Capítulo 1: Fría Guerra.

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25 de Junio de 1950, Península de Corea.

Cinco años antes, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética acordaron dividir Corea en dos. Trazaron la frontera en el paralelo 38, quedando la franja Norte a cargo de la Unión Soviética y la franja Sur a cargo de Estados Unidos. Cada superpotencia controló en su área respectiva la constitución de dos nuevos Estados que quedaron bajo sus correspondientes órbitas: la República Popular Democrática de Corea en el norte y la República de Corea en el sur. En un giro inesperado de los acontecimientos, el mundo quedó atónito cuando las tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur alcanzaron un punto de quiebre. En una oscura mañana, las sirenas resonaron en Seúl mientras el cielo se iluminaba con el estruendo de proyectiles. Corea del Norte, contra todo pronóstico, lanzó un ataque sorpresa contra su vecino del sur.

[...]

— ¿Todo bien Minho?.

Habló el  Comandante sacando de sus pensamientos a Minho.

— Lo siento... -dijo levantando la mirada-.

Lee Minho, un soldado Norcoreano de 25 años, alto y un cuerpo perfectamente formando, le habían dado el cargo de General en una pequeña tropa, la cual ahora era su responsabilidad guiar. ¿Estaría a la altura de las expectativas? ¿Sería capaz de guiar a sus hombres con sabiduría y valentía en los momentos, de mayor peligro? Sus pensamientos se vieron eclipsados por las sombras del pasado, recordando las batallas perdidas y las decisiones difíciles que había tenido que tomar en el fragor del combate. Ahora, enfrentaba un nuevo desafío, uno que no podía permitirse fracasar. Minho sabía que el liderazgo conllevaba no solo la carga de tomar decisiones difíciles, sino también la responsabilidad de velar por el bienestar de aquellos a quienes lideraba. Sentía el peso de las vidas confiadas a su cuidado, y la certeza de que cada error podía costarle más que su propia vida.

— ¡Anímate! Estoy seguro que harás un gran trabajo, te mereces el puesto -dijo el Comandante palmeando por los hombros a Minho-.

Minho sonrió un poco, estaba dispuesto a dar lo mejor de él por ayudar a su país.

— Reúne a tu tropa y tomen camino, estamos por lanzar el misil.

Minho asintió tomando su equipo, portando su uniforme militar y sus armas llamó a su tropa con gran porte de autoridad, justo como un gran líder lo haría. Bang Chan, el Comandante, tomó rumbo a lo suyo dirigiendo a los demás.

— ¡Ustedes de allá, muevanse!

[...]

El sonido ensordecedor de las alarmas aéreas cortaba el aire, mientras las avionetas pasaban en el cielo mañanero de Seúl. Desde las montañas que rodeaban la ciudad, los misiles norcoreanos trazaban estelas mortales hacia sus objetivos en el corazón de Corea del Sur. En las calles, el caos reinaba mientras la gente corría en busca de refugio, el miedo palpable en cada rostro. Los edificios temblaban con cada impacto, y el humo negro se elevaba hacia el cielo, oscureciendo las estrellas. Entre el estruendo de la guerra, un grito desgarrador se elevaba, marcando el inicio de una batalla que cambiaría el destino de la península para siempre.

— ¡Rápido, por allá! -ordenó Minho en un grito haciendo señas, mientras mantenía su postura de alerta con el arma-.

Y así como llegaron, en tan poco tiempo, la vida de cientos de personas de apagó, dejando aquella plaza completamente en silencio, y solo con el sonido de la lluvia que caía sin cesar sobre la tierra empapada en sangre.

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