1689: Decadencia y amor.

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   Para 1689, Sueño está bastante seguro de lo que siente por Robert Gadling luego de cien años intentando buscar respuestas en miles de personas diferentes; cada una dándole la misma: Esa persona debe gustarle.

Y lo piensa hasta el último segundo, decidiendo que ese año lo confirmará o lo olvidará para siempre.

...

Por primera vez es Sueño quien llega primero a la taberna. Un poco preocupado, mientras le asegura a una mesera que no quiere nada por el momento, escucha un pequeño alboroto en la entrada.

—¡Sueltenme! —reconoce la voz.

—Te vamos a lanzar con el resto de la basura. —uno de los hombres dice, arrastrando a...

—Dejalo en paz, es mi invitado. —Robert Gadling. Sueño se sorprende cuando lo ve, pero su rostro no lo demuestra.

—Sabia que estarías aquí. —el hombre con el regalo de la inmortalidad se sienta de golpe en una silla frente a él, Sueño, quien le ve sin decir nada. Hob está sucio, desaliñado como un vagabundo, desesperado cuando bebe de la jarra de agua y se come el pan de la mesa como un animal.

Sintiendo la mirada del hombre de cada cien años, Hob se separa de la mesa, dándole una mirada penosa —Lo perdí todo. —sabía cómo se veía en comparación a la última vez, avergonzado por su actuar cuando aquel hombre lucia igual que hace años. Nuevamente su cabello estaba largo, hasta los hombres, vestido con sus ropas oscuras como la noche; postura firme, mirada severa que no revela nada. Era la clásica definición de un hombre ideal. —Mis tierras, mi oro... mi familia.

Aunque a Sueño no le hubiera gustado la idea de que Gadling encontrara a alguien con quien formar familia, le entristecía el ver como le había afectado perderla. Era algo que entendía. Aunque su familia fuera eterna, si algo le ocurriera, se sentiría igual de triste que Hob.

—Trataron de ahogarme por brujo. —el hombre frunce el ceño ante el recuerdo, sintiéndose molesto. —Vivi allí cuarenta años, me confíe demasiado. —admite— Salí con lo que llevaba, y todo empeoró y empeoró y... empeoró —se hunde en los recuerdos —he odiado cada segundo de los últimos ochenta años. —confiesa. —Cada maldito segundo ¿entiendes?

Y Sueño lo hace, cuando apostó con Muerte sabía que un humano no podría soportar el peso de la inmortalidad, él sabía que un día llegaría a su límite. Los humanos eran seres sencillos, sus mentes no estaban echas para vivir por tanto años, mucho menos comprender la complejidad de una vida eterna. Morfeo lo sabía, lo esperaba, y aún así siente un pequeño pinchazo en su corazón ante la idea de que finalmente Hob va a decidir morir.

Se había divertido esos últimos años junto al hombre, escuchando sus historias, intrigado por su persona, sintiendo un pequeño apego por él. Sin embargo, era un dios, no podía permitir que sus caprichos se interpusieran en la decisión de Hob. Le habían dado la inmortalidad, pero él decidía hasta donde alargar ese obsequio. Y si quería morir en ese momento, Sueño hablaría con su hermana y se lo concedería, aunque se quedará sin ese pequeño entretenimiento.

—¿Y sigues deseando vivir?

—¿Estas loco? —Sueño hace una expresión sutil de tristeza —La muerte es para los estúpido. —agrega —Tengo mucho por que seguir viviendo. —suspira con dolor por su propia terquedad, sin saber que aquello ha vuelto a un dios bastante feliz.

Sueño admiraba la perseverancia de Gadling, la esperanza que mantenía sobre el futuro. Aquello significaba que estarían atados por algunos años más ¿Cierto?

—Ya podemos ordenar. —llama a una mesera, contento con la idea de no perder a Hob tan pronto. Pero... ¿algún día tendría que hacerlo?

—Me comeré toda la maldita mesa. —Sueño ve al hombre frente a él, el cual ha visto los últimos cuatrocientos años. Cambia en cada época, siempre tiene algo nuevo que contar, atrapandolo en sus historias, en su personalidad, en su visión sobre el mundo. E, incluso luciendo de aquella manera, peor a cuando lo conoció en esa misma sucia taberna en 1389, aún le sigue llamando la atención.

En cada época [Dreamling]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora