rencarnando en konosuba como kazuma la estupida de aqua me renació como un bebe perdí mis recuerdos estoy en camino a vencer a todos en este mundo crear el capitalismo y traer de vuelta el patriarcado
Caminaba por lo que alguna vez fue mi antigua aldea. Mentiría si no dijera que mientras caminaba, las lágrimas salían. Encontré cuerpos de demonios, humanos y lobos tirados en el piso, muertos. Nunca imaginé que el anciano fuera tan fuerte y genial.
Mientras caminaba, decidí tratar de buscar sobrevivientes, pero no sirvió de nada. Todos estaban muertos, solo cadáveres quemados de lo que eran. Caminé recogiendo unas gemas, las cuales eran pequeñas mantitas de algunos demonios que murieron antes de poder usarlas. Por suerte, uno de ellos poseía un bolso que me sirvió para guardar las mantitas. Seguí caminando hasta que pude ver al anciano.
Corrí con todas mis fuerzas, pensé que al menos él estaba vivo.
—Anciano, oye anciano —grité, tratando de recibir alguna respuesta de este.
Pero no fue así. Al acercarme más al cuerpo de este, me di cuenta de que no respiraba. Estaba muerto. Solo pude agachar mi cabeza. Yo era el único sobreviviente de esta masacre. Yo estaba solo.
Después de eso, me dediqué a enterrar los cuerpos, tanto de las personas como los de los perros/lobos. Aunque no eran humanos, ellos vengaron a mis amigos. Era lo mínimo que podía hacer. El anciano era el último que me faltaba. Estaba canso, por no decir agotado, lleno de sudor. Cuando me disponía a arrastrar el cuerpo del anciano, me percaté del collar que estaba a su lado. Ahora que lo recordaba, este no era el objeto que tenía durante la pelea. ¿Acaso era como esas armas legendarias de los libros que leía? Estaba tentado a enterrarlo con el anciano, pero él siempre me decía que si encontraba algo y no poseía dueño, era mío. Guardé el collar y me disponía a enterrarlo junto con los demás.
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Al terminar, me puse de rodillas y junté mis manos, deseando que ellos donde quiera que estén descansen en paz. Un campo lleno de cadáveres enterrados, la mayoría de lobos, ya que los cuerpos de los humanos fueron quemados y reducidos a cenizas.
—Ahora, ¿qué debo hacer? No tengo idea de adónde debo ir, pero ya no quiero estar aquí —dije, sin saber qué hacer, pero con una respuesta simple: "Ya no quiero estar aquí".
Caminé por el camino donde el anciano y los mercaderes conseguían sus productos. Sabía que el lugar estaba a unos 2 días en carruaje, pero a pie me demoraría unos 5 días, eso si no muero por el agotamiento.
5 días después
Logré llegar al lugar. Después de sobrevivir 2 días a base de frutas y las aguas de un río, el cual tenía una dudosa procedencia, pero mi garganta estaba tan seca que no me importó, al tercer día, cuando seguía mi camino, me encontré con unos hombres extraños vestían túnicas como los del padre de mi antigua aldea, pero estas eran de un color azul con detalles dorados.
