Joven, radiante y encantador, esas tres palabras podían describir perfectamente a Kim Sunoo, el nuevo vecino de Sunghoon.
¿Acaso él nunca había visto a alguien tan hermoso como Sunoo?
Sunghoon lo necesitaba... Él era perfecto. Posiblemente, todo lo...
Nada de lo que suceda en este capítulo es canónico, por lo cual no afecta en la historia principal.
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— ¡Hoonie! ¡Apúrate!
— Ya voy... Dame un momento.
Con una sonrisa, Sunghoon cerró la puerta de la habitación y se recostó a un lado en la cama, acercando el cuerpo de Riki al suyo para abrazarlo con fuerza.
— Duérmete.
— ¡No! No hasta que no reciba mis besos de buenas noches.
— Amor...
El menor se dió vuelta para quedar frente a frente y agarró la ropa del contrario, haciendo puchero mientras le observaba. Ante esto, el pelinegro no pudo resistirse y se puso encima suyo, comenzando a dejar suaves besitos por todo su rostro y por último, en sus labios.
— ¿Ahora sí te vas a dormir?
— Sí, me dormiré contigo.
— Bueno, ven.
Sunghoon se recostó a un lado otra vez y Riki se subió encima suyo, abrazándolo mientras frotaba su rostro en su pecho tal cual gatito.
El mayor agarró la frazada y tapó a ambos mientras acariciaba el cabello del menor hasta que consiguió dormirse para subsecuentemente, dormirse él.
. . .
Por la mañana.
Los rayos del sol comenzaron a pegar en el rostro de Riki, lo cual hizo que se despertara. Se sentó en la cama y observó a su lado al sentirse solo.
— ¡HOON! — Gritó al sentir la ausencia de su novio. —
El recién nombrado entró a la habitación con una bandeja de desayuno. La dejó sobre la mesita de luz y se sentó a su lado.
— Aquí estoy, fuí a hacer el desayuno.
— Ya hablamos de esto de irte sin avisarme...
— Pero estaba en casa.
— ¡AÚN ASÍ! — El menor se avalanzó sobre Sunghoon y lo abrazó. — No me dejes solo.
— Mi bebé... Estoy aquí.
Con cuidado alejó el rostro del contrario y puso su rostro entre sus manos.