15 Corona y lágrimas

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Al caer la tarde, el automóvil que transportaba a Elizabeth y a los hermanos Beaumont llegó al palacio. Mientras todas las damas se preparaban para la noche, Adrian tuvo una charla con su padre y Regina.

—Adrián ya sabes a quién elegir como tú esposa.—comentó Regina.

—Aún no lo sé,pero estoy pensando en elegir a la señorita Elizabeth.-Respondió Adrián.

-Interesante elección—comentó la Reina Regina-¿por qué a ella?

—Porque la amo,—respondió Adrian,-es inteligente, astuta y estoy seguro de que será una excelente reina.

—Sabes muy bien que no podemos dejarnos llevar por nuestros sentimientos, Adrian,- advirtió Regina, —tu deber es con Cordonia y solamente con Cordonia.

—Regina, puedo hablar a solas con mi hijo.-interrumpió el rey Constantine

—Por su puesto Constantin. —Regina asintió mientras se retiró.

—Escuchaste todo, padre.—dijo Adrian.

—Sí, y lo único que tengo que decirte es que elijas con tu corazón, Adrian. Yo cometí el error de casarme con una mujer que no amaba, todo por mi deber. —Nunca olvidé a tu madre, Adrian, y lo único que te pido es que elijas con tu corazón y con tu cabeza,- aconsejó Constantine.

—Así como tú, cuando te casaste con mi madre,— reflexionó Adrian.

—Sí,— confirmó Constantine.

Después de la charla con sus padres, Adrian supervisa los preparativos de la coronación, mientras que el resto de las damas se visten con los lujosos vestidos que se mandaron a confeccionar y preparan los regalos que le darán al príncipe Adrian durante la ceremonia. Bertrand pregunta a Elizabeth si su regalo está listo, lo que la sorprende ya que no le informaron sobre ningún regalo, lo cual enoja a Bertrand. Salen del palacio en busca de algo de último momento y para recoger el vestido de Elizabeth. El auto se detiene en una tienda de regalos para turistas. Elizabeth entra a la tienda y revisa los llaveros, donde encuentra uno de la estatua de la libertad. Maxwell le comenta que sería un gran regalo, ya que en New York no dejan de hablar sobre la estatua de la libertad. Bertrand se molesta, creyendo que no es un regalo decente, pero Elizabeth argumenta que Adrian entenderá lo que significa. Luego, Elizabeth llega a la boutique especial y encuentra a Hanna y a Olivia, quienes también se preparan para el baile.

—Vaya, vaya, miren quién tiene las agallas de aparecer.—Comentó Olivia

—Me sorprende que tú tengas las agallas de aparecer.—Respondió Elizabeth.

—Nunca me han acusado de ser cobarde, pero enfrentarse a alguien como tú es muy fácil.—Señalo Olivia.

—Calma, calma. ¡Esta es nuestra última noche en la temporada social! Disfrutémosla juntas—-Intervino Hanna.—Por cierto vi tu vestido, Elizabeth, y el color es extremadamente hermoso.—Reconocio.

—Espero que no sea rojo, ese es mi color.—Alardeo Olivia.

—Lástima, el rojo es mi color favorito.—respondió Elizabeth con calma.

—Ay, qué lástima, mírame bien.—Olivia ingresa al vestidor.

—Veo que Olivia está irascible, como de costumbre.—Comento Elizabeth.

—Creo que incluso ella sabe que el príncipe Adrián podría elegirte como esposa esta noche.—Supuso Hanna

—Todo esto ha sido una locura, tanto que no he podido hablar con mi hermano.—suspiro Elizabeth.

—Es cierto, me alegra haberlo compartido contigo.—sonrió

—Lo mismo digo, Hanna.—Elizabeth abraza a Hanna .

Pasos de realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora