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ELA

Los días pasaron rápido y cada día estaba más sorprendida por el desempeño de Bárbara, me estaba demostrando que no me equivoqué al contratarla, y ni se diga del remolino andante, se la pasaba de arriba para abajo alegrando a todos en sus días oscuros, nadie se había quejado de su presencia, realmente ¿Quién se quejaría de ese pequeño angelito?, era un amor y no le importaba regalarnos un poquito de el.

Estaba leyendo el contrato para la junta de mañana, tenía algunos errores que le diría a Bárbara que corrigiera. Los toques en la puerta me hicieron alzar la cabeza y emitir un pase. Bárbara se hizo presente y puse un mechón de mi cabello detrás de mi oreja esperando que hablará.

—-Ha estado llamando una señora, una tal Miranda Livingstone, dice que la están esperando.

Abrí los ojos. Joder! La cena. Me puse de pie sin detenerme a pensar bien en lo que estaba haciendo y agarre mis cosas y le tendi el documento.

—-Corrígelo, tiene algunos errores.

Salí con paso apresurado, pero me acordé que no tenía ni idea de en qué restaurante me estaban esperando, murmuré una maldición.

—-¡Y MÁNDAME LA DIRECCIÓN DEL LUGAR!.

Grite esperando que me escuchará, su respuesta la cual no tardó en llegar.

—-¡AHORA MISMO!—- respondió en el mismo tono.

Sonreí y corrí.

Mi vestimenta constaba de un vestido ejecutivo pegado hasta un poco arriba de la rodilla, el color verde esmeralda hacia lucir mi color de piel. Subí a mi camioneta y sin observar bien mi aspecto arranque con dirección al restaurante italiano del cual no sabía que existía pero que gracias a Bárbara supe su ubicación. El trayecto fue de lo más normal, entre el tráfico londinense de todos los días hasta las mismas calles que había recorrido un millón de veces desde que me mudé a está ciudad hace seis años. Entré al estacionamiento privado del local y permanecí sin saber que hacer, revise mi celular y vi que llevaba una hora y media de retraso, hiciera lo que hiciera ya llegaba tardísimo. Me quite el cinturón y me estiré para buscar en mi bolsa la cosmetiquera, cuando la encontré saque mi labial y baje el espejo. Aplique un poco de el y saqué unas toallitas para limpiar un poco mi maquillaje, con el pasar de las horas se había estropeado un poco pero con eso quedaba listo, cuando termine con el acomode las ondas de mi cabello hasta que quedaron en una perfecta armonía, sonreí satisfecha a mi reflejo.

Agarre mi cartera, llaves y celular antes de salir. Camine por el espacioso lugar hasta que llegue a la entrada y sin más me adentre a el. En el lugar sonaba una leve canción de fondo, las luces eran tenue, las mesas eran redondas arriba de ellas habían lámparas en forma de telarañas, las mesas estaban bastante alejadas las unas a las otras para darles mayor privacidad.

Nada mal.

Me dirigí hacia la chica y no tuve que decir nada cuando me brindo una sonrisa e hizo una seña para que la siguiera. Los presentes se giraron a verme pero mi vista solo estaba enfocada en las tres personas en la mesa del fondo, mientras más nos acercábamos más podía distinguirlos. Miranda tenía puesto un vestido morado que a decir verdad se veía muy linda, la hacia resaltar por su cabello rubio, frente a ella estaba mi muy amado prometido vistiendo un traje azul marino y por último a su lado se encontraba aquel hombre de ojos como el mar, vistiendo una camisa azul la cual llevaba desabrochada los primeros botones, por lo visto tenía alguna manía con eso y un pantalón negro, empezaba a descubrir su color favorito.

Noches sabor a vino +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora