𝐈 𝐀𝐌 𝙃𝙐𝙉𝙂𝙍𝙔 || ᴘᴀᴘᴜғʀᴇsᴄᴏ

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— ¿Qué vamos a jugar?

La voz asustada de un pequeño resonó con molestia en el adulto.

— Ya lo hemos jugado varías veces. — Mencionó, cerrando la puerta con calma.

— Y-yo no quiero jugarlo. — Vio de reojo a ese señor, y dio un paso para atrás con miedo. — No es divertido.

— ¿Por qué? Para mí si lo es.

La respiración de Miguel se volvió irregular, buscaba lugares en donde podía escapar o librarse, pero lo único que había era una cama.

❝ — Solo déjate llevar.❞

Cuando un humano tiene miedo, lo más normal es que se quede quieto en su lugar, sin saber qué hacer, aturdidos.

Se esfuerzan mucho para decir que son "superiores" a los animales, a mí me parece tonto. Al final, todos son animales.
Aunque algunos humanos me parecen inferiores.

¿Qué animal abusaría de otro que se supone que ama?

— Ya sabes qué hacer. Mientras te tardes menos, menos va a doler.

Lo sabía más que bien. Pero de cualquier forma seguía doliendo.

— N-no...

Su papá se acercó y se agachó a la altura de Miguel.

— ¿No qué?

Sentía asco, asco de sí mismo, asco de esas manos que empezaban a recorrer su cuerpo, asco de la pared sucia, asco del piso frío.

— Tardaré muy poco, lo juro...

Asco de ser dejado sin ropa en el cuarto otra vez, no quería caminar.

Ya no veía sangre, pero cada vez dolía más por alguna razón, no entendía nada.

— No le digas nada a tu mamá, que luego la vieja se enoja.

Tampoco debía de entender, solo tenía ocho años.

Él no debería saber cómo es exactamente un pene.
Pero lo hace.

— Después te compro un helado.

Las únicas marcas que hay en su cuerpo son de mordiscos y golpes, pero lograba sentir sus manos en él.

Las sentiría de por vida.

Es increíble como solo una persona puede cambiar tu vida por completo.

"¿Qué hubiera pasado con él si nunca lo hubieran tocado?"

Tal vez, él sería mil veces más feliz.

Tal vez, no lastimaría a cualquier persona que se le acercara.

Tal vez, podría ser capaz de amar.

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La cara de un pequeño de seis años irradiaba felicidad.

“Alguna vez alguien dijo que todo humano nace siendo bueno, hasta que la sociedad lo corrompe.”

Miguel no sabía qué decir. Estaba feliz, muy feliz. No, ¡más que eso! Eufórico.

Una pequeña sonrisa iluminada en ese rostro que hace unas horas lloraba.

Miro a su papá, preguntándole con la mirada si realmente el regalo era suyo...

“Y para mí, no puede estar en lo más cierto. Todos los niños son buenos, los infelices los corrompen.”

— Ábrelo. — Confirmó él con una gran sonrisa, en un tono bajo y amable.

Miguel aún seguía asombrado. Se sentó en el piso rápidamente y le quitó con brusquedad el papel celeste con estampado de bebés que envolvía la caja.

“Y todos nosotros somos los infelices.”

Unos hot wheels, los ojos del pequeño no podían estar más brillantes. ¿Cuánto tiempo había deseado esos carros?

Eran esos carritos que aparecían en los anuncios de la tele a cada rato, que aparecían hasta cansar. Pero a Miguel no le cansaban esos anuncios, no si eran de esos carros. Los carritos por el que un día le hizo un berrinche a su mamá y acabo con una cachetada. Los carritos que tenían sus amigos en la primaria y le presumían. Los carritos por los que se escapa a la sección de juguetes cuando está en el supermercado.

“Yo soy un infeliz.”

Esos carritos que tanto deseaba, hasta haberse convertido en su mayor deseo.

Tragó saliva, aún en shock, mirando a la caja como si fuera alguna reliquia de algo demasiado importante. Volvió a mirar a su papá, preguntándole con la mirada, una vez más, si realmente eso era suyo.

Su papá asintió, confirmando otra vez que eso era un regalo para él, a la vez que se agachó al nivel de Miguel.

Ahí, agarró la envoltura del regalo que reposaba en el suelo.

Miguel era una luz, iluminaba la casa sucia y rota, la casa que enmendaba una tristeza se volvía de color amarillo.

Y el adulto lo sabe perfectamente, sus esfuerzos se deben a él.

Ojalá pudiera estar más momento con él... Lástima que él no era su papá biológico, y tampoco tenía suficiente dinero, no había forma de pelear una custodia.
Lo único que podía hacer era darle un humilde regalo y desearle lo mejor.

Era una caja mediana, no tan grande ni tan pequeña. Era un set que contenía diez carritos, le había costado cerca de trescientos cincuenta pesos.

Suspiró, cansado, pero feliz, viendo como Miguel ya había abierto la caja y estaba admirando un auto negro con el típico logo de la marca.

Realmente le deseaba lo mejor a ese niño. En pocos meses llegó a encariñarse demasiado con él como un hijo. El contexto en el que está creciendo no es el más saludable para Miguel, y le da rabia no poder cambiarlo. Desea tanto que Miguel no pase por lo mismo que él, un hogar inestable.

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897 𝖕𝖆𝖑𝖆𝖇𝖗𝖆𝖘

ᴘᴜʙʟɪᴄᴀᴅᴏ: 11/07/2024

Cortito, pero como ya son vacaciones voy a publicar más seguido, lo juro 😥

Alguna pregunta de todo esto? Puede ser cualquier pregunta.

Puedo responder todo mientras no sea spoiler de la historia (tal vez un poquito) o cositas privadas mías. 🐢

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