El inicio del caos

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Septiembre 2023

Contigo siempre estuve destinado a perder.

Las luces de las farolas empezaban a encenderse iluminando su paso por la calle, el frío de la noche invernal quemaba en sus mejillas, subió su bufanda para cubrirlas, acomodó el gorro de su chaqueta para tapar sus orejas y continuar su camino a casa.

Pasaría a comprar el pan y alguna otra chuchería, se cambiaría para ir a la fiesta, la horrible fiesta de los estudiantes condecorados de cada facultad a la cuál debía asistir como maestro de la academia.

Estaba harto, había sido una semana llena de tareas, estudiantes reprobados, clases extra curriculares, un desastre, sumado que era una semana que había transcurrido en soledad.

Esa noche utilizó su mejor atuendo, acomodó su cabello, recogió una parte en una coleta y el resto de su cabello cayendo a los lados, mechones verdes repartidos en medio, sus orejas puntiagudas, limpió los lentes que posaban sobre el puente de su nariz.

Acomodó su corbatin y puso perfume en su ropa, se vió al espejo, odiaba vestirse elegante, odiaba las fiestas ruidosas, odiaba a veces su trabajo, y eso no era propio de él.

Tomó su billetera, su teléfono, sus llaves y salió de casa, esperaba encontrarse a su jefe en la primera hora para poder huir de vuelta a su hogar.

Tomó su auto para ir a su destino, tras unos minutos de viaje ahí estaba, frente aquel enorme hotel que lo esperaba.

Entregó su tarjeta de invitación al elegante hombre en la entrada y se sumergió entre toda la decoración y la gente, ese año habían más de lo habitual.

Estudiantes honorarios de otras reconocidas academias, maestros de las otras facultades, invitados especiales como gobernantes, senadores y demás de la política, ninguno era de su interés.

Un rubio vestido de traje café oscuro levantaba todas las miradas, su cabello recogido en un moño y adornado de una pluma azul, su camisa blanca sin abotonar los primeros tres botones dejaba a la vista su piel lechosa, era despampanante, siempre lo había sido, la mirada carmesí del rubio se cruzó con la de Tignari, una sonrisa se dibujó en los rostros de ambos, Kaveh se dirigió escaleras arriba donde estaba su amigo.

Juré que inventarías alguna enfermedad altamente contagiosa con tal de no venir — el rubio se posicionó al lado de Tignari.

Tú esposo es capaz de dejarme sin salario un mes sino me presentaba.

Haitham sólo está obedeciendo a Nahida, ella es quién quiere a todos reunidos, ya sabes como es.

Tignari sólo suspiró, la peliblanca amaba que todos estuvieran reunidos y "felices", su pecado era la bondad con la que acogía a todo aquel que estuviera necesitado.

Pero vamos, no te desanimes, Al Haitham está muy ocupado debatiendo cosas, yo estoy libre, podemos ir por unos tragos a la barra. — el rubio no perdía la oportunidad de ingerir licor en cualquier ocasión.

Bien — resignado, no tenía otra opción mejor.

Bajaron las escaleras para dirigirse a la barra, muchos rostros desconocidos, era normal, eran invitados de todas las facultades de aquella academia, caminaron entre la gente, Kaveh saludaba a algunos en el trayecto hasta que un rostro familiar se cruzó con él.

La mirada de atardecer que hace años había dejado en el pasado, con prisa Tignari desvío su mirada, no deseaba recordarlo.

Llegó a la barra y un pelirojo los atendió.

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