el rostro de Marcos y en el mejor de los casos cerraba los ojos y me dejaba llevar por el recuerdo. La comparación era inevitable y la derrota más inevitable aún. Nada podía contra el recuerdo de Marcos haciéndome el amor.
Hasta ese momento.
La presencia de Ale invadía todo, cada espacio, cada rincón de mi cuerpo y de mi mente.
No podía pensar en más nada que no fuera lo que estaba sintiendo con aquel hombre, en aquel minuto.
Cuando llegó la calma me arrecoste en la cama, boca abajo, agotada. Ale jugueteaba en mi espalda trazando letras o notas musicales.
-Tengo que confesarte algo.
Me dijo.
-Encontrarnos no fue una casualidad.
Me incorporé en la cama para verle bien el rostro.
-Cuando te vi en el trabajo de tu mamá sabía que tenía que conocerte mejor. Yo fui el que llamé a Robert y le pedí que te dijera esa mentira. Él no se ha ido de gira todavía. No vayas a pensar mal de él, no quería hacer eso, pero oyó la desesperación en mi voz.
-No te puedo creer.
-Tranquila, vas a tener la oportunidad de preguntarle a Robert tú misma. Él es el que se casa y tú vas a ir conmigo a su boda.
-Tú estás loco. ¿Ya te lo dijeron?
-Ahora mismo ando loco sí, pero de felicidad. Ven acá que me quiero aprender tu cuerpo  de memoria.

Mis Tres AmoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora