❀ Capítulo 𝟹 ❀

178 21 14
                                    



Los ojos de un pelinegro se abrieron con pereza a la misma vez que tocaba delicadamente su cabeza. Se encontraba en el suelo, aturdido sin conocimiento alguno de lo que pasaba en ese momento.

¿Dónde estaba...?

Una sensación de desorientación lo invadió mientras sus manos se apoyaban en el suelo y se incorporaba lentamente, como si estuviera emergiendo de las profundidades de algún abismo desconocido.

Todo era tan oscuro.

Giró sobre sí mismo, buscando desesperadamente algún atisbo de claridad, pero sus ojos no encontraron más que un mar de sombras. Todo a su alrededor estaba envuelto en una oscuridad densa e impenetrable, una negrura que parecía devorar incluso la luz misma.

Cerró sus ojos. Intentando pensar qué hacía allí, mas nada le venía a la cabeza.

Los abrió, y no muy lejos suyo apareció una farola que iluminaba un poco el ambiente. Esperanzado por ver algo de luz en toda esa oscuridad, se acercó contento, creyendo que le ayudaría a entender lo que le estaba pasando.

Que ingenuo fue.

Al principio esta luz lo hacía muy feliz. No había sentido tanta alegría en mucho tiempo. No pudo evitar sonreír al sentir aquella luminiscencia encima suyo, olvidándose por completo que estaba rodeado de oscuridad.

Mas ese sentimiento no duró por mucho tiempo. 

El pequeño destello que daba la farola empezó a parpadear de manera frenética.

"¿Que?"-Fue lo único que logró salir de sus labios al ver como la incandescencia moría poco a poco hasta dejar todo en la oscuridad de nuevo-.

En cuanto no quedó ni un poco de esta esencia, una voz masculina se hizo presente, retumbando fuertemente en sus oídos como si se tratara de una frecuencia reproducida por sus propios recuerdos.

Era rasposa como el acorde de una guitarra pero a su misma vez delicada y cautivadora. Parecía empalagosa, como el engañoso canto de una sirena.

Aunque por otro lado, daba miedo. Tan solo con oírla pudo sentir como su corazón se encogía en su propio pecho. Era raro, como si pudiera arrastrarlo a donde quisiera tan solo con unas palabras.

De cierta forma le resultaba familiar, como el canto de una canción que no escuchaste en mucho tiempo.

Y entonces, la luz regresó una vez más, revelando una figura oscura y amenazante que se alzaba frente a él. Una sombra sin rostro, sin alma, solo una masa de pura oscuridad. Maldad era en lo único que podía pensar al verlo.

Pero ya era demasiado tarde. Demasiado tarde como para huir.

Se sintió diminuto e insignificante ante la presencia de aquel hombre, como si pudiera ser consumido en cualquier momento por cualquier movimiento que este hacía.

La sombra se acercaba.

¡Cuidado!

𝙷𝚊𝚏𝚎𝚏𝚘𝚋𝚒𝚊 - 𝚁𝚘𝚍𝚛𝚒𝚟𝚊𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora