A mí abuela

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Hoy despierto deseando nunca haberlo hecho para poder así verte al menos un segundo más. Hoy la vida me ha enseñado que la crueldad puede ser bella, porque de no ser así, no encontraría palabras para describir el dolor que tengo en el pecho y a la vez, la alegría que tengo en mi corazón. Hoy al verte no pude contener las ganas de correr hacia tus brazos y abrazarte con todas mis fuerzas, la alegría no podía compararse, tu solo sonreías sin decir nada, pero no era necesario porque tú sonrisa lo decía todo: estoy feliz de verte. Hoy por fin esa distancia de kilómetros se acortaba con un abrazo, los cinco años sin vernos los recuperamos en ese segundo y el arrepentimiento de no haberme despedido de ti ya no importaba, nada importaba, solo tú. Tenía tantas cosas que contarte, desde la última vez que estuvimos juntos pasaron miles de cosas en mi vida, quería contarte de mi primer amor, de mi primer día en la escuela y quería hablarte de mis nuevos amigos, pero el momento era demasiado hermoso como para arruinarlo con palabras banales, así que callé y te abracé más fuerte, tan fuerte que mis lágrimas cayeron, tan fuerte que sentí tus latidos, tan fuerte que desperté. Hoy desperté buscándote, pero no estabas en ningún lado, y ahí lo comprendí, pero no pude hacer nada más que comenzar a llorar. Hoy he descubierto el agonizante dolor que se siente que el único lugar donde te puedo dar un abrazo son mis sueños, o tal vez mi sueño sea darte un abrazo, aún no lo sé, pero está sensación es horriblemente hermosa. Hoy espero con ansias mi hora de dormir porque tengo la esperanza de volverte a abrazar como en aquellos momentos que nunca valoré pero que ahora sueño por tener.

Ventanas: el reflejo de un alma cualquiera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora