Capítulo 5: Un paseo por Roma en la noche

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Mientras Leandro conducía por las calles de Roma, Paulo se dedicaba a mirar a través de la ventana sin preocuparse por el rumbo. Se dejaba llevar por las calles iluminadas por la tenue luz de los focos. Minutos después, llegaron al destino, y el cordobés no pudo evitar derretirse al ver a Leandro estacionar el auto. Con una mano maniobraba el volante, volteado para evaluar la distancia con el otro vehículo. Sintió el calor subir por su cuerpo, pero borró cualquier pensamiento indecoroso; apenas era la primera vez que veía a Paredes, no debía ponerse así solo por verlo estacionar.

Paulo, dispuesto a abrir la puerta, frenó abruptamente cuando Leandro indicó que esperara. Este se bajó y rodeó el auto para abrir la puerta del copiloto, tomando la mano de Paulo como soporte.

—Gracias —dijo Paulo con una linda sonrisa en su rostro.

Ambos se dirigieron al interior de un lujoso restaurante. Una vez allí, Leandro dio su nombre y los llevaron a una mesa alejada para tener algo de privacidad. Segundos después, una mesera llegó con los menús y los dejó solos.

—¿Alguna vez viniste a este lugar? —preguntó Leandro, mirándolo fijamente.

—La verdad es que no, nunca vine.

—Ok. Lo mejor de la casa son sin duda las pastas con salsa blanca, ¿te gusta? —Paulo asintió. —Bien, y a eso le agregamos un vino tinto. ¿Querés algo más?

Esta vez, Paulo negó; estaba bien, además, no sabía si traía suficiente efectivo para pagar después. Momentos después, la mesera volvió para tomar su pedido, y Paredes respondió en un impecable italiano, dejando embobado a Paulo.

—Ey, Pau. ¿Estás bien? —pasó su mano frente al rostro del menor, quien se había quedado absorto en sus pensamientos sobre el jugador y su perfecto manejo del idioma.

—Ah, sí, sí, sí, estoy bien, solo me quedé pensando en algunas cosas. ¿Qué decías?

—Tranquilo, no pasa nada —contestó con una sonrisa. —Te preguntaba sobre qué te había parecido el partido.

—Me gustó, aunque siendo sincero no entiendo mucho, pero lo que sé es que marcaste un golazo increíble.

—Me alegra saber que la pasaste bien, y no te preocupes, a medida que salgas conmigo vas a entenderlo más.

—¿Eso quiere decir que no solo será esta vez? —preguntó Paulo.

—Exacto, a menos que vos no quieras —respondió tranquilo. El vino llegó en ese momento antes de que Paulo pudiera responder. La mesera lo dejó sobre la superficie, lo destapó y colocó un poco en la copa de Leandro y otro poco en la de Paulo. Ambos probaron y les gustó; pidieron que lo dejaran y la chica dijo que la comida llegaría en unos minutos.

—¿Entonces? ¿Vas a querer salir otra vez más? —retomó el tema.

—Yo sí quiero, me parece buena idea —contestó con una pequeña sonrisa asomándose por su rostro.

(...)

La cena terminó y, tras "pelear" por quién pagaría, Paulo accedió a que Leandro se hiciera cargo, aunque no quisiera eso; quería contribuir un poco también. Salieron del restaurante y fueron directo al auto del mayor. Nuevamente, Leandro se encargó de abrir y cerrar la puerta para Paulo, quien sentía que podía acostumbrarse a ese trato. Una vez sentados en el interior, Paredes habló.

—Apenas son las 11:30. ¿Qué tenés ganas de hacer? ¿Querés ir a tu casa o hacer otra cosa por ahí?

Paulo lo pensó durante algunos minutos hasta que una idea llegó a su mente.

—¿Podemos tomar un helado y luego vamos a mi casa? Aún tengo el horario de sueño como en Argentina; está bastante desconfigurado —admitió apenado.

—Me parece bien. Podemos ir a la Gelato di San Crispino; tienen helados riquísimos —dijo Leandro.

Paulo asintió satisfecho. —Pero esta vez pago yo —aclaró, a lo cual Leandro negó rotundamente. —¿Pero por qué?—

—Déjame invitarte, a mí no me molesta en lo más mínimo. ¿Sí? —una de las manos de Leandro recorrió su muslo izquierdo, dejando suaves caricias que lograron derretir por milésima vez en la noche al menor, quien luego de pensarlo optó por aceptar.

—Así me gusta —sonrió de una forma encantadora, logrando que Paulo se pusiera colorado.

(...)

La velada avanzó con la pareja dirigiéndose a la Gelato di San Crispino. Mientras disfrutaban de exquisitos helados, compartieron risas y anécdotas, permitiendo que la noche fluyera de manera natural. Paulo, agradecido, encontraba cada vez más confort en la compañía de Leandro.

Tras finalizar, se dirigieron hacia la casa de Paulo en el auto. Sus charlas sobre diversos aspectos de sus vidas no cesaron; exploraron varios temas y descubrieron sorprendentes similitudes. Al llegar, Leandro, galante como siempre, volvió a abrir la puerta del auto para Paulo. Ambos caminaron hacia la puerta de la casa, sin querer ponerle fin a esa salida especial.

A pesar del cansancio y el sueño que comenzaba a notarse en la mirada de Paulo, este invitó a Leandro a pasar. Decidieron preparar un té mientras seguían conversando. A estas alturas, pasaban las dos de la mañana, y en los ojos de Paulo se vislumbraba el agotamiento.

—Pau, ya estás cansado, me voy así podés dormir— sugirió Leandro.

Aunque no quería que la presencia de Leandro abandonara su casa, Paulo aceptó, consciente de que podría quedarse dormido de pie. Se dirigieron a la puerta, ambos salieron para despedirse.

—La pasé muy bien, Leo. Gracias por todo — expresó Paulo.

—A mí me encantó pasar la noche con vos, y me alegra que hayas ido a mi partido —sonrió Leandro—. Otro día de estos te invito a merendar a alguna cafetería. ¿Te gustaría?—

—Me encantaría, pero esta vez pago yo— recriminó el más bajo.

—Mmmh. Lo dudo, pero me lo pienso. Aunque sabés que no voy a dejarte— rió divertido al ver la mueca de molestia de Paulo.

Paulo, sintiendo frío, comenzó a frotar sus manos por sus brazos apenas cubiertos por un pequeño suéter. Al notar esto, Leandro se quitó la chaqueta para colocársela en los hombros al menor, quien protestó.

—Te va a dar frío, póntela vos— amagó con quitársela.

—No, no, no. Quédatela, yo me subo al auto y no habrá más frío. En fin, te dejo ir a dormir, nos vemos otro día hermoso— sin más, se acercó y dejó un suave beso en uno de los cachetes del cordobés. —Que descanses—

—Vos también descansá, Leo. Gracias por todo— habló Paulo entre temblores y cachetes colorados.

—¿Te pusiste rojo? Sos tan lindo— rió Leandro mientras acariciaba uno de sus calentitos cachetes, aumentando la timidez de Paulo.

—Nada que ver. No digas boludeces, es por el frío —habló nervioso.

—Yo solo digo lo que veo— le dio otro beso en el cachete y rozó las comisuras de sus labios. —Nos vemos, lindo—

Sin más, Paredes se volteó y se dirigió a su auto, dejando a un Paulo parado con los cachetes colorados y envuelto en la chaqueta del jugador. Finalmente, entró a su casa chillando por todo lo que había pasado en esa noche.

(...)

A la hora de dormir, Paulo llevó la chaqueta de Leandro consigo a la cama, sumergiéndose en su aroma, que resultaba ser simplemente delicioso.








Buenaaas, nuevo cap espero que les haya gustado, tampoco se olviden de votar y comentar si esto fue así. Perdón si hay algún error de ortografía o redacción.
Aprovecho a contarles que actualicé el último cap de 'Qualifications And Sex' así que vayan a darle apoyo.
Nos leemos

—Nabi

Entre likes y comentarios || Leandro Paredes x Paulo Dybala Donde viven las historias. Descúbrelo ahora