Grietas

100 14 9
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Los muslos de ella descansaban alrededor de sus caderas, los brazos rodeaban su torso, mientras sus manos se anclaban a sus hombros, donde sus uñas cortaban finos surcos a medida que el placer se hacía más intenso.

Sesshomaru la besó frenéticamente en el cuello, manteniendo el ritmo de embestidas que no dejaban de hacerla gemir en su oído, aderezando las abrasadoras palabras que le susurraba con suspiros lascivos.

—No pares… por favor —gimió cuando él le mordió suavemente la clavícula.

¿Y quién podría detenerse a ese punto?

Debajo de él, Kagome se retorcía sensualmente, buscando el mayor contacto posible con su cuerpo. Cuando lo encontró, lo celebró gritando de puro goce.

—¡¡Sí que Te amo!!—gruñó Sesshomaru, apretándole las nalgas y empujando con más fuerza mientras sentía acercarse al pico del placer.

—¡Sesshomaru!… ¡Por favor! —Ninguno de los dos entendió por quién o por qué de aquella súplica.

Sesshomaru solo sintió sus piernas apretarlo y presionarlo más, siguiendo cada embestida para permitir que ambos se corrieran al mismo tiempo.

Él le mordió el hombro para sofocar un grito que surgió desde lo más profundo de su pecho mientras ella arqueaba la espalda, presionando sus pechos contra su torso.

Cayó encima de ella de manera despatarrada, jadeando como si hubiera estado corriendo y sonriendo con aire de suficiencia. Saber que él le había provocado un orgasmo, algo que no admitía fácilmente, era siempre un motivo de orgullo típicamente masculino.

—¡Sesshomaru! ¡¿Qué carajos le hiciste a mi hombro?! —preguntó de repente, rompiendo el silencio que había envuelto su dormitorio.

Sesshomaru levantó la vista y la vio frotando el hombro que le había mordido con expresión molesta.

—Nada —respondió, dando la clásica respuesta de un niño culpable pillado con los dedos en el tarro de las galletas. Kagome le dio una mirada escalofriante.

—¿Era necesario que me mordieras tan fuerte? —siseó, pronunciando lentamente cada palabra.

—Lo siento —se excusó, dando otra respuesta culpable.

—¡La marca tardará días en desaparecer, Joder!… ¿No pudiste intentar contener un poco tu entusiasmo?—preguntó enojada y él comenzó a reír.

—Ni siquiera te diste cuenta en ese momento—la acusó y, a su pesar, Kagome sonrió.

—Touché, pero si lo vuelves a hacer, también te morderé—declaró, como si no lo hubiese hecho antes.

Sesshomaru besó la piel donde había dejado la huella de sus dientes.

—Lo siento, pero al menos valió la pena, ¿no? —preguntó con una mirada inquisitiva y una sonrisa de satisfacción en los labios. Ella resopló y puso los ojos en blanco.

Confesiones peligrosas (SESSHOME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora