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Una pequeña niña se encontraba jugando con un pequeño avión de papel que su papá le había enseñado a hacer antes de ir a su trabajo.
Ella se encontraba recorriendo con gran entusiasmo toda su casa, a la vez que hacía con su boca un supuesto sonido de avión. Imaginándose estar en una expedición de suma importancia con ella de piloto y capitana, o algo así, todavía ni entendía muy bien las diferencias entre las dos cosas.
Su papá volvería pronto del trabajo, le había dicho que solo va a ir por una emergencia pero no tardaría nada, ella estaba acostumbrada a eso y no le molestaba en lo absoluto, hasta la hacía algo feliz y muy orgullosa. ¡Sabía que su papá era una especie de héroe que ayudaba a todos! Y ella siempre lo va a repetir frente a los demás niños en el jardín.
Lanzó el avión por el pasillo, imaginándose un ataque con una bomba a su avión que terminó por explotar, causando un grave accidente. Este aterrizó en la puerta de madera de la oficina de su papá.
Su atención rápidamente se desvió del avión de papel a esa puerta y su interesante interior. Sabe que ella tiene prohibido entrar ahí sin permiso y que es sumamente importante ese lugar, pero eso es lo que más la impulsa a explorar.
Su papá seguro se enoja si ella entra ahí... Bueno, la curiosidad le gana al miedo, por lo menos a la pequeña edad de los 5 años y que todavía mantiene intacta su inocencia.
La puerta no tenía seguro y para ella era fácil, así que simplemente entró, poniéndose de puntillas y girando la manija.
El lugar tenía un escritorio grande con muchos cajones, que, a su vez, resguardaban muchos documentos importantes de... ¿niños importantes?
Algo así le había dicho, no se acuerda muy bien. Pero en cualquier caso, ella también quería ver esos documentos y conocer a los niños importantes.
Al momento en el que ella se acercaba al centro de la habitación, hubo un papel que llamó la atención de ella... Era muy fácil distraerse para ella; un segundo una cosa tenía toda su atención y al otro segundo, ya era una cosa completamente diferente. Y cómo no distraerse si ese papel parecía despejar un brillo propio.
Ese papel se encontraba en el escritorio, justo en medio... con un lapicero al lado. Como si acabaran de escribir en ese papel.
Ella dio unos saltos para intentar ver qué decía o qué tenía, pero claramente era imposible así, la mesa era demasiado alta.
Por lo que le dio una media vuelta al escritorio y se subió a la silla. Una vez allí, se puso de pie y agarró la hoja, notando que no solo era una, eran varias hojas. Y en todas ellas había demasiadas palabras y letras para ella, se estaba mareando.
Ella, con una cara de confusión, trató de leer la primera parte. Pero todavía no podía leer palabras con más de cinco letras y, además, su comprensión lectora no era muy buena.
Escuchó la puerta de la casa abrirse, pero no le prestó atención ya que estaba mucho más concentrada intentando entender la escritura de su papá. Eso por solo unos segundos, hasta que se rindió completamente.
No entendía nada, ni la mitad de las dos cosas que leyó.
Y aunque hubiera entendido algo, no hubiera podido leer más allá de esos dos versos, ya que su papá la había encontrado después de gritar su nombre tres veces o más.
La regañó un poco mientras él entraba a su oficina y la miraba desafiante. Se acercó a su silla, donde ella estaba parada, y notó que su hija se asustó ante su repentina aparición.
Luis, para la sorpresa de Lucía, rió de manera tranquila después de aquel pequeño enojo fingido, a la vez que le preguntaba qué estaba haciendo.
Su hija respondió con un típico "nada", todavía sorprendida de que no la hayan regañado.
Luis se dio cuenta de que su hija estaba leyendo esas hojas y tragó en seco. Se las arrebató suavemente con una sonrisa para aparentar que todo estaba bien, y ella se tambaleó en la silla por el acto brusco de su papá.
Luis dejó las hojas en su lugar, en el fondo de un cajón, y decidió cargar a su hija antes de que se cayera.
Con ella en brazos salió de aquel lugar, deseando que ella no haya leído o entendido nada de lo que estaba escrito. Y mientras Lucía se quedó mirando fijamente aquellas hojas y aquel lugar, prometiéndose a si misma que algún día entendería todo.
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La caja era algo pesada, o por lo menos más pasada de lo que ella acostumbraba a cargar, estaba llena de papeles. Iba con una cara apática, cosa que no pudo mantener por mucho tiempo; su papá la había obligado a ayudarlo con la mudanza, pero, al final de cuentas, ella no estaba tan disgustada ayudándolo. Le gustaba ser útil en cualquier lugar y hacer sentir orgulloso a su papá. Quiere que su papá nunca se arrepienta por tenerla.
Dejó la última caja en lo que sería la nueva oficina de su papá. Se secó el sudor, en esta nueva ciudad hacía mucho más calor que en la que anteriormente vivía.
Había por lo menos cinco cajas, y para ella era impresionante que todas estuvieran llenas de papeles. Todas estaban bien cerradas con cinta canela, excepto una. De esta única y especial caja sobresalían esas hojas, que si no fuera por haber dirigido su mirada a ese lugar, no se hubiera acordado de la pequeña promesa que se hizo ella misma de pequeña.
Se acercó, checando que no la descubran, y decidió por cumplirle un sueño a su yo pequeña. Agarró las primeras tres hojas y se las guardó en el bolsillo del pantalón. Las leería cuando no tuviera ningún riesgo de que la vean haciéndolo.
Lucía se podía catalogar a sí misma como una metiche en casi todos los aspectos.
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1011 𝖕𝖆𝖑𝖆𝖇𝖗𝖆𝖘
ᴘᴜʙʟɪᴄᴀᴅᴏ: 29/03/2024
Ns que poner 😞 pero comenten xfa
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