1789: El diablo y el judío errante.

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   Luego de 1689, Hob Gadling desea con desesperación que cien años pasen rápido para volver a ver a aquel divino ser que le hizo difrutar de una noche de sexo como nunca en su vida. No sabe lo que significó, si eso cambió de alguna manera la dinámica entre ellos o si volverá a ocurrir.

Ruega a cada dios que existe, que eso vuelva a ocurrir.

Cuando despertó al día siguiente, el hombre con el que estuvo viéndose cada cien años desde que se conocieron, con el que tuvo la más grandiosa noche de sexo, había desaparecido. Por supuesto.

Desde entonces, no pudo sacarlo de su cabeza en ningún momento de los años siguientes, sólo deseándolo cada vez más.

Intentó distraerse con diferentes mujeres, incluso probó con hombres, pero no importaba que hiciera simplemente no podía tener sexo con nadie más que no fuera aquella persona.

Así, cien años de abstinencia en contra de su voluntad, pasan con una lentitud mortal.

Cuando 1789 llega, Hob prácticamente corre a la taberna del Caballo Blanco, pidiendo una mesa apartada sólo para él y su invitado, en caso de que tuvieran que hablar con privacidad. El corazón del inmortal corre con desenfreno, asustado, nervioso y ansioso por encontrarse nuevamente con el hombre que ronda sus sueños dominando sus fantasías. Alisa su ropa, arregla su cabello, teme que no aparezca y que aquella noche haya sido el final de su extraña amistad.

Sin embargo, él aparece.

Deslumbra al igual que siempre, haciéndose notar como una perla en la arena. Brillante, elegante, intocable. Hob se pierde en su aparecía admirando cada detalle, pensado en lo diferente que se ve cuando está rogando por atención.

Gadling se levanta para recibirlo, temblando un poco cuando ofrece la silla a su lado, en la cual el hombre se sienta luego de regalarle una pequeña sonrisa.

Hob se decepciona un poco cuando no hablan inmediatamente de lo que ocurrió en la noche de 1689, pero decide actuar como si nada al igual que su compañero, hablando sobre su vida hasta ese momento.

Se sorprendió bastante cuando le regañó luego de hablarle de su nuevo negocio, pero le hizo darse cuenta de que, ciertamente, estaba cometiendo un error. Lo que le hizo profundizar en sus pensamientos.

El silencio que se forma es sencillo, otra reunión más, pero Hob no quiere seguir así.

—Llevamos cuatrocientos años viéndonos en este lugar —inicia volviendo a hablar. —Y todavía no sé nada de ti ¿Quién eres? —pregunta —La verdad —pide —¿Cuál es tu nombre?

Y Sueño está por responder, decirle al menos eso a Hob, cuando una persona les interrumpe. El gobernante de la ensoñación comprendía al hombre con el don de la inmortalidad, luego de tantos años era momento de que al menos le diera su nombre. Habían tenido una noche llena de intimidad, pero Hob ni siquiera sabía cómo llamarlo.

Morfeo, cuando no estaba ocupado lidiando con las responsabilidades que un dios como él tenía, pensaba en Hob, en lo que había pasado esa noche, como había huido sin decir nada.

Nunca había experimentado algo así con alguien, siendo la primera vez que estaba con un hombre mortal. Lo había disfrutado, deseando repetirlo cuando recordaba ese momento en específico. Realmente le gustaba Robert Gadling, disfrutando sus fugaces reuniones. En especial la última.

—No era necesario que me dedendieras —luego de que se encargan de la intromisión de Lady Johanna Constantine y sus hombres, Sueño menciona dándole una mirada brillante a Hob.

Aunque no había sido necesario, el ver como Gadling se enfrentaba solo a esos hombres por ellos, le hizo llenar el corazón con un sentimiento agradable que no podía evitar que se expresara en su rostro.

—Se nota —Gadling dice, habiendo visto como se encargaba de la mujer que había llegado con amenazas. Sin embargo, Hob también nota la manera en que el hombre a su lado le sonríe, feliz por haberlo defendido. Entonces sonríe de la misma manera, sin poder evitarlo. —Aunque no quería beber solo aquí dentro de unos cien años —explica su actuar, demostrando una mirada un poco tímida que hace a Sueño inexplicablemente contento. —Entonces... ¿Está es la despedida?

Sueño debería decir que si, pero apretando sus labios, los suelta en un pequeño suspiro, elevando la mirada para ver a Hob Gadling con una sola intención cuando dice —Aún podemos pasar un poco de tiempo a solas. —propone con una cierta punzada de miedo. Había llegado allí sin ignorar por completo el hecho de que se habían acostado de manera íntima en la última reunión porque no quería incomodar su encuentro, pero ahora que habían hablado lo suficiente...

—Eso- Eso- —Hob niega con la cabeza mientras ríe por su inesperada ineptitud para hablar. —Por supuesto, si es lo que quieres.

—¿Tu no lo deseas?

—¿Es una broma? —Gadling luce perplejo ante la pregunta. —Es lo que más anhelo.

Con una sonrisa bastante notable, Sueño asiente hacia Gadling, entendiendo sus necesidades. Caminando adelante, piden una habitación del segundo piso.

...

—Hob, espera —Sueño pide intentando controlar la situación, pero en el momento en que la puerta de la habitación se cerró detras de ellos, el hombre lo atacó comenzando con un beso hambriento que parecía querer robarle el alma. —Actuas como un animal, Robert Gadling.

Apoyando al hombre más alto contra la pared, Hob coloca la frente contra su hombro, intentando controlarse. Tenía razón, estaba actuando como un loco, pero... —No he podido estar con nadie después de ti, no sales de mi mente. —confiesa —No he tenido sexo en años, siento que estallare si no te tengo en este momento.

No era el verso más romántico que pudieran haberle dicho, pero aquella confesión mezclada con deseo logran adentrarse en el corazón de Sueño, haciéndolo sentir satisfecho.

El rostro de Hob es tomado por manos suaves, guiado hacia labios cálidos que besan con una intensidad contenía que hace latir su corazón con energía.

—Morfeo. —Sueño dice cuando se separa, manteniendo el rostro de Hob cerca.

—¿Qué?

—Puedes llamarme Morfeo.

Y el simple dato, se siente como mil batallas ganadas para Hob.

—Es la primera vez que te veo con tanta claridad. —el antíguo caballero susurra. —No me había dado cuenta de que el azul de tu mirada fuera tan profundo.

Y no lo saben aún, quizás, pero en cada encuentro sus destinos se enredan un poco más.

En cada época [Dreamling]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora