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Isaac

El agua caía sobre mi cuerpo desnudo causando que me estremeciera por el contacto con esta.

La potente erección seguía ahí como un recordatorio por el suceso de hace dos semanas atrás, apesar de que ya pasaron varios días el latente recuerdo de esa cabellera negra alborotada sobre mi pecho mientras que mi cuerpo arremetia contra el de ella me estaba matando.

La veía hasta en la comida, realmente me tenía mal y no me explicaba la razón.

Estaba tan metido en mis pensamientos que no me percate cuando Miranda entro a la ducha. Sus manos recorrieron todo mi cuerpo y apreté la mandíbula, no quería coger, por lo menos no con ella.

Su mano bajo hasta que llegó a mi polla, subió y bajo su mano por todo el falo.

—Oh amor, apenas te toque y ya te puse duro.

Dejo un beso en mi espalda y siguió con sus movimientos.

¿Cómo le explicabas a tu esposa que ella no era la dueña de aquella erección?, ni siquiera de mis pensamientos.

Suspire y me deje llevar, creyendo que con eso olvidaría todo lo que me atormentaba.

Dispuesto hacerlo, me di la vuelta y la agarre de los muslos haciendo que enrollara las piernas en mi cadera.

Desesperado la pegue a la pared y le comí la boca tratando de disipar ese sentimiento amargo. Trate de hundirme en ese fervor que sentía cada vez que estaba con ella, pero simplemente no sentí nada comparado con lo que sentía hace unas cuentas semanas atrás.

Tampoco era como que ella provocará mucho en mi desde hace algunos años. Nuestra relación inicio por un contrato, pero sabía que ella si tenía sentimientos hacia mi desde mucho antes de nuestra supuesta relación. Yo solo la podía ver cómo una niñita que conocía desde mi niñez por qué nuestros padres han sido grandes amigos desde tiempos remotos.

Con el tiempo fui agarrándole cariño, pero nunca he sentido amor por ella, aunque si una gran atracción física, la cual por lo visto termino cuando folle con la ninfa de ojos azules.

Apreté los ojos frustado, mis movimientos se volvieron más erráticos y no me percate hasta que Mirando me empujó.

—¡¿Que te sucede?!, me mordiste.

Abrí los ojos y vi que de su labio inferior salía sangre.

Suspire y cerré la ducha.

—Disculpa— murmuré agarrando una toalla del estante — Debe de ser el estrés, los problemas siguen en la empresa.

Desde aquella noche de mi boda en la que mentí sobre que tenía una emergencia, he tenido que sostenerla, y se ha vuelto mi escusa día, a día.

Sentí los brazos de mirando envolverme por dentras.

—Eso debe de ser mi amor, no pasa nada, ya ni siquiera me duele.

Sin ser demasiado brusco quite sus brazos y me di la vuelta inclinándome para darle un beso, ella inmediatamente alzo la cara creyendo que el beso iría a sus labios.

Noches sabor a vino +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora