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Muñequito no sabía cuánto tiempo estuvo metido en una caja, pero sí el suficiente para que, cuando la parte de arriba la sacaron, sus ojos quedaron cegados por la repentina luz. Se vio obligado a cerrarlos con fuerza, todo su cuerpo doliendo por la incómoda posición en la que estuvo tanto tiempo.

Un hombre desconocido se asomó, con una sonrisa morbosa en su rostro que envió un escalofrío por su espina dorsal. Esa persona era alta, tenía el cabello largo, negro, amarrado en una coleta, un rostro delgado y una pequeña barba junto a unos crecientes bigotes.

— Tú tienes que ser Muñequito de Porcelana, ¿no es así? — dijo con voz suave, agarrándolo de las axilas, levantándolo y se dejó manejar como peso muerto. — Eres más bonito que en fotografías, cosita hermosa.

No hizo gesto alguno, aún cuando quería vomitar al sentir como posaba sus labios sobre su boca y algo húmedo acariciaba su barbilla. Su lengua, probablemente.

— ¿Sabes cuánto dinero me costaste? — dijo como si nada el hombre. — ¡Ochenta y cinco millones de wons! — se rió de forma estruendosa, entrando a su cuarto y dejándolo sentado sobre su cama. — Espero que valgas todo ese dinero, Muñequito, porque si no, me voy a enojar mucho. Y no me gusta estar enojado.

La única respuesta que hubo fue su estómago respondiendo por el hambre y Muñequito desvió la vista.

— Oooow, ¿quieres comer? — dijo con tono jocoso. — Mi proveedor me ha dicho que comes papilla de bebé, espérame un instante.

Desapareció por la puerta y Muñequito se permitió acomodar sobre la cama antes de mirar la pared, tratando de ahogar el pánico burbujeante que moría por salir. Pero si se dejaba llevar por el terror, terminaría llorando y no podía hacer eso. Los Muñequitos no lloraban.

Su Dueño apareció otra vez llevando un frasquito de papilla junto a una cuchara, destapándolo, por lo que Muñequito abrió su boca, comenzando a recibir la asquerosa comida a la que ya estaba acostumbrado.

Recordaba, muy vagamente, que una vez terminó vomitando por estar harto de la papilla, así que Shin lo ahorcó en castigo. Apretó su tráquea con sus grandes manos hasta que se desmayó entre lágrimas. Luego de eso, entrenó a su estómago para aceptarla sin reclamo alguno.

Se notaba que ese hombre jamás hizo aquello porque terminó manchando su barbilla, sin embargo, fingió que no le incomodaba, e incluso permaneció quieto cuando su Dueño comenzó a chupar el alimento derramado de su cuello.

Desvió la vista una vez más hacia la pared al sentir grandes manos comenzando a desnudarlo, mordiendo su labio inferior, y se obligó a callar todos los gritos atorados en su lengua.

Aunque, a esas alturas, no sabía realmente si tenía una voz como para poder chillar.

Aunque, a esas alturas, no sabía realmente si tenía una voz como para poder chillar

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Yeosang llegó tarde ese día a su casa, pero en el fondo, no le interesaba mucho.

Probablemente ya todos acabaron de cenar, sin embargo, tampoco tenía hambre, pues comió en casa de Yoonah. De mamá. Junto a su esposo.

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