17. Lo inevitable

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                               Lo inevitable
                                | Finn Dickson |

Hermosa.

Evelyn está hermosa.

Nuestros dedos están entrelazados mientras caminamos a la heladería.

La pequeña consentida quiere un helado.

Y yo, obviamente se lo voy a dar.

También le quiero dar. Verla en ese vestido rosa, lo disfruto demasiado. Se amolda perfectamente an ella, marcando cada parte de su cuerpo.

No soy una persona que quiere cojer todos los putos días de su vida, ese no soy yo. Me gusta pasar tiempo con el compañero, compartir palabras, risas, abrazos, caricias. Pero Evelyn, además de querer estar con ella, también quería sentirme dentro de ella, la mayoría del tiempo.

Salimos para pasar un pequeño momento juntos. Me había comentado que sus padres no se encuentran de la mejor forma, de que dan un paso adelante, pero luego dos atrás, y no pueden comunicarse. Así que la llamé, y fui a buscarla a su casa.

—¿De qué sabor te gustaría? —pregunto mirándola, viendo cómo su cabello se acomoda a los costados de ella, llegando hasta un poco antes de su espalda baja.

Me mira —. Mmh, vainilla —sonríe.

Esa sonrisa...

Joder.

¿Por qué tiene que ser linda?

Luego de la pregunta, ya pisamos la heladería.

—Buenas tardes —saludo.

La joven me saluda amablemente —Hola, ¿qué te gustaría ordenar?

—Un helado de vainilla, de un solo sabor, por favor —respetuoso.

Arquea una ceja—. ¿Solo uno? Pero si son dos.

Carraspeo molesto —. Solo uno, de sabor vainilla, gracias —repito.

—Perfecto. Serían $3.50 dólares, pero como eres guapo, te lo dejo gratis.

Alzo las cejas y abro los ojos por su comentario.

—Disculpa, perra. ¿Quién te crees que eres? Por si no me ves, ¡hola! Soy la novia. —Evelyn roda los ojos y una carcajada sale de mi.

La detengo con mi mano en su estómago y me acerco a su oído para susurrarle algo que solo ella puede oír.

—Tranquila, tengo bien en claro quién hace que mi pene se vuelva loco al igual que yo, y con quién me gusta estar. —Me alejo de ella.

Solo la rubia podía hacer que sea tan sexual y romántico a la vez.

La detesto, detesto que me haga sentirme así.

—Ten tus $3.50 dólares.

Y me retiro sin decirle ni adiós. Nos echamos a un lado mientras que la chica nos prepara lo que pedimos.

—Odio que coqueteen contigo. —Cruzada de brazos

—Y yo no estoy de acuerdo con que cualquier idiota te vea de pies a cabeza, Evelyn.

—Aquí tienen. Que lo disfruten. —La joven traga grueso y inclina el helado hacia mi dirección y lo tomo—. Gracias —indico sin mirarla a la cara.

De todas formas, siempre soy educado y respetuoso.

Nos sentamos en una de las pequeñas mesas que se encontraban dentro, y nos miramos enfrentados.

AMOR ENTRE MENTIRAS | PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora