La noche más larga

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Aquella bebida fría con sabor dulce y azucarado no logró distraer completamente a Sesshomaru de la mujer frente a él, aunque su frescura fue una verdadera panacea para su cuerpo caliente y su garganta reseca.

Kagome, sin embargo, no bebió la misma bebida que había ofrecido a su invitado, simplemente se sirvió media jarra de té helado en un vaso gigante, sorbiendo lentamente mientras él observaba.

Estaban dentro del remolque que, limpio y con olor a detergente de limón, parecía recién salido del concesionario. En su orden maníaco, tan típico de Kagome, Sesshomaru notó algunas cosas que estaban fuera de su control; su pretensión de no estar embarazada y de seguir teniendo el mundo fuertemente bajo sus riendas:

Algunas docenas de revistas de maternidad cuidadosamente apiladas en un estante de pared, algunos paquetes grandes de vitaminas con la misma cantidad de pastillas dentro y, lo más importante, algunas fotografías de ultrasonido colgadas en el refrigerador.

La mirada del psicólogo se centró en las imágenes en blanco y negro; la prueba de que no se trataba de un sueño o un delirio de su mente abrumada por el estrés constante, secuelas de siete meses de agonía y desesperación.

—Es la última ecografía que me hice —dijo de repente.

Inmediatamente, Sesshomaru se volvió a mirarla, casi avergonzado de haber sido sorprendido revisando sus cosas, si bien solo con la mirada.

>> Pesa unos dos kilos y mide casi cuarenta y cinco centímetros. El pediatra dice que será un bebé muy grande—, Kagome miró fijamente las imágenes de su bebé mientras hablaba, sonriendo todo el tiempo, como una madre verdaderamente orgullosa—. Está completamente sano en tamaño y peso, aunque es grande, sigue siendo promedio —continuó mientras sus dedos acariciaban suavemente la cuna natural donde yacía su hijo.

—¿Aún no sabes el sexo? —preguntó Sesshomaru y los ojos de ella le devolvieron la mirada, fría y lapidaria.

—No, me basta con saber que está sano —respondió enojada.

Sesshomaru entendió que en realidad lo estaba acusando de sexismo, tal vez imaginando que él prefería un niño varón.

—Era solo para preguntarte si ya habías pensado en algún nombre —aclaró avergonzado, ella bajó la mirada al darse cuenta de que la habían pillado.

—A decir verdad… pensé en algunos nombres, pero…—, en ese momento su voz se apagó y sus ojos parpadearon hacia los de él con un extraño brillo culpable.

—¿Pero…? —Sesshomaru la instó a que continuara, dándose cuenta de que ella trataba de no revelarle una verdad que consideraba inconveniente o embarazosa.

Kagome suspiró lentamente, rindiéndose ante la evidencia de haber sido descubierta.

—Pero todavía no he elegido ninguno porque quería saber tu opinión —respondió ella bajando nuevamente la mirada a su vientre.

Confesiones peligrosas (SESSHOME)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora