Capítulo 6: El arete perdido

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-Ñoo, que dolor de cabeza.
Fueron mis primeras palabras nada más abrir los ojos y sentir la luz de la ventana.
-Vale, Vale, ¿Valeria???
Busqué a mi amiga con la mano, pero no la encontré.  Me incorporé en la cama.
Estaba sola en la habitación. Me pregunté dónde estarían Sara y Valeria. Para mi sorpresa todo el mundo estaba despierto.
-Good morning.
Les dije con mi voz de ultratumba resacada.
-Eh, llegó por quien lloraban.
Me saludó Sara.
- ¿Cómo estás?
-Fatal.
-Igual que aquella.
Me dijo mientras señalaba a Vale que estaba en la mesa con la cabeza puesta sobre las manos.
-Ya les dije que no cogieran más esas cargas, eso acaba con las neuronas.
-Ay vieja cualquiera que te oye. Un día es un día y ayer se iba a acabar el mundo. En fin, voy a arreglarme para salir a comprar unas pizzas.
- ¿Mima, con qué dinero?
Me preguntó.
-Ah bueno, ayer el regreso nos salió gratis.
-No te puedo creer. ¡Tú eres tremenda muchacha!
-Mimí yo no hice nada. Ni abrí la boca, creo que me dio una tarjeta con un número de teléfono, por si en otro momento necesitamos transporte.
- ¿NECESITAMOOOS o necesitas???
Me preguntó en tono de burla.
-Bueno hija sabes que por dónde salgo yo salen ustedes.
-Ay que lindaaaaa.
Me dió un abrazo.
-Por cierto, botaste un arete.
Me llevé la mano a la oreja y descubrí el espacio vacío.
-De verdad que lo mío no es fácil, esos son mis aretes preferidos. Me los regaló Vale por mi cumple ¿Te acuerdas?
-Sí nena, no importa, algo perdido, algo encontrado.
Se rió burlona.
-Y ¿se puede saber qué fue lo encontrado?
Pregunté.
-Un chófer mi alma.
No podía hacer otra cosa que reírme de las cosas de Sara. Era tremenda.
En unos 20 minutos me arreglé y salimos a buscar unas pizzas. Fue imposible levantar a Vale de la mesa.
Al regreso, paramos en la puerta de la casa y me puse a buscar las llaves dentro del bolso.
-Hola buenos días.
Me dijo una voz muy cerca de la espalda.
Di un brinco del susto al oír aquella voz tan cerca de mí y de no haber visto a nadie aún.
Me giré y ahí estaba delante de mí, el chófer de la noche anterior. Rafa, creo que era su nombre.
Sara me miró sorprendida, me agarró la llave de las manos, y me dijo:
-Voy entrando, buenos días.
Le dijo al muchacho.
Asentí con la cabeza.
-Buenos días.
Lo saludé.
-Disculpa por venir así, pero es que hoy por la mañana limpiando el carro me encontré algo que creo que es tuyo.
- ¿Mío? ¿En tu carro?
Pregunté sorprendida. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un sobrecito. Me lo puso en la mano.
-Ay mi arete. Muuchas gracias, la verdad lo daba por perdido y tiene valor sentimental.  Mira, todavía no lo he reemplazado.
Le dije mientras me corría el pelo por detrás de la oreja, dónde seguía el hueco vacío. Sin preguntarme nada, sin decir una palabra, el chófer tomó el arete de mis manos y le quitó la tuerca. Yo me quedé tiesa, inmóvil por su atrevimiento.
- ¿Puedes acercarte un poco?, para ponerlo bien.
Me dijo con total certeza de que yo no me iba a negar.
Lo miré un segundo, incliné el cuello y le ofrecí el sitio donde iba la prenda. Me miró y una sonrisa cruzó su rostro.
Se puso el pasador en los labios y me colocó el arete, aquello parecía una ceremonia religiosa, nunca le había prestado tanta atención al acto de ponerme un dichoso arete.
Tomó la tuerquita de entre sus labios e introdujo con delicadeza el palito del arete.
-Listo, me dice. Me alegra saber que eres una persona que no olvida rápido lo que dice valorar.  Ya no quedan muchas por ahí.
-Ya ves, quedamos algunas.
- ¿Y la dueña del arete tiene nombre?
-Evelyn, le digo.
- ¿Con y griega o con la otra?
Preguntó.
No pude evitar sonreír. Esto no es casualidad.
-Con y griega.
-Así me gusta más, se ve más bonito.
Nos quedamos mirando unos dos segundos hasta que yo cambié la vista e hice como que iba a entrar a la casa.
-Bueno te agradezco de nuevo, ¿Rafa era tu nombre no?
-El mismo. Para servirte.
- ¿Siempre eres así de cortés?
-Jaja, créeme no siempre. Tengo mi lado salvaje también. Lo que ese lo guardo para la quinta o la sexta cita más o menos. Te faltan tres más para conocerlo.
- ¿Tres más qué?
Pregunté confundida, entre la resaca y el calor ya estaba medio aturdida.
-Tres citas más. Ayer fue la primera, hoy la segunda. Te quedan tres más.
Que suerte tenía yo para la gente atrevida caballero.
-Me parece que estás confundiendo las cosas. Tú y yo no hemos tenido ninguna cita.
-Mejor todavía, ¿cuándo podemos tener la primera?
Me preguntó.
-A ver, a ver.
Me pasé la mano por la cabeza que ya me dolía, me costaba trabajo seguirle el hilo a este hombre.
-Tú y yo no vamos a tener ninguna cita.
Le dije.
Me miró e hizo un gesto con la boca que traté de descifrar sin éxito. No era de decepción, era más bien de desafío.
-Ok, como gustes.
Respondió.
Aún en mi resaca me resultaba intrigante su fácil convencimiento. Y a mí pesar, me disgustaba un poco su temprana retirada.
Caí en la trampa como una novata y la molestia se me notaba en el tono de la voz al despedirme.
-Voy a entrar que tengo cosas qué hacer. De nuevo gracias por traerme el arete.
-De nada, espero que está vez no lo pierdas.
-Haré mi mayor esfuerzo. Bye.
Di la espalda y entré a la casa. Me gustaba ser siempre la primera en cambiar la vista, no era de mi  agrado quedarme mirando una espalda que se alejaba.
Nada más que cerré la puerta, me cayeron arriba dos paparazis.
-Niña cuenta, ¿eso qué fue?
Me preguntó Vale.
-Oye, no está nada mal el chófer.
Me dijo Sara.
-No hay nada que contar, tengo tremendo dolor de cabeza y este tipo es un equivocado.
Se miraron una a la otra sorprendidas de mi respuesta, para nada habitual en mí.
-Pero bueno, y ¿aquí que pasó? Me parece que al fin apareció un contrincante digno para tu carácter.
Comentó Vale.
-Shhh, deja la bobería. Se acabó el tema del taxista ya. Voy a acostarme un rato.
-Oye ¿y la pizza?
Preguntó Sara.
-Ya no quiero, se me quitó el hambre.
-Ohhh esto está malo, malo. Esta que no deja de comer ni enferma.
Le comentó Vale a Sara.
Me tiré en la cama y me tapé la cabeza.
¿Qué acababa de pasar? Porque yo tenía ese disgusto cuando el chófer solo hizo exactamente lo que le pedí.
O ¿es que acaso yo estaba esperando que me llevara la contraria, jugar mi papel de difícil un rato más?, no sé. Pero no estaba acostumbrada a tan poco interés en mi persona.
En fin, la cabeza se me iba a reventar.
- ¡Qué va!, esta es la última vez que tomo.
Me dije, mentirme a mí misma se había convertida en una pasión personal.

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